Reportero cuenta experiencia como pasajero

Del Teleférico a una OMSA con zapatos fumigados.

Del Teleférico a una OMSA con zapatos fumigados.

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Martín AdamesSanto Domingo, RD

Según iniciaron sus opera­ciones este miércoles, jus­to dos meses de haber sido suspendidas por el corona­virus, abordé el Teleférico en la estación de Gualey y hasta Sabana Pérdida y lue­go una unidad de la Oficina Metropolitana de Autobu­ses (OMSA), para reportar cómo eran utilizados estos sistemas de transporte en la “covidianidad”.

Mientras esperaba por una de las cabinas, me re­monté al primer recorrido que hice tras su inaugura­ción, pues la pavura y la an­siedad se denotaba en los pasajeros, solo que esta vez no por las alturas y la pri­mera sensación, sino por el temor a sentarse y tocar su­perficies que miles más han tocado, y mientras el Co­vid-19 continúa su propa­gación.

Era casi una obligación, las personas se montaban en medio del pánico, pues era eso, o llegar tarde a sus trabajos o diligencias, tras dos meses de cuarentena.

Próximo a las 7:00 de la mañana, cuando la asisten­cia de usuarios aún era mí­nima, la cabina ya estaba en la Estación de los Tres Brazos, donde finalizaba el trayecto. A partir de ahí ha­bía una unidad de la OMSA para trasladar a quienes de­seaban llegar hasta Sabana Pérdida, y nueva vez el pá­nico hacia dudar a los pasa­jeros sobre si abordaban o no, hasta que tras varios se­gundos lo hacían, pues las otras opciones eran iguales o peores.

“Uno solo por asiento. Mantengan el distancia­miento social”, instruía re­petidas veces una agente del Cuerpo Especializado para la Seguridad del Me­tro (CESMET) a quienes to­maban la OMSA, pues aun­que la “covidianidad” es una realidad, aún hay ciu­dadanos que osan acercar­se a otros.

Tomo nueva vez el Te­leférico, pero en el trayec­to contrario, allí me centro en observar las activida­des que realizan las perso­nas debajo de mí, me pare­ció increíble la cantidad de personas que salían a hacer ejercicios, y fue difícil dis­tinguir desde arriba si era una excusa, o necesidad.

A medida que se acerca­ba las ocho de la mañana, la situación se parecía a varios meses a atrás, solo que con ciudadanos con mascarillas, y muchos con guantes. Am­bos sistemas de transporte retomaban su ritmo de cir­culación y pasajeros.

“Nada más son tres”, re­funfuñó una pasajera al ver la pretensión de dos jóve­nes de subirse a una cabina donde ya habían dos… ella y yo. “La gente no entien­de”, murmuró mirando ha­cia la ventana, la señora que portaba el uniforme de una entidad bancaria.

Miembros del CESMET rociaban una especie de “desinfectante” en las sue­las de los zapatos de quie­nes abordaban la OMSA.

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