Covid-19: Gran problema científico y sanitario

El virus entra a las células nasales y a través de la garganta pasa al estómago, luego pasa al intestino que tiene elevadoa receptores ACE2.

Un paciente infectado con la pandemia es atendido en un centro de salud

Un paciente infectado con la pandemia es atendido en un centro de salud

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ROBERTO FERNÁNDEZ DE CASTROSanto Domingo, RD

El virus del SARS-COV2 respon­sable de la pan­demia mundial del coronavi­rus, también conocido co­mo COVID-19 ha produci­do grandes estragos por su alta capacidad de contagio, por la morbilidad asociada a complicaciones, no solo pul­monares, sino esencialmen­te cardiacas, intestinales, ce­rebrales, renales, etc., por su evolución no bien estableci­da y por su mortalidad rela­tivamente elevada.

En principio se pensó que se trataba de una enfermedad esencialmente pulmonar: neumonía viral que podría desencadenar un síndrome de dificultad respiratoria del adulto SRDA, con pobre respuesta a la terapia ini­cial con antibióticos y a la ventilación mecánica, y con una alta mortalidad. Lue­go de los resultados de dos estudios de autopsia en pa­cientes fallecidos por CO­VID-19 realizados por los italianos, se mostró la exis­tencia de dilatación vascu­lar pulmonar asociada a mi­cro y macro trombosis, y de la presencia de exudados al­veolares, abril-mayo, 2020. Se planteó como explicación la existencia de una proba­ble “tormenta de citocinas”. El hallazgo de importante desaturación de oxígeno de los enfermos ingresados a UCI, no correlacionaba bien con los síntomas pulmona­res y muchos eran admitidos cuando estaban asintomáti­cos “happy hipoxia”, sin ex­plicarse la pobre respuesta a la ventilación mecánica. Se planteó un enfoque terapéu­tico totalmente diferente ba­sado en el uso de anticoagu­lantes IV, aspirina, esteroides IV, hidratación y antivirales más específicos. La clasifica­ción sintomática temprana del COVID-19 en 6 grupos, correlaciona los síntomas con la afectación de órga­nos y tejidos como corazón, cerebro, intestinos, riñones, etc., permitiendo estable­cer una terapia temprana lo que podría mejorar la mor­bilidad y disminuir la morta­lidad. La persistencia de los síntomas habla de afectación de órganos envueltos, y no hay datos claros que la des­aparición indique mejoría alguna. La enfermedad car­diovascular ha sido asumida por muchos como una mani­festación de COVID-19 gra­ve; y no por infección directa del virus, sino por la enfer­medad de los vasos peque­ños causada por la hipercoa­gulación de la sangre.

Sin embargo, el Departamento de Salud del Penn State Co­llege informó que el 15% de los atletas de fútbol ameri­cano que dieron positivo por COVID-19 tuvieron miocar­ditis, diagnosticados por re­sonancia magnética, eran at­letas levemente sintomáticos y asintomáticos. Como resul­tado de estos hallazgos, pos­pusieron su campeonato de otoño. Perez-Bermejo y cola­boradores, demostraron que el virus SARS-CoV-2 tenía efecto directo en el corazón, ya que los miocitos cardía­cos expresaron un aumento de la enzima ACE2 necesaria para la entrada viral en las células. Los miocitos cultiva­dos mostraron iguales cam­bios a los observados en las autopsias de pacientes con COVID-19. Por lo tanto, el virus también puede atacar y destruir directamente el co­razón, y no sólo indirecta­mente por estrés hemodiná­mico, hipoxemia y trombosis de vasos pequeños. Final­mente, Reynolds y colabora­dores encontraron el descon­certante hallazgo clínico de que pacientes con COVID-19 asintomáticos podrían desa­rrollar miocarditis, vasculi­tis, vasodilatación vascular e hipoxemia. Los hallazgos de estos tres estudios no tie­nen explicación convincen­te a la fecha, que no sea la afectación directa por el vi­rus. No se conoce bien cuan­tos pacientes son realmente asintomáticos, porque mu­chos pacientes pueden debu­tar tardíamente hasta varios meses después, con miocar­ditis y miocardiopatía dilata­da.

Actualmente no se co­noce bien el mecanismo de la enfermedad COVID-19. En una reciente publicación realizada en eLife Sciences Digest (julio, 2020), Garvin y colaboradores proponen un nuevo mecanismo mole­cular para COVID-19, la teo­ría de la “tormenta de Bra­dicinina” a partir del nuevo análisis de los datos de ex­presión génica de las célu­las en el líquido de lavado bronco-alveolar (BALF) de pacientes COVID-19 (Wu­han) que se utilizaron para secuenciar el virus, y se com­pararon con un grupo de 40 controles sanos. Usando una supercomputadora se proce­saron datos de 40,000 genes y se analizaron 2.5 billones de combina­ciones de ge­nes para sus­tentar la teoría de la “tormen­ta de bradici­nina”. La com­paración con BALF de los controles iden­tificó un desequilibrio críti­co en el sistema de renina-angiotensina-aldosterona (RAS), representado por la expresión disminuida de la enzima convertidora de la angiotensina (ECA), en com­binación con aumentos de: enzima convertidora de an­giotensina 2 (ACE2), renina (REN), angiotensina, recep­tores del RAS, quininógeno y enzimas calicreínas que lo activan, y dos recepto­res de bradiquinina (BKR1 y BKR2). Este patrón muy atí­pico de la RAS eleva los ni­veles de bradicinina (BK) en múltiples tejidos y sistemas que probablemente causa­rán dilatación vascular e hi­potensión. Estos efectos pro­ducidos por la BC explican muchos de los síntomas que se observan en COVID-19, y proporciona puntos de in­tervención terapéutica que se pueden abordar con los fármacos aprobados por la FDA.

El punto de entrada para el virus es ACE2, que es un com­ponente del eje hipotensor que tiene el efec­to contrario del RAS. La BK es una parte poten­te del sistema vasopresor que induce vasodilatación, natriuresis e hipotensión, es degradada por ACE y au­mentada por la angiotensi­na1-9 producida por ACE2; además de su papel como estabilizador de la presión y de la homeostasis de flui­dos, produce inflamación y aumento de la permeabili­dad vascular e induce do­lor a través de la estimula­ción de su receptor BKR2. Adicionalmente, se encon­tró un aumento importante de ácido hialurónico y dis­minución de las enzimas en­cargadas de degradarlo. Esta sustancia es capaz de absor­ber más de mil veces su peso molecular en agua para for­mar un hidrogel, una especie de gelatina que inhibe el in­tercambio de gases en los al­véolos produciendo hipoxe­mia marcada y el patrón de “vidrio esmerilado” encon­trado en las imágenes de los pacientes con COVID-19. La bradicinina puede producir trombosis al inhibir la fibri­nolisis, inducir hipopotase­mia y arritmias graves, y de aumentar 4-5 veces el peso de los pulmones afectados.

El virus SARS-CoV-2 puede entrar a las células nasales donde es­tán expresados los recep­tores ACE2 y a través de la garganta pasa al estómago dónde resiste al jugo gástri­co, luego la infección pasa al intestino que tiene ele­vadas expresiones de los receptores ACE2 y no a los pulmones inicialmente que no tienen suficientes recep­tores ACE2, el virus es ab­sorbido por vía linfática hasta llegar el conducto to­rácico y de ahí a la circula­ción general pudiendo in­fectar pulmones, corazón, cerebro y otros órganos. Está bien documen­tado el papel de la vitami­na D en la regulación del RAS a través de la ligadura con el receptor de la vita­mina D (VDR) que suprime la expresión de Renina. La Vit D y su receptor VDR dis­minuidos están relaciona­dos al SDRA por no supri­mir la expresión de Renina y por el marcado aumento de la expresión de las enzi­mas catalizadoras de la vi­tamina D, lo que a mayor deficiencia mayor grave­dad.

La hipótesis de la “tormen­ta de bradicinina” plantea un nuevo enfoque terapéu­tico con productos farma­céuticos ya aprobados por la FDA con la finalidad de au­mentar la ECA, disminuir la BK, boquear los receptores de BKR1 y BKR2, reducir la producción de ácido hialuró­nico, aumentar la fibrinolisis y modular la producción de Renina vía suplementos de vitamina D.

Se necesitarían nuevos es­tudios prospectivos contro­lados y al azar que demues­tren eficiencia y seguridad de estas drogas para tratar el COVID-19.

Una niña contagiada con el Cobid, en aislamiento, saluda a un fadmiliar.

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