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Análisis

¿Debe Leonel conceder la reforma antes de que sea Presidente de nuevo?

La pugna al interior del PLD parece moverse de un medio juego feroz a un final dramático. Leonel ha alcanzado un posicionamiento ventajoso para sus piezas luego del fuego cruzado encarnizado del medio juego. “Las heridas han sido profundas”, concede con pesadumbre José Ramón Peralta. ¿Qué curso tomará el final? El gran maestro de ajedrez Savielly Tartakover decía: “Los errores están todos ahí sobre el tablero esperando ser cometidos”. Opinamos aquí sobre uno de los errores que acechan hacia delante.

A nuestro entender, la concesión políticamente más onerosa que puede hacer el leonelismo al danilismo en estos momentos finales sería permitir la reforma constitucional para eliminar el “nunca jamás ” a cambio de que leonel sea el candidato del PLD, no después de su retorno al poder.

Se sabe que el danilismo ha propuesto de manera insistente que la eliminación del “nunca jamás” sea acometida ahora. El leonelismo no ha cedido a ello, y al parecer la idea dominante en dicha parcela política hasta hace poco ha sido que ello podría ser acordado a fin de emprenderse solo después que Leonel retorne al poder. Los danilistas, mirándose en el espejo de lo que ha sido su propia praxis política antes y después del 2015 (con su infame Acuerdo de Juan Dolio) argumentan que “en nuestro país los acuerdos no se cumplen” y que por ello no pueden aceptar tal proposición.

El primer inconveniente que afrentaría el leonelismo, si conceden lo que el danilismo desea, es una brutal contradicción con su propia experiencia reciente, cuyo resultado devastador ha sido reconocido de manera críptica por el mismo Leonel al decir que “No guardamos rencor, pero la lección ha sido aprendida”. Parte fundamental de esa lección aprendida fue la irrefrenable búsqueda, por parte del danilismo, de eliminar a toda costa su liderazgo desde el 2012 mismo. El Quirinazo fue solo uno de los incontables episodios de esa persecución incansable, la cual solo perdió fuerza cuando explotó el escándalo Odebrecht y la Marcha Verde hizo aparición; esto último, junto a otros sonados casos de corrupción, hicieron un daño irreparable a la imagen de pulcritud que Danilo Medina había edificado, restándole capacidad de fuego para continuar la embestida contra Leonel. Sin embargo, hasta hoy no hay señal alguna de que el danilismo haya desistido del propósito de liquidar el liderazgo de Leonel. Ese proyecto solo está en pausa. En consecuencia, conceder la eliminación del Nunca Jamás de parte del leonelismo, sin estar en el poder, implicaría correr grandes riesgos políticos innecesarios e injustificables luego del inmenso esfuerzo que ha demandado restaurar la popularidad de Leonel.

El segundo inconveniente tiene que ver con la potencial degradación de lo que ha sido la zapata sobre la que se ha construido el resurgimiento del liderazgo de Leonel: su discurso intransigente en defensa del respeto a la Constitución como garantía de la institucionalidad de la nación. El danilismo no asigna valor al rol que tiene en la lucha política la esfera del debate ideológico-ético ni a la importancia de establecer la hegemonía en dicho ámbito a fin de avanzar una agenda política. Su praxis se resume en la utilización del control de mayorías mecánicas en estamentos burocráticos, en el uso del Estado y del dinero. Resumen el ejercicio del poder en la aplicación de la coerción. Leonel ha golpeado por el lado del consenso, un factor donde el danilismo ha mostrado carecer de capacidad operativa pero Leonel ha evidenciado manejar de manera virtuosa. Aunque el deterioro de la imagen de Danilo, debido a los casos de corrupción y las movilizaciones de la Marcha Verde, fue importante en detener la arremetida contra Leonel, la razón determinante de su explosivo resurgir ha sido el haber identificado el rechazo a una nueva reforma constitucional como un punto en torno al cual era posible unificar políticamente sectores populares, de clase media y de la clase dominante, junto a otros estamentos de la sociedad civil, del empresariado y del clero. Con ello ha demostrado que, si bien continuamos siendo un país atrasado y pre-moderno en muchas instancias, la esfera de la vida político-ideológica de la nación ha adquirido modificaciones cualitativas que no pueden ser ignoradas.

La intransigencia de Leonel en la defensa de la Constitución, adornada con una firmeza que no se le conocía antes (“no hay marcha atrás”) ha sido el factor fundamental en el ascenso vertiginoso de su popularidad. Conceder la reforma constitucional tan solo a cambio de haber obtenido la nominación presidencial de parte de un potencial contendiente (Danilo) inhabilitado para poder ser Presidente de nuevo, puede agrietar el extraordinario nivel de simpatía que hoy detenta Leonel. La sinceridad de la “INTRANSIGENCIA” y los fundamentos de la “FIRMEZA” habrán de cuestionarse.

Primero, sería un mentís a la supuesta centralidad de la integridad de la Constitución como garante de la institucionalidad. Es incontrovertible que un componente tan fundamental de la democracia y de la modernidad de la nación no puede ser dejado de lado a cambio del beneficio individual de ser candidato presidencial, sobre todo de parte de alguien que ya ha sido presidente tres veces.

Segundo, sería un mentís a la supuesta no negociabilidad contenida en la consigna “NO HAY MARCHA ATRÁS”. La oposición, y gran parte de la población, puede concluir que no había marcha atrás solo porque la propuesta adecuada no se había hecho.

Por último, ¿cómo quedaría el leonelismo frente a la oposición? Luego que indujo al PRM a plantear una postura sólida contra la reforma constitucional ¿los llamará ahora a que voten por ella?, ¿mandará a los diputados leonelistas a votar por ella?, ¿no constituiría todo esto una validación a posteriori de los diputados que estaban dispuestos a tomar dinero para votar a favor de la reforma?

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