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Enfoque

El tiempo de la educación

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Miguel FialloSanto Domingo, RD

Ante el agrava­miento de la situación sani­taria del país, convirtamos este tiempo de incertidum­bre, en una real oportuni­dad para adaptar el siste­ma de educación pública a los requerimientos mínimos que demandan los nuevos tiempos ¡Es el tiempo de la educación!

Durante los últimos cin­co meses, hemos sufrido el embate de una pandemia como no recuerdan las ge­neraciones que confluyen en el presente.

Las cifras de contagiados y muertos son sobrecoge­doras y no parecen retroce­der, sino por el contrario; la capacidad del sistema sani­tario para dar respuesta es­tá cercana a sus límites. Casi todos los escenarios vislum­bran un panorama difícil en la que los contagios pueden multiplicarse. La economía se afecta en casi todos sus indicadores, especialmen­te las actividades cotidianas y las relacionadas con el in­tercambio con el exterior.

El centro de nuestra pre­ocupación es el inminen­te regreso a las aulas de unos dos millones y medio aproximadamente de estu­diantes de todos los niveles en el sector público. Las pro­babilidades, según los pro­nósticos de los organismos nacionales e internaciona­les de que se agrave el pro­blema y se multiplique la crisis sanitaria son muy al­tas. La pregunta es: ¿Está nuestra escuela pú­blica preparada para la ac­tual situación? ¿Tenemos capacidad de respuesta pa­ra los múltiples incidentes que pueden presentarse, agravando la epidemia y poniendo en riesgo la vida de cientos y hasta miles de nuestros estudiantes, profe­sores y otros ciudadanos re­lacionados?

Es muy cierto y real que nuestros profesores han sido y son muy creativos, que el año recién terminado lo fina­lizaron realizando esfuerzos extraordinarios.

También es cierto que un porciento importante de los centros educativos no tiene agua potable; muchas de las tipologías de las edificaciones escolares, probablemente no han sido chequeadas contra los más recientes códigos an­tisísmicos. Con la tanda ex­tendida, se duplica el riesgo de un desastre.

La opción de continuar cla­ses de modo semipresencial también enfrenta obstáculos como la conectividad, afecta­da por la falta de energía eléc­trica, internet, la insuficien­te disponibilidad de tabletas (no ya computadoras), tan­to para profesores como es­tudiantes, así como la poca formación de maestros en el área de la no presencialidad. Muchos profesores han en­frentado hasta ahora la emer­gencia con la mejor buena voluntad, pero sin la prepara­ción tecnológica para lograr los niveles deseados.

Por todo lo anterior, nues­tra reflexión va en el sentido de que no se abran formal­mente las clases este año en los niveles de primaria, inter­medio y bachiller de la ense­ñanza pública.

Esto ya ha sucedido en nuestro país, a causa de cata­clismos sociopolíticos. Aho­ra se trata de una crisis que pone en peligro de muerte a miles de dominicanos en los próximos meses, según ya se ha estimado. Esta decisión requiere de voluntad política, pero puede hacerse y no sería tiempo perdido.

Un aspecto a destacar es que el desayuno escolar se mantendría tal cual se realiza hasta este momento

La verdad es que esta tra­gedia puede convertirse en época de oportunidades; en tiempos de educación, ES EL TIEMPO DE LA EDUCA­CIÓN. Estaríamos solucio­nando dos grandes proble­mas, proteger la salud de una parte importante de la pobla­ción y la preparación integral para el despegue definitivo de la educación pública en nuestro país.

El Estado puede acceder a recursos frescos de organis­mos multilaterales en adición a los que tiene del 4% del PIB. Todo esto para elevar las condiciones de nuestro sis­tema educativo público, que nos acerquen a la altura que demandan las actuales y fu­turas circunstancias, así co­mo competir en igualdad de condiciones con muchos co­legios privados a través de la implementación inmediata de algunas medidas, entre las que estarían:

- Capacitar al perso­nal docente en las técnicas virtuales para que puedan desarrollar efectivamente clases no presenciales, que parece serán la tendencia a corto, mediano y largo pla­zo, en el nuevo mundo al que nos abocamos a convivir

- Para esto pudiera re­currirse al INAFOCAN, a las universidades, a la ra­dio y a la televisión esta­tal entre otros medios no exclusivos

- Dotar de tabletas a los 2 millones y pico de estudian­tes y maestros que hoy no tie­nen acceso a una computa­dora.

- Chequear las estructuras antisísmicas de los diferentes tipos de planteles escolares.

- Garantizar el acceso al agua potable en todas las es­cuelas, dotando de pozos con filtros adecuados a aquellas que lo precisen.

- De igual manera podían adquirirse plantas elécticas de 12 kw para los planteles que no dispongan de energía electrica.

- Garantizar el acceso a in­ternet a todas las escuelas del país.

- Disminuir o eliminar las cargas impositivas a maes­tros y estudiantes por los servicios que constituyen sus instrumentos de traba­jo: Internet, y equipos tec­nológicos que ronda por un 30%.

No se trata de medidas ra­dicales, sino de proteger a nuestros estudiantes y pro­fesores pero también a sus familias. A su vez, de no uti­lizar el tiempo aparentemen­te perdido, y acondicionar nuestras escuelas integral­mente, siguiendo una cultura de desarrollo y sostenibilidad versus la existente de reaccio­nar a los hechos en medio de contingencias; cuando estas muchas veces son insupera­bles.

Si seguimos haciendo lo mismo, solo tendremos los mismos resultados que exhi­bimos en todas las pruebas y mediciones nacionales e in­ternacionales.

Al tiempo que hacemos esta reflexión, reafirmamos nuestra disposición a colabo­rar en todas las formas que estén a nuestro alcance, por el bien, la seguridad y la pros­peridad de nuestro país. Es­tamos seguros de que juntos, gobierno y sociedad civil sa­bremos salir adelante.

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