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Llorar, prometer y quejarse... escenas de familiares en la cárcel La Victoria

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Ramón Cruz BenzánSanto Domingo, RD

Llanto, desesperación, quejas y hasta tensión se vivió ayer en la Penitenciaría Nacional de La Victoria cuando decenas de personas, muchas sin mascarillas ni distanciamiento físico, impuesto por las autoridades para evitar contagio de Covid-19, a gritos y empujones trataron de llegar hasta sus parientes.

La presencia de personas con fines de entregar alimentos y ropa a sus parientes, que en ese momento se encontraban en “el patio”, ocurre aun cuando las visitas a la cárcel están prohibidas.

Más de 150 personas vociferaban insultos en contra de una agente penitenciaria que estaba a cargo del control del acceso al penal.

En un momento, cuando un grupo trató de entrar por la fuerza le tumbó un bulto con un bizcocho a otra visitante. En la fila había embarazadas y envejecientes.

A la entrada de la cárcel una agente penitenciaria llamaba a mantener el orden, y desde adentro los reclusos pedían que dejaran entrar a sus parientes, y estos últimos trataban de ingresar a como diera lugar.

Se oyó a un reo gritar a la agente: “Yolanda, deja entrar a Yolanda”, y la mujer a quien señalaba respondió de inmediato: “Es a mí, ese es mi nombre”, saltando de alegría, al verlo cuando el recluso la señalaba.

Los que lograron entrar y hablar con familiares en reclusión también remitían mensajes a quienes esperaban en fila.

“¿Quién es Popa? Que entre popa. Te está esperando Fernando, tu hermano”, preguntó una persona que llegó a la prisión a llevar algo a su hijo, desde Azua, mientras otro preguntó por Yanet.

“Sí, tu, Yanet, te está esperando tu marido”, dijo otro “mensajero”. Uno de estos preguntó quién era Yoli.

Hubo llanto

Mientras eso sucedía, una mujer en compañía de niña, miraba desde lejos a su esposo que se encontraba en el patio. La pequeña empezó a llorar tan pronto vio a su padre.

A una señora que quería ver a su hijo, condenado a 30 años de prisión por homicidio, un agente penitenciario le dijo que las visitas estaban suspendidas hasta nuevo aviso, y solo se estaba permitiendo pasar comida y ropa.

En el parqueo, frente a la puerta principal del penal, había estacionada la Unidad Canina k-9 y una patrulla policial.

La agente penitenciaria encargada del pase de personas instaba a la protección: “Mascarilla por favor, y no entren todos, que todos pasarán”.

Quejas de presuntos privilegios

Entre la fila se escuchó decir a una mujer gritar: “Aquí hay un negocio; están dejando entrar personas por la otra puerta, pero yo no voy a dar dinero, mejor seguiré en mi fila”.

Mientras que un hombre que estaba a su lado se retiró la mascarilla, quejándose de que había privilegios. “Esto es un privilegio, los de alante no entran”, gritó.

Otra señora salió llorando sin mascarilla y una agente penitenciaria le preguntó que le pasaba, a lo que este respondió: "Lo que pasa es que mi hijo no coge consejo”, regresando de nuevo a la fila, con mil pesos en mano, para pasárselo a su hijo.

Un hombre le decía a otro recluso que le depositaría dinero el lunes. “Despreocúpate, hijo, el lunes te depositaré el dinero, no lo pude conseguir hoy, pero el lunes sin falta hijo", prometió.

Mientas todo esto ocurría, a un hombre le pareció importante hablar sobre el problema con los periodistas. “Queremos la prensa para denunciar lo que está ocurriendo en La Victoria, y eso que dicen que se acabó el peaje; ellos lo que quieren es de 200 pesos", dijo.

Una señora llena de sudor, dijo que "ahora está peor la victoria; llamen al coronel que ahora esto está peor, que venga la prensa que estamos desde las siete de la mañana".

Un oficial de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), luego de mandar a poner el orden, dijo que no quiere que artículos para negocio entren al penal, solo comida, y también llamó a las embarazadas para darles prioridad.

La crisis de la Covid-19 ha tenido un impacto sin precedentes en la mayoría de los aspectos de la vida social. Y si bien la situación es dramática para cualquier persona, los efectos de la pandemia se sienten mucho más fuertes en las cárceles dominicanas.

Aglomeración de personas para intentar ver a sus familiares en la Penitenciaría Nacional La Victoria, la de mayor hacinamiento del país. VICTOR RAMIREZ/LD

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