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Su verdadera riqueza fue servir a los demás

Don Aníbal Guzmán fue un hombre de campo. Un agricultor cuya fortuna no fue a parar a su bolsillo. Supo a tiempo que el valor del hombre es repartir su dinero entre los pobres. Y La Vega fue testigo de sus valores espirituales. Construyó escuelas, liceos, iglesias y centros sociales. Financió congregaciones católicas. Todas las semanas llegaban a CONANI varios camiones de comida, que él financiaba para ser distribuidos en los diversos centros donde se albergaban o estudiaban los niños con problemas. Por muchos años ejerció como custodio de la Iglesia Santísima Trinidad, en el barrio vegano de Las Carolinas, labor que asumió a manera de sacrificio personal, para cuidar los bienes que allí se resguardaban. Invirtió en su pueblo todo lo ganado en vida.

Don Aníbal Guzmán falleció y La Vega está de luto. Fue enterrado de la misma forma en que vino al mundo, como siempre él quiso: con los bolsillos vacíos. Incluso, dejó grabado un video donde explicaba que el sentido de su vida había sido el trabajo y que las ganancias que obtuvo por sus labores fueron repartidas entre las gentes que más lo necesitaban.

Fue un hombre de Dios. Por eso invirtió en la construcción de varias iglesias para propagar la fe católica.

El ser humano Don Aníbal Guzmán nació en Moca hace 92 años. En esa ciudad aprendió el oficio de agricultor. Pero desde su juventud se estableció en La Vega, donde contrajo matrimonio con su esposa de toda la vida, Nidia Tavéras. Procreó siete hijos y estos le dieron 24 nietos y 15 biznietos, a quienes ayudó a formar como profesionales y agricultores como él. Hoy día son hombres y mujeres de bien que aportan con su trabajo al desarrollo de la producción agrícola, la medicina y los servicios. Son ciudadanos ejemplares que conocieron desde temprano el temple y el amor al trabajo de ese hombre que a pesar de ser dueño de cultivos, salía machete en mano todos los amaneceres en busca de la felicidad para quienes lo rodeaban.

Sus gustos Su gran afición era recorrer los campos, ciudades y paisajes de su país y del Caribe. Decía que él disfrutaba la naturaleza porque en ella encontraba a Dios y le permitía conocer a hombres y mujeres de otras regiones y estilos de vida. Lo mismo se dejaba ver en el Pico Duarte que en Samaná o en Bahía de las Águilas. Siempre se hacía acompañar de amigos o familiares porque no era cultor de la soledad. Pudo hacer posible uno de sus sueños: recorrer la Mayor de las Antillas desde Santiago de Cuba hasta La Habana. Siempre narraba con orgullo su recorrido en ómnibus de un extremo a otro de aquella isla, en medio del llamado Período Especial.

Nunca comió manjares a pesar de tener recursos para hacerlo, ni vestía con ropas costosas.

Siempre en su mesa brillaba la bandera dominicana, adornada con los espléndidos sabores a yuca, plátanos, arroz, habichuelas y otros víveres montunos.

Otro sueño de su vida fue subir al Pico Duarte y pudo hacerlo realidad.

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