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¿Pudo Agripino doblegar a Balaguer en las elecciones de 1978?

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Yudelka DomínguezSanto Domingo, RD

Monseñor Agripino Núñez ha sido parte fundamental en muchos de los momentos de crisis política, social y económica de República Dominicana. En su libro “Ahora que puedo contarlo” destaca su labor de proponer y sugerir soluciones a conflictos sociales y políticos como representante de la iglesia.

Su sapiencia como conciliador le permite luego de la paralización del conteo de los votos en las elecciones de 1978 y los rumores de que las Fuerzas Armadas desconocerían los resultados emitidos por la Junta Central Electoral, donde se disputaban la presidencia Joaquín Balaguer y Antonio Guzmán Fernández, reunir a un grupo de intelectuales del momento como Víctor Espaillat, J. Armando Bermúdez (Poppy), Salomón Jorge, Francisco J. Thomén, Arturo Grullón, Carlos A. Bermúdez, Nicolás A. Vargas, Luis E. Nova y monseñor Roque Adames, obispo de Santiago de los Caballeros, para hacer un comunicado que saldría en varios medios de comunicación matutino, entre ellos Listín Diario, para hacer un llamado a que se restablezca el conteo de los votos y se acepten los resultados de las elecciones.

Con este escrito, bautizado como “Comunicado de Santiago”, Agripino asegura que surgieron otros que obligaron a Balaguer a cooperar para que se respeten los resultados que dieron como ganador a Antonio Guzmán.

“Hubo tal proliferación de comunicados que el doctor Joaquin Balaguer, presidente de la República, tuvo que hacer lo siguiente llamando: ‘Que cesen los comunicados’. Y recriminaba la supuesta indiferencia de dirigentes de su partido, de los cuales dijo ‘lloran como mujeres lo que no pudieron defender como hombres’”, dice en la obra.

Agripino Núñez Collado señala que un tiempo después de este proceso electoral, Balaguer le indicó que quien tenía la intención del aparente golpe de Estado electoral era el general Beauchamps Javier.

Años después, para 1979, ante la crisis política, Núñez Collado le sugirió a la Junta de Directores de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, de la cual era miembro, otorgarle el grado de doctor Honoris Causa a Antonio Guzmán, para entonces presidente de la República; a los expresidentes Joaquin Balaguer y Juan Bosch; a Rafael F. Bonnelly, expresidente del Consejo de Estado; el cardenal Octavio Antonio Beras y al Periodista Rafael Herrera Cabral, director de Listín Diario en ese momento.

“En 1979, a sugerencia de quien esto escribe, la Junta Directores de la hoy Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra decidió hacer un acto para la reconciliación del liderazgo nacional, que al mismo tiempo sirviera de ejemplo para la convivencia de la comunidad nacional”, dice en el libro.

Núñez Collado se reunió por separado con cada una de las personas elegidas, a quienes les informó lo que había decidido la Universidad Católica Madre y Maestra. El acto iba a coincidir, además, con la graduación en el país de los primeros profesionales en el área de Geología e Ingeniería de Minas, actividades que estaban siendo impulsadas por el entonces presidente con la adquisición de la mina de oro La Rosario.

Todos aceptaron, aunque destaca que Juan Bosch en primer momento aceptó el reconocimiento luego reacciona “de una forma muy diferente a la manera en que lo hizo en la primera visita. Esta vez dijo: ¨Yo acepto con una condición: que se me otorgue a mí por separado y antes del día 17, porque yo no puedo estar junto a esa gente del PRD¨”, comenta el libro, refiriéndose a Antonio Guzmán.

En el discurso, transcrito en el libro y pronunciado por el propio Agripino, quien era rector de la universidad, se destaca como monseñor y eleva las cualidades de cada uno de los actores, aunque entre líneas deja ver la verdadera intención del acto.

“Queremos en este momento insistir en que todos, en gran medida, han contribuido a la institucionalización de las normas de convivencia en la República Dominicana para asegurar que, en el futuro, la solución de los conflictos responda a las características sociales, culturales y económicas de nuestro país”, dice en una parte del discurso.

Parar la crisis por la inflación, la falta de alimentos y combustibles que estalló el país en 1990, ya que Balaguer, actual presidente, rehusó todo tipo de préstamos de organismos internacionales, llegando a pensar que con el impulso del sector construcción el país marchaba sin problemas, Agripino señala que volvió a ejercer su papel de reconciliador entre el pueblo, empresarios, organismos internacionales y el mandatario, con quien se reunió para manifestarle lo que se vivía en las calles de República Dominicana.

“Me referí a las filas de personas que trabajan y tenían que perder el tiempo para conseguir con qué moverse en sus vehículos. ¨Entiendo que usted debe dirigirse a la nación antes de que se produzca un estado de desesperación¨, manifestó. Él me escuchó tranquilamente y replicó: ¨Monseñor, cuando un presidente habla tiene que ofrecer cosas, y yo tengo las manos vacías. Ayúdeme, vamos a hacer reuniones que no pasen de doce personas¨, dice el libro.

Y así fue. Agripino se encargó de reunirse con empresarios del país, lograr reuniones con Balaguer que llevaron a la facilidad de un préstamo al Estado de 20 millones de dólares para el problema de los combustibles, flexibilizar que los empresarios que tenían mercancías en Aduanas pudieran retirarlas, además de la aceptación de una reforma tributaria que dio punto de partida al despegue de la economía de los 90 y por último, a que Balaguer se reuniera con las personas que estaban convocando a huelga.

Destaca que debido a esta labor, el periódico El Nacional hizo público un editorial en primera plana, con el titular en una sola línea que decía: “sindicalistas, vayan con Agripino al Palacio”.

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