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¿Cómo fue la noche de reapertura del bar donde dispararon a David Ortiz?

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Paul MathiasenSanto Domingo, RD

La noche de reapertura de Dial Bar and Lounge, el lugar donde David Ortiz fue herido de bala, estuvo envuelta bajo un ambiente de tranquilidad y confraternidad entre los concurrentes a ese centro nocturno.

Como sus horarios lo indican en sus redes sociales, y con una imagen publicada la tarde del viernes, que anunciaba el retorno a las actividades comerciales luego de su cierre tras los incidentes del pasado 9 de junio, el bar comenzó a recibir clientes desde las 8:00 de la noche.

Entre curiosos que observaban la reapertura del bar, como si se tratase de un suceso extraño, mostrando gestos, sorpresa y extrañez, y clientes risueños que aseguraban regresar a su “segunda casa” mientras ingresaban por una de las puertas donde había un nuevo personal de seguridad, el centro nocturno comenzaba a retomar su auge.

A casi un mes de haber sido cerrado, debido a sucesos e investigaciones sobre lo ocurrido allí, cuando el ex Grandes Ligas, David Ortiz, recibió un disparo que atravesó su espalda e impactó en el comunicador Jhoel López, el local, ubicado en la avenida presidente Vásquez, abrió sus puertas nuevamente con la implementación de mayores controles de seguridad.

Arribar al bar era darse cuenta que aquellos que no fueran “conocidos” por las personas encargadas de seguridad, debían pasar por una revisión que consistía en que pasaran por la persona un detector de metales, para posteriormente revisar a la persona de forma manual, esto era ejecutada por dos miembros de seguridad, uno de una empresa privada y otro con vestimenta con el logo del bar.

La mesa que ocupó David Ortiz

La entrada y salida se limitaron a dos zonas, el resto fue cubierto con jardineras de vistosos maceteros que bloquean la entrada directa al establecimiento. Debido a ese espacio cubierto, la aproximación y entrada al lugar limitaría el ingreso a un posible atacante, además de contar con personal de seguridad frente a la mesa donde fue herido el Big Papi

Esa misma mesa, fue el enfoque que decidieron dar las cámaras de los diferentes medios de comunicación que se acercaban al centro nocturno. Estos eran controlados y limitados a su ingreso y fotografías por la relacionista pública, quien de manera amigable interactuaba con los reporteros que se acercaran próximo a una de las entradas.

La otra entrada, a unos 10 metros de distancia, mantenía el mismo protocolo, sin embargo, allí había más personal, dado que los que conforman la “familia” del lugar, en referencia a aquellos clientes fijos como se refirió el día después la relacionista, cuando habló de la frecuencia de David Ortiz en el sitio. Llegaban en vehículos de lujo y jeepetas, al tiempo que eran asistidos por un ‘valet parking’ y luego un miembro de la seguridad los acomodaba en su mesa.

Cercano a este segundo punto de ingreso se encontraba el dueño del lugar, según identificaron varias personas cuestionadas. Esta figura de poder se mostraba afable con las personas que llegaban, saludaba, sonreía y no mostró, durante toda la noche, gesto alguno ante el recuerdo de lo que fue aquel domingo 9 de junio cuando sucedió el altercado que mancharía el nombre de su negocio y lo obligaría a cerrar hasta este viernes 6 de julio.

Su negocio fue cerrado y dejó de producir dinero, ante esto y evitando una nueva situación los protocolos de seguridad aumentaron. Los agentes de seguridad mantenían una atenta mirada a la avenida frente a lugar. Estos, volteaban constantemente la cabeza de un lado hacia otro atento a cualquier persona que se acercase mientras sostenían en su mano derecha un detector de metales.

Una vez pasada la barrera de seguridad, e inclusive desde el exterior del local, la visualización hacia la terraza e interior del bar es completa, no ofrece ninguna privación de observación hacia las personas que se sientan en las mesas de la terraza del local.

Allí en el centro se visualiza la mesa donde el Big Papi fue herido. En esta, durante toda la noche, un grupo de personas, cuatro hombres y dos mujeres, compartían una botella de whisky, con agua tónica. Estos vestían de forma casual y deportiva, dos de ellos con pantalones para ejercitarse, tenis y camisetas, siendo ellos dos protagonistas con sus constantes movimientos y salutaciones a diferentes personas durante gran parte de la velada.

La terraza del bar se mostraba concurrida, pero varias mesas quedaron vacías. El ambiente estaba en vuelto por música de diferentes géneros, urbano, trap, merengue y salsa fueron los ritmos que acompañaban, sin embargo, el volumen de esta permitía conversar sin la necesidad de alzar la voz.

Las personas que asisten al lugar ofrecen perfiles distintos en cuanto a vestimenta, algunos vestían de camisas, zapatos de vestir, relojes que aparentan ser ostentosos, otros se mostraban más casuales, usando camisetas, pantalones jeans y deportivos, así como tenis.

La terraza del lugar, en su mayoría, era concurrida por hombres, a excepciones de las camareras, todas vestían de negro, cabello liso y del mismo color que sus atuendos, quienes se mantenían recorriendo el lugar, sin embargo, cuando no eran solicitadas, estas esperaban fuera del negocio, a espaldas de la calle.

Varias de ellas, coinciden: “Aquí no pasó nada, eso fue cosa de una vez” cuando se habla de David Ortiz. Ellas se muestran nerviosas al tocar el tema, una se delata y comenta que tienen prohibido hablar de ello, mientras voltea la cabeza para visualizar dos puntos, la mesa donde se encuentra el dueño y donde se ubica la relacionista.

Otra, lamenta el hecho, comenta de manera discreta que conocía a David Ortiz con una sonrisa pícara, como si ocultara algo, instantáneamente cambia su rostro, se torna serio y cambia el tema. Al igual que su compañera voltea la mirada en búsqueda de alguien que la esté observando, como si se tratase de un tema tabú.

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