La República

El futuro del periodismo

El diario EL HERALDO cumple 125 años mirando al futuro del periodismo. Profesionales y docentes reflexionan sobre los desafíos y oportunidades del periodismo, un sector en transformación.

Los participantes en el debate convocado por HERALDO,. De izquierda a derecha, José Javier Rueda, Fernando Ruiz, Isabel Poncela, Garbiel Sopeña y Elena Capapé. Toni Galán.

MARÍA PILAR PERLA MATEO Y LUCIA SERRANOAragón, España

El periodismo es una profe­sión en adaptación continua. Siempre ha sido así y, aho­ra, muchos cambios rápidos y globales, marcados por la transformación digital, lo sitúan ante un nuevo ecosistema. ¿Qué debe transfor­marse y qué debe permanecer en ese pe­riodismo del futuro que, a la vez que re­fuerza su papel esencial en las sociedades democráticas, habrá de llegar a las nue­vas generaciones y ser viable? Desafíos y oportunidades atraviesan un debate apa­sionante.

Lejos de suscitar controversia –que se­ría lo suyo–, el debate sobre el estado de salud del periodismo en el mundo gene­ra unanimidad ente los profesionales del sector convocados por HERALDO. Todos coinciden: la sociedad está más informa­da que nunca, tal vez incluso aquejada de infodemia o sobreabundancia de infor­mación; y, sin embargo, la intervención terapéutica del periodista es ahora im­prescindible, porque, como apunta Fer­nando Ruiz, coordinador de Contenidos Informativos de Factoría Plural, “nunca ha sido tan difícil informase bien”.

A esta sobreabundancia informativa, producto de la revolución tecnológica, se suma “la incapacidad que, en muchas ocasiones, tienen los usuarios para discer­nir entre lo relevante y lo que no lo es”, aña­de Elena Capapé, vicedecana del área de Comunicación de la Facultad de Comuni­cación y Ciencias Sociales de la Universidad San Jorge. Motores de búsqueda, redes so­ciales… son tantos los intermediarios entre el usuario y las fuentes de información, que el ruido que generan dentro del mensaje puede resultar ensordecedor.

Y este es, sin duda, terreno abonado pa­ra que germinen “los bulos y la información no veraz de manera rápida y preocupante, que generan la actual falta de credibilidad en algunos medios y profesionales”. “La transformación tecnológica ha sido muy rá­pida –insiste Capapé– y no es fácil adaptar­se a estos cambios, a estas nuevas formas de comunicación e información”. Efectiva­mente, apunta Ruiz, la opinión pública so­bre el papel del periodista no pasa por su mejor momento y hay que pelear por recu­perar esa credibilidad. “Nos hemos dejado llevar por la información fácil, cuando te­nemos que ir hacia la información difícil, a la que cuesta acceder en redes sociales so­ciales y en digital”. En este sentido, la vice­decana de la Universidad San Jorge, plan­tea la imperiosa necesidad del periodismo por “volver a su esencia, a la base, a estar donde está la ciudadanía, a salir a la calle, a ser útiles, a perseguir la verdad”, porque, aunque la tecnología nos acerca a fuentes a las que antes era impensable acceder, al mismo tiempo, “genera lejanía con las au­diencias, falta de proximidad”.

Libertad de prensa

Y todo esto no es fácil, de hecho, conti­núa, la libertad de prensa sigue siendo per­seguida en muchos países –la cifra de perio­distas encarcelados y asesinados crece día a día–, lo que significa que la figura del pe­riodista sigue siendo muy importante y por eso, en ocasiones, “silenciada”. “Despresti­giar la figura del periodista, atentar contra su credibilidad, es el único recurso que les queda a los poderes que pretenden socavar la democracia en el mundo”, reflexiona su colega Gabriel Sopeña, vicedecano de Cul­tura, Proyección Social y Relaciones Insti­tucionales de la Facultad de Filosofía y Le­tras de la Universidad de Zaragoza, donde se imparte el grado de Periodismo. Porque, entre tantas herramientas tecnológicas, “lo único que le queda al periodista es su cred

bilidad, combinar esa urgencia de la noticia con la pausa de una buena formación, de un buen instinto, que le permite tamizar la noticia y transmitirla de una manera amo­rosa, con estilo”.

En su opinión, “jamás hemos tenido la posibilidad de hacer tan buen periodismo como hoy, con la cantidad de herramientas de las que disponemos. Sin embargo –pun­tualiza–, esas herramientas a lo mejor no van acompañadas del suficiente sentido crí­tico por parte del público que las utiliza. Hoy, cualquier ciudadano tiene acceso a la tecno­logía, pero la intermediación creíble de los medios de comunicación es el verdadero ga­rante de la sociedad de derecho”. Por eso, So­peña insiste en lo importante que es que en las facultades de periodismo “seamos espe­cialmente insistentes en la cuestión del códi­go deontológico del periodista; que sea parti­cipe de un humanismo pleno y enriquecedor en una sociedad que se rija por valores. Y que sea capaz de plantarse frente a cualquier tipo de forma especulativa que trate de pervertir la credibilidad del periodista, que es su vida. No hay una esencia más íntima del oficio de periodista que esa credibilidad”.

Isabel Poncela, presidenta de la Asocia­ción y del Colegio de Periodistas de Aragón, considera que es más necesario que nunca hacer “un ejercicio de autocrítica en el seno de la profesión”, porque a los medios les ha costado mucho adaptarse a los vertiginosos cambios acarreados por el entorno digital, a lo que cabe sumar los problemas económicos globales, “agravados por la crisis de la publi­cidad y la dependencia económica e ideoló­gica de grandes grupos de inversión y de pre­sión”. Además –coincide con el resto de sus colegas– de “la sobreinformación y prolifera­ción de falsas noticias y medias verdades, que ponen en peligro la credibilidad del sector”. “Cuesta hablar de calidad y código deontoló­gico, con la actual inestabilidad de las planti­llas, por la crisis económica, y la sobrecarga de trabajo”, con el actual modelo de periodis­ta multitarea, que a la vez que escribe su pie­za, hace una foto, el vídeo, lo sube a internet, lo vuelca al papel... Y destaca que lo de me­nos es el formato, pues lo importante es “el contenido, el hecho noticioso, el análisis, el tiempo para con­trastar la noticia, la capacidad de poner en relación unos he­chos con otros, transmitirle a la ciudadanía esas relaciones, ese más adentro… ese mar más adentro”.

Periodistas y docentes tie­nen muy claro que las nuevas tecnologías y las redes socia­les no son una amenaza, sino una oportuni­dad, pero que hay que saber manejarlas bien. “Hablamos de tiempo para profundizar en los temas, sí, pero también hay que tener en cuenta lo que espera el espectador y el lector de nosotros –indica Fernando Ruiz–. Y, en te­levisión, el espectador, además de que le des más información de la que pueda encontrar en Youtube, espera que se lo cuentes corto y bien”. Llegamos al punto clave de la atención mediática. “Las series de televisión, por ejem­plo, ya han pasado de emitir capítulos de 50 minutos a 22. El espectador de televisión es impaciente –la sociedad se mueve a un ritmo vertiginoso– y ahora hay otro código. De he­cho –continúa–, si analizamos los informa­tivos de televisión, no encontraremos una pieza de más de 50 segundos, con mucho di­recto, para competir con la instantaneidad de las redes sociales. Y, en 50 segundos es impo­sible realizar un análisis sobre el ‘brexit’”.

“Obviamente, más que un enemigo, la tec­nología es una herramienta más –interviene Elena Capapé– a la que hay que adaptarse, el periodismo ha estado en adaptación conti­nua desde su nacimiento y, a niveles formati­vos, hay algo muy positivo y es que las nuevas generaciones son nativas tecnológicas, a las que –aunque llegan con verdadera vocación– debemos enseñar la esencia y la profundidad del discurso lógico, del estar en contacto con la audiencia, y a reformular todas esas nuevas narrativas para que sigan siendo interesantes y diferenciadoras para los usuarios”. “Y la ar­tesanía de contar libremente”, añade Sopeña.

Un negocio viable José Javier Rueda, adjunto a la Dirección pa­ra Opinión de HERALDO DE ARAGÓN pone sobre la mesa el tema de la viabilidad: “Cómo hacer de ese periodismo de calidad que tie­ne tanto futuro un negocio rentable desde el punto de vista empresarial”. Ya puede verse, con datos, que “las experiencias de suscrip­ciones digitales en marcha están funcionan­do”. Hace unos años “se preguntaba todo el mundo cómo monetizar, pero las plataformas de películas y series ya están acostumbrando, sobre todo a la gente joven, a pagar si les das algo a cambio que les resulte atractivo. Eso arroja mucha luz al futuro del periodismo co­mo negocio”. Pero “cada día va a estar todo mucho más segmentado y cualquier empresa va a necesitar, al menos durante un periodo largo, todos los soportes, incluido el papel”. El papel que, para Sopeña, es todo un “símbolo de las cosas no que cuestan, sino que valen, que tienen un valor”.

La presidenta de los periodistas aragone­ses, Isabel Poncela, incide en que “un buen periodismo de calidad no puede ser gratis; hay que concienciar a la audiencia de que esa calidad cuesta dinero: tiempo, experiencia del profesional, recursos…; nuestro gran re­to es cómo llegar a los jóvenes que no com­pran periódicos. Antes la gente se bajaba la música gratis, pero ahora ya es conscien­te de que hay que suscribirse a alguna plata­forma, igual que pasa con las películas en te­levisión”. “Pensamos que internet es gratis, hasta que deje de serlo. En Youtube estamos alimentando un cerdo –explica de manera grá­fica Fernando Ruiz–, pero cuando queramos comernos el jamón, ha­brá que pagar”. Y la clave está en la calidad: “Ahí está el ‘New York Times’, paradigma absoluto, que ha conseguido que el 60% de sus ingresos sean a través de suscrip­ción, pero el suscriptor sabe que las piezas que va a leer son únicas y que tienen un valor añadido importante…”.

Prensa y democracia Pero, más allá de estrategias de negocio, de cara al futuro, “debería haber cierto com­promiso social y ser conscientes de que la calidad democrática depende de la calidad de prensa que tengamos –afirma Rueda–. Porque la prensa libre es un pilar de los es­tados democráticos, donde el ciudadano se pueda informar para acudir a votar, tomar decisiones y opinar”.

“Necesitamos un periodismo robusto –abunda Ruiz–; el periodismo es más nece­sario que nunca porque ahora es más difí­cil que nunca informarse de verdad debido a la infoxicación y a que hemos pasado del espectador crítico al espectador creyente”.

Todos coinciden en que hace falta una al­fabetización mediática para ser conscientes del papel esencial del periodismo y de que, en contraposición, “hay un ecosistema que se beneficia de los bulos, hay un beneficio económico en polarizar a la sociedad”, ex­plica Capapé, quien personalmente vislum­bra también un posible efecto bumerán que puede beneficiar al periodismo, pues “mu­cha gente empieza a cuestionárselo todo y ya no se cree nada, lo que puede convertir­se en una oportunidad de volver a fortale­cer la verdad”.

Precisamente, añade Rueda, “cuando in­tentan acallar a los medios, como ocurre actualmente con Trump, la prensa tiene una oportunidad de reivindicar su papel so­cial, como arma democratizadora”. Porque, señala Poncela, “no es que seamos el cuarto poder, somos el contrapoder.

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