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Electricidad: Lo que no cambió con el cambio

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Ángel LockwardSanto Domingo, RD

La República Dominicana que ha tenido un crecimiento del Producto Interno Bruto sostenido de alrededor de un 5.5% anual durante más de 50 años, excepto algunos como el 2003, 1990 y 1984 ha logrado esta hazaña cargando a cuestas de la economía, el fardo del déficit eléctrico, así como las abusivas tarifas surgidas de contratos de emergencia llamados a ser temporales y, que sin embargo, se volvieron eternos; sin olvidar el fracaso de la privatización en 1996 y su reversión con Unión Fenosa.

Si bien la matriz de generación ha venido cambiando en los últimos años, aumentando la capacidad de generación no convencional, de vientos y solar, por la naturaleza de estas, todavía dependemos de la térmica y, en tiempos de sequía como ha sido el presente año, el peso de la hídrica, se reduce por la necesidad de otros usos para el agua.

Un esfuerzo para ponerlos al día fue sin lugar a dudas, Punta Catalina; sin embargo, los sobornos de Odebrech para obtener los contratos e imponer sobreprecios, desacreditaron esa solución, que además, llegó con retraso: La cantidad de MW que eventualmente solucionan el déficit hoy, no es la misma que dentro de dos años por el crecimiento anual de la demanda.

Hoy tenemos 2,837 MW nominales instalados de origen térmico: 1,061 de carbón, 1,140 de GN, 536.5 de Fuell No. 6, y 100 Fuel No. 2: Si operaran al 100% todo el tiempo, en teoría, no habría apagones por déficits de generación; aunque podrían seguir los financieros. Pero eso es una falacia, ninguna planta y menos vieja –como varias que tenemos- opera 100% siempre, lo usual es que haya una baja en línea del 15% y una reserva de otro 15% para entrada inmediata en caso de dificultades; salen de servicio por diversos motivos, mantenimiento y avería entre otros –como demostraron los recientes apagones, tenemos un sistema frágil.

Si bien hemos avanzado en los parques eólicos y solares, que operan dependiendo del sol y de las condiciones del viento, lo que indica que no están siendo disponibles, tenemos el riesgo de apagones por las noches y de “blackout” en algunas circunstancias.

Empero, soñando un poco supongamos que estamos en equilibrio en términos de generación y consumo, muy caro por supuesto, lo que nos resta ventajas competitivas internas y externas, debemos considerar que en este cuatrienio la demanda aumentará un 21%, a pesar de la caída de la economía de este año: Eso requiere de una inversión a corto plazo sustancial cuyos fondos el Estado no tiene.

Esta inversión es en generación y desde luego no incluye los proyectos pendientes en relación con las redes de transmisión que rondan los USD$ 1,000 millones y, que deben ser enfrentados por el Estado dueño de las empresas de transmisión, aunque sea con financiamiento.

Las Edes, cuyos consejos se refundieron, todavía requieren de adecuaciones legales para su operación en el nuevo esquema y, sus nuevas autoridades, lucen pobres en extremo ante el reto.

El Presidente Abinader ha decretado la muerte de la CDEEE, empero para el entierro requiere de disposiciones legislativas que no han sido planteadas y mientras se liquida y sus atribuciones pasar a ser ejercidas por el Ministro de Energía y Minas existe un limbo con la Comisión de Liquidación, fiscalizadora y técnica y, quien ejercerá las funciones de autorizar las concesiones. La confusión alcanza a la Superintendencia de Electricidad y a la Comisión Nacional de Energía, extinta.

La confusión no ayuda a la eficacia de las políticas anunciadas por el Gobierno y, los funcionarios del área por indefinición de sus roles – que induce a temores - por compromisos con el cartel eléctrico o el motivo que sea, en ningún caso valido, mantienen la política que auspicia la corrupción, de hacer imposible los trámites de permisos, a pesar de que el Presidente anuncia “burocracia cero”: En la burocracia para las concesiones eléctricas esta una de las mayores fuentes de corrupción del Estado y, eso, no parece haber cambiado con el cambio.

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