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Pasión

Manuel Campos: el “cazador de gazapos” que llega a 101

Manuel de Jesús Campos Navarro, durante la entrevista, junto con su hija Claris y su nieta Carina. FOTO/JORGE CRUZ

Manuel de Jesús Campos Navarro, durante la entrevista, junto con su hija Claris y su nieta Carina. FOTO/JORGE CRUZ

Moderación, buen apetito y ejercitar el cerebro constantemente han sido la clave de la longevidad del ingeniero Manuel de Jesús Campos Navarro, quien tiene 101 años de edad.

Campos Navarro es un autodidacta de las matemáticas, y en su niñez prefería cambiar los juguetes que le regalaban por libros. En su época de estudiante solía corregir al profesor de álgebra.

También ha tenido inclinación por la gramática. “Soy un cazador de gazapos”, dice. Por eso, nunca le falta un lapicero rojo, con el que va marcando los errores que detecta. Aprendió a elaborar crucigramas debajo de una mata de limoncillo que había en el patio de la casa donde se crió, desde antes de los 10 años, un hecho que recuerda con emoción.

Autodidacta “Debajo de esa mata de limoncillo yo devoraba la literatura y la matemática, yo solo, aprendí logaritmo y regla de tres”, narra durante la entrevista realizada en su residencia, acompañado de su hija Claris y su nieta Carina.

Vio que con los crucigramas eran admirables las combinaciones que podía hacer.

“No hay otro idioma como el español, que se presentan tantas combinaciones y todavía creo que se puede seguir”, enfatizó.

Así fue creciendo con esa habilidad, a tal punto que sus amistades lo definían como “la vigía del idioma” y ante cualquier inquietud sobre un tema siempre decían “pregúntenle al oráculo”, refiriéndose a Campos Navarro. Aunque a veces no recuerda algunas fechas y hechos, muestra una mente brillante cuando le toca hablar de sus inicios en el mundo de la matemática y su incursión en los crucigramas. También aprendió a hacer jeroglíficos, de lo cual afirma le genera una gran satisfacción.

Con 101 años, todavía le fascina leer periódicos y libros. En la actualidad está separando en sílabas un libro del escritor Bruno Rosario Candelier para hacer un crucigrama silábico.

Duró alrededor de 30 años haciendo los crucigramas del LISTÍN DIARIO, hasta hace poco más de un año, pero ese don se lo legó a su nieta Carina, quien ha continuado con su obra. “En buenas manos está el pandero, y mi nieta lo sigue haciendo mejor que yo”, entiende. De forma esporádica, suele hacer algún crucigrama.

Cuando el equipo de LISTÍN DIARIO llegó a su residencia, Campos Navarro ya estaba sentado en un mueble, preparado para la entrevista, pero de inmediato sus primeras palabras fue enviarle saludos a sus excompañeros de labores. “Me saludan a Félix Lugo (el editor de diseño)”, expresó. Campos Navarro estuvo activo con los crucigramas hasta hace poco, pero tuvo que retirarse al estar aquejado de problemas de salud que ya ha ido superando.

Se describe como ordenado y sin vicios, según contó, porque le ha huido al tabaco, y cuando tenía que ingerir algún trago lo hacía con moderación.

“Gozo de buena salud, no me duele nada, siempre tengo buen apetito”, comentó Campos Navarro.

Solo presenta dificultades para moverse solo, por lo que requiere la ayuda de un andador, además tiene deficiencias auditivas, por lo que es necesario hablarle bastante alto y cerca del oído.

Le gusta transmitir los conocimientos adquiridos y hacer el bien a los demás.

Se mantiene con buen ánimo, y comenta que hasta caminando va pensando en las cosas que puede hacer. “Siempre deseo ayudar a los demás. Me gusta que los demás progresen”, expresó.

Anécdotas Narra que como a los 11 años su papá lo envió solo en un ferrocarril a comprar un giro bancario, desde una ciudad a otra, en Colombia, donde vivió con sus padres por tres meses.

Y recuerda que como no pudo hacer la gestión en un día, tuvo que dormir en una posada, y desde allí le mandó un telegrama a su papá diciéndole que iba al otro día. Como era mucho dinero el que llevaba, dijo que lo guardó debajo de la almohada.

Cuenta también que como tenía la fama de ser una persona de estudios, en una ocasión sus amigos se combinaron para sacarlo de ese ámbito, llevándolo a un cabaret, para darle una sorpresa. Señaló que cuando llegaron al lugar los sorprendidos fueron sus amigos, porque las mujeres le fueron encima diciéndole, “pero Campito, hace tiempo que usted no venía por aquí”.

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