Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

La Biblia y su confiabilidad

Avatar del Listín Diario
JONATHAN D’OLEO PUIGSanto Domingo, RD

La Iglesia llama al cristiano a acep­tar la Biblia co­mo la palabra de Dios en ba­se a la fe. Sin embargo, exis­ten otros criterios a partir de los cuales podemos apreciar la confiabilidad de las San­tas Escrituras. ¿Cuáles son esos criterios? Prácticamente los mismos que se utilizan a la hora de evaluar el rigor de un trabajo académico o la ve­racidad del testimonio de un testigo. Entre ellos están la ca­lidad y diversidad de las fuen­tes, la concurrencia de los dis­tintos testimonios, el tiempo transcurrido entre el hecho y su documentación, y el cum­plimiento de un vaticinio de acuerdo a lo que, en efecto, se vaticinó.

Esos criterios son extraor­dinariamente satisfechos tan­to en el Antiguo como en el Nuevo Testamento en tal gra­do que varios volúmenes po­drían y, de hecho, han sido escritos puntualizando y ex­plicando cómo la Biblia satis­face todos y cada uno de los mencionados rigores. En es­tas líneas me limitaré a pun­tualizar que, en otras cosas, la Biblia es una fuente confia­ble de verdad por la consisten­cia, congruencia y coherencia de lo que dice en sus sesenta y seis libros. Sesenta y seis libros que, a su vez, fueron escritos por cuarenta autores a través de un periodo de aproxima­damente mil quinientos años. No solo eso, como si fuera po­co, esos libros fueron escri­tos en tres lenguajes (hebreo, griego y arameo) y en tres continentes diferentes (África, Asia y Europa).

¿Qué de extraordinario tienen estos datos? Nada más y nada menos que no obstan­te su gran diversidad idiomá­tica, geográfica y autográfica, la Biblia puede ser leída cual si fuese un solo libro con una historia que se desarrolla a tra­vés de un singular hilo conduc­tor desde su introducción hasta su conclusión. Dicho hilo con­ductor puede ser resumido en cuatro fases - creación, caída, redención y glorificación – to­das y cada una de las cuales es­tán perfectamente integradas y se pueden verificar exógena­mente no solo a través de la re­velación general de la creación, sino también por medio del ré­cord histórico secular.

Sobra decir que dicho récord corrobora la Biblia de manera parcial, no total; de manera im­perfecta, no perfecta. Esto por dos razones fundamentales. Pri­mero, los vaticinios documenta­dos en la Biblia, como el rapto y la segunda venida de Cristo, to­davía no han sucedido. Por tan­to, la historia no los puede vali­dar pues la misma se limita a la documentación y al análisis del pasado al tiempo que la Biblia abarca la eternidad. En segun­do orden, la documentación de la historia es susceptible al error humano mientras que la Biblia es inerrante, pues fue inspirada por Dios mismo con el Espíritu Santo como superintendente de todo lo que en ella fue escrito.

Cuestionado por un estu­diante sobre la confiabilidad de estos argumentos y sobre la autoridad divina de los textos que comprenden la Biblia, el extinto apologista y catedrático cristiano Ron Carlson contes­tó a la interrogante con un re­to muy interesante. Carlson le dijo al estudiante “Vete a la bi­blioteca y selecciona sesenta y seis libros escritos por cuarenta autores, en tres lenguajes dife­rentes y en tres continentes dis­tintos. Seleccionados los libros, entreteje con su contenido una historia coherente, consisten­te, congruente y libre de el más mínimo error o contradicción”. “¡Pero eso es imposible!”, ex­clamó el estudiante. “Precisa­mente”, replicó Carlson.

La Biblia es un texto huma­namente imposible de compo­ner. El hecho de que existe es evidencia de que fue el Ser om­nipresente, omnisciente y om­nipotente que lo orquestó a tra­vés de cuarenta autores que, a pesar de haber vivido en di­ferentes tiempos y contextos, colaboraron escribiendo dife­rentes líneas de la misma par­titura. Las escribieron en sus diferentes lenguajes y manifes­tando sus diferentes personali­dades, pero bajo la autoridad e inspiración del mismo compo­sitor.

¿Qué de los demás textos sagrados entonces? Ninguno de ellos se acerca al nivel de confiabilidad que tiene la Bi­blia. Considera el Corán. A di­ferencia de la Biblia que fue es­crita a través de un periodo de 1,500 años, el Corán se escri­bió prácticamente en el mismo tiempo y en el mismo espacio; entre los años 610 y 632 d.C., entre las localidades de Meca y Medina, en la zona de arabia occidental. Por otro lado, a di­ferencia de la Biblia, el Corán fue articulado por una sola per­sona: Mahoma. Digo articu­lado y no escrito por el hecho de que Mahoma era analfabe­to. El que compiló y escribió el Corán a partir de la revelación que Mahoma dijo tener fue Za­yd ibn Thabit junto a una se­rie de escribas bajo la autori­dad del primer califa, Abu Bakr Siddiq.

Siendo Mahoma su única fuente de información el Co­rán no tiene ninguna otra refe­rencia. Eso es como que el au­tor de estás líneas dijera “Dios me dijo que todo aquel que lea estás letras debe darme todo el dinero que tiene en su cartera”. ¿Cómo puede el lector verificar o refutar lo que dice o deman­da el autor? De ningún modo pues el autor no provee ningu­na fuente alternativa de refe­rencia que le permita al lector validar lo que se argumenta. Eso es exactamente lo que su­cede con el Corán. Mahoma ar­gumenta que el ángel Gabriel le dio una revelación, pero esa revelación no la recibió nin­guna otra persona más que él. ¿Cómo se diferencia la revela­ción bíblica de la islámica? En­tre otras cosas, la revelación bí­blica se diferencia del Corán en que la misma fue dada a dife­rentes personas, en diferen­tes tiempos y en diferentes lu­gares de modo que se pudiese verificar sobre la base del nivel de correspondencia que existe entre lo que dicen los diferen­tes autores sobre una revela­ción en particular y cómo estás revelaciones se corresponden con la realidad en sentido ge­neral.

En la persona de Jesucristo, quien es la razón de ser de la Navidad que estamos celebran­do, vemos un nivel de corres­pondencia perfecta entre lo que escribieron, por mencionar al­gunos autores, Moisés, David, Daniel, Miqueas y Zacarías so­bre El Mesías. Lo vemos no na­da más en la consistencia de la articulación de la profecía co­mo tal, sino también en como la misma se cumple al pie de la letra según lo documentan Ma­teo, Marcos, Lucas y Juan en los cuatro evangelios y en el libro de Hechos. Es preciso decir, que los autores de los evangelios, el libro de Hechos y las epístolas del Nuevo Testamento no escri­bieron algo que les dijo un ter­cero, sino que ellos fueron tes­tigos oculares de primera clase de aquello que plasmaron en palabras bajo la superintenden­cia del Espíritu Santo.

Entonces, más allá de la fe en sí, la veracidad de la Biblia como palabra de Dios puede ser evaluada usando los predi­chos hechos, criterios y contex­tos. Entiendo que, sobre la base de estos, toda persona hones­ta y objetiva reconocerá que la composición, congruencia y consistencia de la Biblia pone en evidencia el carácter sobre­natural de la misma. Sin em­bargo, el ejercicio de la fe en Je­sucristo es imperativo para que el individuo vaya más allá de meramente reconocer el carác­ter sobrenatural de las Sagra­das Escrituras, a entender, obe­decer, experimentar y enseñar su revelación especial.

Tags relacionados