Reportaje. Ingeniera marítima
Piloto banileja se graduó con honores en el año 1996
Para lograr los éxitos que hoy exhibe con orgullo la banileja Marisol Chalas, primera dominicana y latina en pilotear helicópteros de combate Black Hawk en la Guardia Nacional de Estado Unidos, debió trabajar 48 horas los fines de semana mientras estudiaba en la universidad, a fin de pagar su carrera, revela en entrevista exclusiva para Listín Diario.
Nació en 1982 en un barrio al norte de Baní, en Pueblo Nuevo, justamente en la Luis Marcano, número 23, en una casita humilde, la que recuerda con nostalgia, sobre todo “la mata de almendras que había al frente”, donde majaba con piedras el fruto de este árbol, con sus amiguitas de niñez.
Marisol reside en Washington D.C., y es la mayor de una familia de 6 miembros. Su madre Dulce María Méndez Matos, oriunda de Duvergé, vive en Boston. Su padre Napoleón Chalas, de 74 años, que laboró como chofer de camión en Industrias Banilejas hasta que salió del país en 1979. Desde 1984 trabaja como supervisor del Hotel Hilton, en New York.
Esta joven piloto recuerda también cuando tenía que ir a pie al colegio, cuadernos en mano, cruzar casi todo la ciudad de Baní, en cuyo recorrido pasaba junto a la factoría de café, donde laboraba su padre Napoleón, hasta que decidió irse a Estados Unidos.
A los 7 años, sus padres, antes de partir a los Estados Unidos, la llevaron junto a sus tres hermanas a casa de su abuela materna, al sitio conocido como Mella, en Duvergé, distante a 250 kilómetros al suroeste del país.El día de su cumpleaños, 21 de diciembre, Marisol y sus tres primeras hermanas llegaron a Boston. Ella ingresó al cuarto grado de la primaria.
Cuenta con alegría que el primer año fue bien agradable, pues se hablaba español, estaba con sus hermanas, todos eran hispanos: “teníamos la misma historia; éramos inmigrantes”.
Las cosas empezaron a complicarse cuando pasó a la siguiente escuela, ahí ya no se hablaba español, entonces hubo un par de años difíciles. Narra que entrando en la adolescencia tuvo que aprender el idioma inglés, la cultura estadounidense, hacer nuevas amistades y muchos ajustes.
Terminado su bachillerato, ella y su mejor amiga (aún conservan amistad), decidieron enrolarse en la Guardia Nacional, pero cuando estaban en la estación, Marisol revela que su amiga entró en dudas y se devolvió, “yo decidí seguir y me enrolé como reserva del ejército”. No niega que también dudó frente al nuevo reto, sobre todo porque era algo desconocido para ella; sin embargo, llevaba esa vocación oculta, ya que su padre le confesó años después que él fue militar en República Dominicana en la década de los 70.
Con mucho orgullo revela que dedicaba 48 horas cada fin de semana al trabajo, para pagar su universidad hasta que se graduó de ingeniería marítima de la Academia Marítima de Massachusetts. Al hablar de sus estudios universitarios, expresa que su primer año fue un desastre, con muy bajas calificaciones, lo que la llevó a pararlos durante un año. Luego analizó la situación y se dijo: “si yo fui una muy buena estudiante en la high school, ¿qué es lo estoy pesando?”
Se dio cuenta que era un asunto de poca madurez y falta de disciplina para estudiar bajo esas condiciones. “Así que regresé a mi universidad, asumí el reto, hice los ajustes, los cambios de lugar y vencí las dificultades”. Marisol terminó su carrera universitaria en 1996 con los más altos honores. No entró a la academia de pilotos una vez terminada su carrera universitaria, porque según explica quería trabajar como una persona civil desde su carrera, así rechazó su primera oportunidad para lograr ser la primera mujer dominicana piloto de Black Hawk del ejército estadounidense.
Dos días después de graduase se fue a trabajar a la General Electric, División Nuclear en San José, CA. “Me gradué un sábado, volé a California un domingo y comencé ese lunes como mecánica de reactores nucleares”, explica con alegría.
Como llega al ejército
Cuanta Marisol que estando en la universidad, uno de sus profesores, capitán de la marina estadounidense, la motivaba frecuentemente y le daba algunas instrucciones para que ingresara a la marina, a fin de que fuera la primera mujer dominicana piloto de Blach Hawk.
“Pero en ese momento no entré, lo que quería era empezar e trabajar en la vida civil para ganar dinero”, asegura. Por eso no tomó esa primera oportunidad y siempre le quedó ese deseo de ingresar y se lamentaba de no haber aprovechado aquella oportunidad.
Al mudarse a California intentó enrolarse de nuevo a la academia de pilotos, pero no pudo. Luego al trasladarse a Georgia, siempre por asuntos laborales, aunque seguía siendo miembro de la Reserva de la Guardia Nacional, allí por fin tuvo la oportunidad de ingresar a la escuela de oficiales y luego a la escuela de pilotos: “y gracias a Dios lo logré”.
Riesgos de este trabajo
Cree que en todos los trabajos hay peligros y riesgos. “Estar en una de estas máquinas en cualquier misión hay riesgos, pero uno como soldado y como en todo en la vida hay que preparase para afrontar riesgos, prevenir accidentes y contratiempos. Me preparé para cualquier emergencia en este trabajo”, dice.
Recuerda cuando estuvo en una misión en Barahona, en la operación Nuevos Horizontes del Ejército de los Estados Unidos. Explica que iban a aterrizar en el aeropuerto María Montez y, volando sobre el mar, junto a su compañero piloto y dos personas más en los asientos de atrás, en ese momento el aparato presentó una emergencia mecánica, “pero mi compañero y yo maniobramos de acuerdo a la situación y logramos aterrizar sanos y salvos”.
“Recuerdo que los pasajeros que nos acompañaban nos felicitaron por la destreza con que manejamos esa emergencia”, y en el tono de sus palabras se revela ese orgullo militar del deber cumplido. Sus padres la definen como una hija extraordinaria, humilde, sencilla, a quien los éxitos jamás se le han ido a la cabeza y con quien siempre se mantienen el contacto.