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Enfoque

Biden: el caballo de Troya que lleva la ponzoña

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Jonathan D'Oleo PuigSanto Domingo, RD

Un veneno avanza con sigilo hacia la casa de go­bierno de los EE. UU. Es el veneno del so­cialismo del tipo que frenó el progreso en la patria de Martí y que hoy tiene a la tierra de Bolívar como un barco a la deriva.

Como hemos visto a tra­vés de la historia, este vene­no suele disfrazarse de me­dicamento, prometiéndole al pueblo que los librará de to­do el supuesto mal que le han causado los que poseen ca­pital. Ellos dicen que cuando lleguen al poder crearán un sistema donde la igualdad se­rá su obra cimera. Como dijo Marx, redistribuirán la rique­za, dándole a cada uno “de acuerdo a su necesidad” y exigiendo de cada quien “de acuerdo a su habilidad”.

Esta tesis disfrazada de moral, en la práctica ha pro­bado ser no solo un fracaso total, sino también una esto­cada mortal a la libertad indi­vidual. En su nombre hom­bres como Joseph Stalin, Mao Tse-Tung, Fidel Castro y Hugo Chávez persiguieron, silenciaron, robaron y mata­ron a millones de sus conciu­dadanos para implementar un sistema que, a fin de cuen­tas, dejó a sus respectivas na­ciones sumidas en la paupé­rrima pobreza.

Bajo la bandera de la mo­ral, los susodichos cometieron inefable atrocidad buscando establecer la equidad mate­rial en la sociedad cuando lo que verdaderamente impor­ta no es la igualdad económi­ca en sentido general, sino el bienestar integral a nivel par­ticular. ¿O acaso le hace daño un multimillonario a un tra­bajador que se gana treinta o cuarenta mil dólares al año? De ninguna manera. Todo lo contrario, el multimillonario probablemente es el que ge­nera el empleo de tal trabaja­dor que labora día tras día para ganarse la vida.

Ahora, cuando el Estado lle­va a cabo una gesta social para igualar el salario del empresa­rio y del trabajador, destruye, en esa quijotesca labor, el mo­tor de la economía que opera con el “laissez-faire” como ga­solina. ¿Y qué es el “laissez-fai­re”? La frase, traducida al es­pañol, significa simplemente “dejar hacer”. De hecho, en su libro “La riqueza de las nacio­nes”, el padre de la economía moderna, Adam Smith, usa el “laissez-faire” como sinónimo de la mano invisible que dirige el comportamiento de las fuer­zas de oferta y de demanda. Esas fuerzas, en turno, operan sobre las ruedas del afán de lu­cro que resulta, a fin de cuen­tas, en la producción de rique­za, de bienes, de servicios y de herramientas que, en princi­pio, mejoran la calidad de vida de la sociedad entera.

En su obra maestra, Adam Smith explica este fenómeno diciendo que no es por la be­nevolencia del cervecero ni del carnicero ni del panadero que podemos contar con nuestra cena. Es, en cambio, por el in­terés particular de cada uno. En otras palabras, el cervece­ro, el carnicero y el panadero sirven cerveza, cortan carne y hacen pan no pensando en el mejor interés de Juan el hi­jo del Mariscal. Lo hacen, en cambio, pensando en su pro­pio interés y en el de sus hijos Francisco, Jean Pierre y Car­los Andrés. No obstante, Juan el hijo del Mariscal se beneficia de la labor de cada cual en el sentido de que cada vez que va a la cervecería, a la carnicería y a la panadería encuentra pro­visión para alimentar su barri­ga y alegrar su vida.

Por otro lado, la historia demuestra de manera con­tundente, que bajo gobier­nos comunistas Juan pasaría hambre y sería fusilado si se atreve a protestar por la esca­sez de carne. ¿Y qué provoca­ría la escasez no solo de carne, sino también de cerveza y del pan que no debe faltar en la mesa? Nada más y nada me­nos que el sistema comunis­ta que llevaría al cervecero, al carnicero y al panadero a la­borar no de acuerdo a su pro­pio interés, sino de acuerdo a las directrices de un régimen que después de depositar en las barrigas de los camaradas de la carne las mejores tajadas y del pan las mejores rebana­das, redistribuye esos bienes a razón de migajas en las ba­rrigas estrujadas de la gente enajenada por el dominio de una idea errada.

Lamentablemente, a pe­sar de su récord de incuestio­nables fracasos, el socialismo resurge de manera sistemáti­ca para llenar el vacío de una generación que entiende que el éxito es un derecho que de­be ser garantizado sustrayen­do los bienes de aquellos que lo han logrado en base a su es­fuerzo y a los esfuerzos de los que lo engendraron.

Para sorpresa de muchos, en este momento histórico, el socialismo ha resurgido con fuerza en el lugar donde la de­mocracia y la libre empresa han logrado sus mayores proe­zas. Allá en la tierra de Carne­gie y de Rockefeller, de Edison y de Ford, de Gates y de Jobs, de Bezos y de Buffet, de Win­frey y de Musk, se habla de agrandar el Estado y achicar el mercado a través de políticas socialistas que llevan más de cien años fracasando.

¿Y cómo es que ese veneno puede penetrar en el corazón de la oficina oval? A través de Jose­ph Biden si este sale electo pre­sidente del país cuyo sistema ca­pitalista todo el mundo admira, aunque pocos hoy día lo verba­lizan. De hecho, los que con sus acciones dicen que lo admiran porque a ese país emigran, con sus palabras lo critican para ser populares en una cultura me­diática de élites radicales. Hispa­nos, europeos, orientales y gen­tes provenientes de todos los puntos cardinales hacen fila para entrar a EE. UU. con el objeto de mejorar sus vidas. Irónicamente cuando entran se doblegan ante ideas que buscan destruir el siste­ma por el cual ellos, en principio, decidieron emigrar a la tierra de Abraham Lincoln.

Esas ideas son las de socia­listas como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez. Ellos son los jinetes que manejan a Jo­seph Biden cual si fuera una ficha de ajedrez. A veces parece que en el tablero político-ideológico lo tienen moviéndose como el caballo, en la forma de “L” de Le­ningrado. Según las estadísticas, en noviembre ese caballo, respal­dado por la reina Ocasio, le ha­rá jaque mate al rey cuya coro­na tiene en la cima una “T” y en su aro inscrito el mensaje “Make America Great Again”.

En la mente de Sanders, de Ocasio y de sus correligionarios, entre los cuales están Antifa, Black Lives Matter y la Nación del Islam de Louis Farrakhan, la guerra contra el capitalismo está ganada. Tienen a la puerta de la Casa Blanca a Biden quien funge como el caballo de Troya que lleva en su vientre la pon­zoña que causaría la muerte de quien en vida fuere la economía capitalista estadounidense.

Pero eso es en su mente. En el tablero vemos al presidente Trump con una estructura defen­siva de acero emparejada con una formidable estrategia ofensiva que neutralizaría la amenaza socialista si en noviembre se levanta el pue­blo y vota favor del “laissez-faire”, del “déjame emprender”, de me­nos Estado y de más mercado. Es­to con el objeto de proseguir con los proyectos que en nuestros pe­chos albergamos, en nuestros cere­bros divisamos y con nuestras ma­nos materializamos sin el que el Estado nos diga qué, cómo, cuán­do ni cuánto.

El autor es economista www.jonathandoleo.com

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