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La pandemia entra en territorio desconocido en Estados Unidos

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Pavlo Ximénez deSandoval / Tomado de EL PAÍS.Los Ángeles, Estados Unidos.

La forma de la curva del coronavirus en Estados Unidos aparece ya hasta en los anuncios electorales de los demócratas. Hay un pico inicial en marzo y abril, como en todos los países. Igualmente, una bajada progresiva en mayo. De pronto, la tendencia se invierte. Mientras en los demás países se mantiene bajo el ritmo de contagios, en EE UU se ha disparado en la segunda mitad de junio. La curva tiene forma de cuernos. Las causas son varias y no está claro qué peso tiene cada una. Pero la principal es que los estadounidenses le han perdido el miedo al virus. Están quedando, saliendo, viajando y yendo a la playa. Faltan unas semanas para conocer las consecuencias en hospitalizaciones y en muertes. Mientras otros países están bien o mal, pero al menos saben dónde están, Estados Unidos está en terreno desconocido.

Estados Unidos ha confirmado 2,8 millones de casos de covid-19 desde que se descubrió el primer positivo a finales de febrero. Han muerto cerca de 130.000 personas. Cada vez que el gobernador de California da las cifras totales del Estado, añade: “Obviamente, la gente no vive en el acumulado, vive en algún sitio”. Pasa lo mismo con las cifras nacionales de Estados Unidos. Los problemas están en lugares específicos. Concretamente, en aquellos que se libraron del primer impacto. El virus no está volviendo, está viajando de las costas al interior.

En abril, los contagios se dispararon en el noreste. Solo Nueva York y Nueva Jersey llegaron a tener la mitad de positivos de todo el país. Louisiana, Massachusetts, Connecticut, Michigan y Washington sufrieron también brotes. A partir de junio, en esos Estados han bajado los contagios entre un 46% (Connecticut) y un 87% (Nueva York) desde el pico. Ahora, tres cuartas partes de los nuevos casos están en el resto del país. Estados Unidos lleva ya tres días seguidos registrando más de 50.000 casos diarios. Las cifras son entre “preocupantes” y “alarmantes”, según el experto que hable cada día. “Inquietante”, dijo el principal epidemiólogo del país, el doctor Anthony Fauci.

Tres Estados han visto los aumentos más agudos. Arizona, Florida y Texas tenían cifras bajas de contagios. Han comenzado a abrir sus economías y la media de positivos semanal ha aumentado entre un 600% y un 900%. En California, el Estado donde se registró la primera muerte por covid-19 y el primero que impuso estrictas órdenes de cuarentena, la curva se ha mantenido baja hasta que ha comenzado a abrir su economía.

Arturo Bustamante, profesor de Política Sanitaria de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), explica que la pandemia “ha empezado en las áreas urbanas más conectadas con el mundo”. Nueva York, la puerta de EE UU a Europa, y Los Ángeles y San Francisco, la puerta de Asia. “Después, ha pasado a ciudades secundarias, como Phoenix, Dallas o Atlanta”. En esos lugares, ha coincidido el hecho de que el virus llegara más tarde con que nunca hubo verdaderas medidas de confinamiento y además, se han puesto a reabrir a la vez que aquellos Estados donde ya había pasado el pico de contagios. “Los casos han crecido mucho más deprisa porque van por detrás de Nueva York o California en la pandemia”. Es decir, que han reabierto en pleno pico. En Arizona no hay ni curva, es una pared vertical.

Fiesta de lanchas en el río Salt River, Arizona, el pasado 27 de junio. Foto: CHENEY ORR / REUTERS

El aumento de cifras en junio coincide con el relajo del comportamiento individual en el puente del Memorial Day, el pasado 25 de mayo. “Las avalanchas de nuevos casos ocurren con dos o tres semanas de retraso. Las cifras de hoy son la imagen de lo que pasó hace tres semanas”, explica Bustamante. Por eso los expertos están preocupados por lo que pueda suponer este fin de semana, 4 de julio, en las cifras de agosto. Juntarse con familia y amigos por la Fiesta Nacional de EE UU es irrenunciable para los norteamericanos. Este viernes, el alcalde de Los Ángeles rogó por Twitter que nadie celebre la fiesta con personas que no vivan en su casa. “Se calcula que el 66% de los nuevos contagios son dentro de casa”.

Bustamante cita varias razones que explican el aumento general de contagios. Primero, el relajo de las reglas de confinamiento. “La gente está más en la calle y se siente más relajada en cuanto a las mascarillas o el distanciamiento. Hay más fiestas, reuniones y funerales. Hay un gran número de contagios entre personas que sienten que la epidemia ya pasó”. Este argumento es más amplio. La gente no solo está haciendo reuniones en casa, sino viajes no esen ciales que ha pospuesto meses. En EE UU en todo momento se ha podido salir de casa a pasear y viajar de un lado a otro. Aun así, “hay un clima de hartazgo del confinamiento” y ganas de hacer vida normal. “Yo sigo sin salir de mi casa. Sigo comprando todo por Internet y sigo sin ver a nadie, como el primer día”, afirma Bustamante.

Otro factor es el número de pruebas. “No explica por sí solo el aumento en el número de casos, pero la capacidad de detectar positivos es mayor”. Es decir, antes había mucha gente asintomática o con síntomas leves que superaba la enfermedad sin llegar a hacerse nunca la prueba. Ahora, la prueba de covid-19 es “prácticamente universal”. A principios de abril se hacían 100.000 tests diarios. Ahora, más de 600.000. “Comparar el número de positivos con el principio de la pandemia no es justo”, afirma Bustamante. Las siguientes tres o cuatro semanas van a ser la clave para ver cómo evolucionan estos casos. “Si acaban en complicaciones y en hospitalizaciones, va a ser más crítico. Entonces es cuando a lo mejor hay que revertir las medidas”.

En ninguno de estos lugares se puede decir aún que el virus esté fuera de control. Pero está camino de ello. Uno de los datos que inspiran cierto optimismo es que buena parte de los nuevos casos son de un perfil más joven que lo que se vio en Nueva York en abril. La mitad de los casos de Arizona tienen entre 20 y 44 años. La edad media de los infectados en Florida ha bajado de 65 a 35. Se están infectando los jóvenes, lo cual podría indicar que solo una parte de los contagios acabarán en el hospital. En cualquier caso, ya se está notando la presión sobre los hospitales de Phoenix y Houston.

Hay un factor político en todo esto, añade la profesora Naredeh Pourat, experta en economía sanitaria de UCLA. La división política en el país está empezando a hacer mella en la prevención. “Este país está muy dividido y eso se está metiendo en la salud pública, que debería ser algo fuera de discusión. Estoy preocupada”. El ejemplo más notorio es el del presidente Donald Trump, que aún hoy se niega a llevar una mascarilla en público. Hasta los gobernadores de Texas y Arizona, que son hooligans del presidente, llevan mascarilla y han pedido a la población que lo haga. En Texas es obligatorio desde esta semana. “Hay una correlación fuerte con el aspecto político. No se ha manejado la infección desde el punto de vista de la salud pública”, sino de la pose política. En opinión de Pourat, falta una estrategia federal y la respuesta está sufriendo por la cacofonía entre Administraciones federales, estatales, regionales y locales, a veces con normas contradictorias.

Mientras en otros países la covid-19 parece controlada dentro de ciertos márgenes, en Estados Unidos se adentra en semanas de incertidumbre. El país es un gigantesco laboratorio en el que el mundo va a comprobar qué ocurre cuando buena parte de la población le pierde el miedo al virus y empieza a hacer vida normal.