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ENFOQUE

El gobierno del presidente mejía y su relación con Haití

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Homero Luis Lajara SoláSanto Domingo

Después de derrotar en las elecciones presidenciales del año 2000 al licenciado Danilo Medina, candidato oficialista del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) logró nuevamente el control del gobierno con el ingeniero agrónomo Hipólito Mejía al timón del buque del Estado, quien desde el mismo inicio mostró la intención de continuar con la diplomacia activa y de apertura del gobierno anterior con relación a Haití, pero con el sello y estilo de su personalidad.

Con este evidente propósito, designó al intelectual e historiador Hugo Tolentino Dipp como secretario de estado de Relaciones Exteriores, quien aunque era miembro prominente de su organización política, esto no fue óbice para que su desempeño profesional al frente de la diplomacia dominicana estuviera por encima de su compromiso partidario, lo cual quedó demostrado cuando el país hizo acto de presencia en foros, cumbres y conferencias internacionales que hicieron sentir a la República Dominicana en pleno contacto con la diplomacia global.

De igual manera, lo evidenció la presencia del jefe de Estado en actividades regionales y globales, que reflejaba las maniobras en procura de captación de recursos, inversiones y cooperación internacional, sobre todo de EE.UU., en función al interés nacional, sin dejar fuera los temas relacionados con la ayuda a Haití.

Como ha sido tradicional del lado dominicano, el presidente Hipólito Mejía se erigió en un vocero ante la comunidad internacional sobre la situación de Haití, en procura de incentivar el apoyo financiero para esta empobrecida nación, bajo el mejor argumento motivador: la República Dominicana no puede soportar sola la carga social que conlleva el éxodo pacífico desde el Oeste de la isla, demandando a todo vapor servicios básicos como salud, alimento, educación, vivienda, etc.

Bajo ese contexto y de manera concreta, el gobierno dominicano propuso a la comunidad internacional la creación de un “Fondo de Desarrollo de la Zona Fronteriza”, que fue una iniciativa en ese entonces coherente con su política exterior hacia Haití, sin que se pudiera alegar oportunismo o algún sentimiento pro haitiano.

Recordemos que durante este gobierno se debatió públicamente en los poderes ejecutivo y judicial el concepto de que la nacionalidad de muchos haitianos que vivían aquí no estaba definida con claridad, pues se argumentaba que aún habían contradicciones jurídicas en momentos en que el anteproyecto de la nueva Ley de Migración, aún campeaba por sus fueros en los despachos palaciegos, aparentemente por los intereses tocados, en tiempos en que conceptos fundamentales como el de soberanía debían ser protegidos en un mundo ya rumbo a la globalización.

El 9 de septiembre del 2000, durante la Cumbre del Milenio celebrada en la sede de la ONU en Nueva York, el presidente Mejía manifestó lo siguiente: “La República Dominicana tendrá una Ley de Migración inspirada en criterios racionales, aplicables a todos los extranjeros, sin distinción alguna, que vivan legal e ilegalmente en su territorio”, además puntualizó en dicho foro que la República Dominicana no podía sola con el problema haitiano, sino que el mismo le concernía y era compromiso de todos los países miembros de las Naciones Unidas.

Durante esa Cumbre, el presidente Mejía reiteró la metáfora del “matrimonio sin divorcio”, entre Haití y la República Dominicana, claro está, al tipo de unión donde el esposo es el único proveedor, que hace que las cosas sucedan en el hogar y se dedica a supervisar el desempeño escolar y social de sus hijos, mientras que la esposa no se ocupa de los quehaceres domésticos, no trabaja, no atiende al esposo y a los hijos, y para colmo vive desacreditando al padre proveedor con los vecinos. Tal como ocurre cuando el gobierno haitiano nos difamaba en los foros internacionales a pesar del apoyo que le brindamos, en lo social, económico, educativo y de salud, entre otros.

Continuando con su política y estrategia diplomática, el 21 de abril del 2001, en la III Cumbre de las Américas, celebrada en Quebec, Canadá, el presidente Mejía nuevamente se refirió a la problemática y solicitó ante ese escenario hemisférico la solidaridad con Haití en una concepción humanitaria que lograra impulsar su desarrollo material e integral del modo que amerita la globalización, refiriéndose una vez más a la creación del “Fondo de Desarrollo Fronterizo”, canal para recaudar recursos para el desarrollo de esa paupérrima nación enclavada en el hemisferio occidental.

Pocos meses después, el 4 de julio del 2001, en Nassau, Bahamas, el presidente Mejía asistió a la XX Conferencia de Jefes de Estado y de Gobiernos de la Comunidad del Caribe, reiterando una vez más la solicitud de creación del Fondo de Desarrollo de la Zona Fronteriza entre la República Dominicana y Haití.

Del mismo modo, en un motivador discurso para la inversión extranjera pronunciado en Buenos Aires, Argentina, el 22 de agosto del 2001, el presidente Mejía expuso: “La frontera dominicana con la República de Haití es una zona de alta prioridad en nuestro programa de desarrollo nacional. Por esa razón las empresas instaladas allí, sean de zonas francas o agroindustriales, metalmecánicas, entre otras; tendrían tarifas especiales de alquiler, acceso preferencial a las cuotas nacionales, plazos de 20 años renovables para las exenciones impositivas y pueden solicitar préstamos a bajas tasas de interés”.

El 11 de septiembre del 2001, el mundo fue impactado con la tragedia de las Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York, derribadas por terroristas, haciendo que el foco de atención girara bruscamente hacia la seguridad nacional y las medidas a adoptar contra el terrorismo, sacando de foco problemas económicos de naciones pobres, ya que las grandes potencias otearon su horizonte concentradas en la seguridad nacional de sus territorios.

No obstante y bajo este escenario mundial, el 20 de marzo del 2002, durante la Conferencia Internacional sobre Financiamiento para Desarrollo, en Monterrey, México, el presidente Mejía elevó su voz ante la comunidad internacional motivando ayudar al rescate económico y social de Haití.

En el gobierno del ingeniero Hipólito Mejía ocurrió un hecho que, aunque no guarda relación con su política hacia Haití, tiene un carácter histórico que no puede ser pasado por alto. Por orden directa del primer mandatario de la Nación, desde abril del 2003 a febrero 2004, y sin que se consultara al Congreso ni se discutiera en el Consejo de Seguridad de la ONU, como lo propuso públicamente su secretario de estado de Relaciones Exteriores, Hugo Tolentino Dipp, se conformaron las Fuerzas de Tarea Quisqueya 1 y 2, con un total de 602 militares dominicanos que se enviaron a la Guerra de Irak, hecho que motivó la renuncia del canciller Tolentino Dipp.

Siendo ésta la primera vez en la historia que se enviaban tropas dominicanas a una guerra en el exterior, gracias a Dios regresaron sin que hubieran bajas dominicanas. Como una nota al margen, las promesas del gobierno ofreciendo a estos soldados múltiples beneficios a su retorno al país, según declaraciones de prensa recientes de algunos de esos militares, aún no han sido cumplidas.

Los años finales del gobierno del presidente Mejía se caracterizaron por el incremento de la deuda externa, la quiebra bancaria, y las maniobras para paliar situaciones difíciles en el manejo financiero del Estado, con una devaluación significativa de nuestra moneda y la subida de los precios del barril de petróleo en el mercado internacional, ocupando estos temas sensitivos la agenda nacional, mientras el país navegaba en una barca geopolítica llena de sombras borrascosas.

Bajo ese preocupante escenario, la invasión pacífica de haitianos se iba incrementando con viento en popa, finalizando ese gobierno con muchos temas vitales en carpeta, quedando sobre todo pendiente la promulgación de la nueva Ley de Migración, vital para la regulación del fatídico problema de la inmigración sin control desde Haití .

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