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Enfoque: Política

Abinader anota bien con Haití

El tráfico en la frontera necesita soluciones serias por ambas partes. V

El tráfico en la frontera necesita soluciones serias por ambas partes. V

Que los presiden­tes de Haití y de República Domi­nicana se reúnan y firmen declara­ciones tendentes a acuerdos, es una buena noticia siempre, sobre todo porque una de las debilidades de la actual Administración, en este te­ma, son el Canciller y el Secretario del Consejo de Migración, a quienes amplios sectores cuestionan por un supuesto prohaitianismo.

Encontrarse permite bajar las tensiones, aunque todos sabemos que no se hará nada que implique actos de Gobierno desde la otra par­te de la isla, por la sencilla razón de que aun es un Estado fallido en don­de el Gobierno no tiene ni siquiera el monopolio de la violencia que se disputan bandas en todo su territo­rio con efectos nocivos en nuestro territorio por los secuestros, el trá­fico de personas, el trasiego de dro­gas, entre otros.

Ayuda además a relajar la ima­gen internacional que tenemos a pesar de ser la nación que más co­operación brinda a los vecinos, en su diario vivir y en sus continuas desgracias; pero sobre todo con­tribuye a que los dominicanos ha­gamos la digestión mental de una realidad: Nuestro mayor grado de desarrollo nos impone la obliga­ción de cooperar por nuestro propio bien.

Cooperar con Haití sin embar­go es extremadamente difícil pues­to que no hay continuidad a las po­líticas de Estado, ni siquiera en una Administración porque en un régi­men semipresidencial, como el su­yo, el Jefe del Estado no ejerce el Gobierno, función que desempeña el Primer Ministro: En Haití con un sistema de partidos extremadamen­te fragmentado, el gabinete ape­nas dura unos pocos meses y así, es imposible darle seguimiento a los acuerdos.

Pero no podemos olvidar que desde las guerras europeas perdi­das por España ante Francia, somos unidades políticas siamesas, insepa­rables, por ello, a pesar de todo esta­mos obligados a entendernos, pero cada uno en su lado.

Una política de cooperación bi­nacional impulsada por nuestro país que privilegie proyectos de reforestación, siempre será buena, su poca agua nace en nuestros ríos; la contribución de nuestro sector construcción – hasta alquilando los equipos ociosos que tenemos - para mejorar su infraestructura y sus ni­veles de empleo, debe ser bien vista y ni qué decir de continuar apoyan­do a sus estudiantes en nuestros cen­tros superiores e incluso, como ya se hizo en 1995, entrenándoles en tareas de Administración Pública: En todos esos sectores – y en otros - aportamos y ellos reciben.

Cuando se empieza a hablar del co­mercio –con este importante socio– nacen los problemas, primero porque el Presidente allí no controla el comer­cio exterior basado en el contraban­do y la informalidad: Es la necesidad lo impone nuestro comercio fronteri­zo, con trabas y peligros continuos. Se­gundo, porque el sector empresarial haitiano teme profundamente al do­minicano por su diferencia de tama­ño y nivel de desarrollo, con ellos en el corto plazo, es imposible lo más facti­ble que es un tratado de libre comercio de alcance parcial con una lista restrin­gida de productos.

En toda declaración, desde luego, figura el tema migratorio, que ningu­na de las partes, en realidad, desea to­car: La inmigración ilegal no puede continuar pues no la soportan nuestra cultura, centros de educación, salud y medio ambiente. Tampoco nuestra economía.

Todo parece indicar que esa bom­ba de tiempo que explotará ningún gobernante nuestro quiere que revien­te en sus manos; por otra parte las de­portaciones masivas de ilegales que no quisieron regularizar su situación, es­tá prohibida por los tratados y, en todo caso desestabilizaría su Gobierno, po­lítica y económicamente: Las remesas desde RD a Haití, siguen en tamaño a las de USA. ¿Qué hacer con Haití? Es una pregunta para la que posible­mente, nadie tenga una respuesta. Desde luego, qué hacer en ese terri­torio es un cuestionamiento que qui­zás se han hecho luego de fracasar desde el 1986, Naciones Unidas y la OEA, así como algunos países como USA, Canadá y Francia.

No hay solución sin un estudio de la formación del Estado haitiano, tan ra­cialmente puro que hasta el 1915 re­quería como requisito esencial, el co­lor negro de la piel y, a los extranjeros blancos, les prohibía poseer tierras: Un caso único en América, tanto en la es­clavista del 1804, como actualmente.

Ese rasgo distintivo en el marco de una feroz deforestación mientras se creaba la matriz de la sociedad adicionando como únicos el vudú y el creole, ha devastado y deforestado durante 216 años esa nación: Apli­car allí las recetas de la democracia liberal impuestas por el FMI y el BID, que dieron algunos frutos en el res­to de América a partir de la Tercera Ola iniciada acá en 1978, es cometer el mismo error esperando resultados distintos cada año.

La formación de Haití – caracteriza­da por el odio y el temor a la esclavitud - le privó de redes y tejido sociales y de instituciones: Sobre todo, de ciudada­nos que son el núcleo de la República.

Ayudar a Haití es la mejor inversión que la República Dominicana puede hacer en su propio futuro, pero debe­mos empezar a hacerlo con más inte­ligencia, dejando de creer que –por no mencionarla- esa república dejara de estar ahí.

El Presidente Abinader lo hizo bien, incluso si los hospitales se hacen con fondos nuestros –y les pagamos los médicos-, pues es mejor que las partu­rientas alumbren en su tierra.

Dos países completamente distintos.

Haití y RD necesitan continuar firmando declaraciones tendenes a acuerdos para regular el regimen de migración y comercio fronterizo.

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