50 años de Ejercicio Periodístico
Miguel Franjul: El periodismo es un sacerdocio de servicio a la sociedad
El director del LISTÍN DIARIO, Miguel Franjul, afirmó ayer que el periodismo de calidad no puede morir, al igual que el “gusanillo” de la vocación que los comunicadores sociales “llevamos dentro y que nos aguijonea cada día para que cumplamos nuestras responsabilidades”.
“Si de veras tienen y sienten esta vocación, ya pueden considerarse condenados, como yo, a este sacerdocio de servicio a la sociedad”, expresó Franjul durante la celebración ayer de sus 50 años en el ejercicio periodístico. Exhortó a los periodistas a mantener esa vacación y su compromiso con un periodismo de calidad por encima de todos los riesgos y trabas que gravitan sobre la prensa cuando esta hace valer su condición de libre e independiente.
Discurso pronunciado por el director del Listín en el acto
Don José Luis -Pepín- Corripio, presidente del Grupo de Comunicaciones Corripio Señores miembros del Consejo de Administración de la Editora Listín Diario Queridos invitados especiales Compañeros de trabajo, colegas directores de otros medios de comunicación Queridos familiares y amigos, querida Wendy, queridos hijos míos
Me siento muy enaltecido por este reconocimiento que ustedes me ofrecen al cumplir 50 años de ejercicio periodístico en mi país.
Cincuenta años es un período de tiempo que, aunque largo, a mí no me parece tal, porque la auténtica vocación periodística, que es la fuerza motora y vital que me ha permitido tan extenso ejercicio, no me deja espacio para llevar estas cuentas del calendario, sino para lidiar con las novedades de cada día y mirar siempre hacia el futuro, ya que este es un oficio que no admite pausas ni paradas.
Ha sido el mío un quehacer permanente, envolvente, apasionante. Una carrera de fondo que solo termina cuando se gasten las suelas de los zapatos o cuando se pierda el buen olfato para husmear y buscar la noticia y la verdad dondequiera que estas se encuentren.
El que entra a esta carrera por vocación debe saber que no tiene fecha de caducidad, porque todos los días experimentamos realidades distintas que hacen que el trabajo parezca renovado, inédito, dinámicamente cambiante.
Así como cualquier investigador de un laboratorio de química o el estudioso de las reliquias arqueológicas se arman de paciencia para llegar a un descubrimiento, al secreto de una fórmula o a un tesoro escondido, el periodista sale todos los días tras la noticia, se vuelve un orfebre de la buena escritura, presenta los hechos y aspira a que, una vez consumidos por el público, este se encuentre apto para conocer y formarse un juicio apropiado de esa realidad.
Ese, y no otro, es nuestro papel principal. Hemos abrazado una profesión en la que los retos son infinitos y en la que la pasión por la difusión de las noticias entraña no pocos riesgos para lo que constituye su principal virtud, que es la credibilidad y la confianza. Si estas se pierden, nuestro rol deja de tener sentido.
Eugenio Scalfari, fundador del diario La República de Italia, define al periodista como “aquel que le dice a la gente lo que le pasa a la gente”, pero su responsabilidad con la verdad está por encima de todo. De ahí que para ejercer un periodismo profesional es obligatorio que respetemos sus reglas básicas y las normas éticas que amparan el oficio. Jamás podemos permitir que nuestra principal prenda de valor, que es la de ser el primer borrador de la historia, pueda diluirse y perder su brillo por culpa de la manipulación, la adulteración o la falsificación de las noticias.
Con este credo recibo siempre a los jóvenes que entran cada año a nuestro programa de pasantías “Periodistas por un Año”, les digo que nunca se aparten de estas reglas de oro, y que nunca piensen que su experiencia está llamada a agotarse en doce meses. Y los animo diciéndoles: ¡Prepárense para ser periodistas para toda la vida!
Si de veras tienen y sienten esta vocación, ya pueden considerarse condenados, como yo, a este sacerdocio de servicio a la sociedad. Este “gusanillo” dura para toda la vida. No tiene antídotos ni paliativos y constantemente nos está inoculando las energías necesarias para asumir riesgos sin pensar mucho en sus consecuencias, para meternos en zonas peligrosas sin cascos ni chalecos protectores, para aguantar sed, hambre y cansancio en la cobertura de sucesos, o para resistir las presiones de sectores interesados que tratan de impedir al periodista, por las buenas o las malas, que llegue hasta el fondo de la verdad en la búsqueda de la noticia.
En la medida en que esa fuerza misteriosa crece y se reproduce en nuestras mentes y en nuestros corazones, en nuestra propia sangre, sentimos satisfacciones espirituales al saber que somos y actuamos como verdaderos interlocutores entre el poder y la sociedad, servidores de las mejores causas humanas y sociales y, más que todo, soldados guardianes de sus libertades.
Por haber sido aguijoneado por esta vocación es que he podido llegar a este pódium esta noche a celebrar mis 50 años de ejercicio periodístico.
Quiero dejar constancia de que para mí esta ha sido una carrera emocionante a través de la cual he conocido y utilizado todas las herramientas que, en cada momento, han servido a los reporteros y a la empresa periodística para producir periódicos o programas de radio y televisión, para asumir cada innovación tecnológica de la manera más óptima posible y para escalar, paso a paso, cada una de las diferentes categorías de mando que han marcado mi trayectoria en este oficio.
Llevo a cuestas un cúmulo de experiencias, buenas y malas, que afortunadamente no me pesan ni me impiden avanzar. Son mi mayor tesoro profesional y en ellas me baso para tratar de mantener un curso rectilíneo en el ejercicio de mi vocación.
La más delicada de esas responsabilidades es la de defender y proteger la tradición y el “corpus” de principios y valores que impregnan la vida del LISTÍN DIARIO, que casi triplica la mía, en cualquier circunstancia.
Desde la dirección, tratamos de que la línea editorial trazada por nuestros fundadores no se desvíe de los objetivos de ofrecer un periodismo veraz y de calidad, independiente y dirigido a la defensa del bien común, de los valores de la nacionalidad e idiosincrasia dominicana y de la justicia.
Nuestro eje principal es la defensa de todas las libertades humanas y en especial la libertad de expresión y de prensa, porque creemos que sin ellas no puede forjarse ni sostenerse un Estado democrático en el que se fomente y se respete la pluralidad de las ideas, la crítica y el permanente escrutinio de los poderes públicos.
Este es el compromiso que, por 129 años, ha sido la divisa que distingue al LISTÍN DIARIO, al cual debemos ser fieles todos los que formamos parte de nuestra empresa, cualquiera que sea su función, como ha sido la característica a lo largo de su historia.
En un momento de rápidas y profundas transformaciones en el ecosistema de las comunicaciones sociales, nuestro mayor desafío es afrontar sin vacilaciones y sin injustificadas negligencias esta dinámica de cambios, para seguir sirviéndole a la sociedad en sus afanes de progreso y de crecimiento en democracia y libertad.
Ese modelo de periodismo de calidad no puede morir.
Como tampoco puede morir el “gusanillo” de la vocación que llevamos dentro y que nos aguijonea cada día para que cumplamos nuestras responsabilidades, por encima de todos los riesgos y trabas que gravitan sobre la prensa cuando esta hace valer su condición de libre e independiente, cuando se muestra robusta y valiente para denunciar lo mal hecho y cuando echa la pelea para evitar que las ataduras, las cortapisas y los condicionamientos que emanan desde el poder o desde fuera de él, puedan quebrar su voluntad de sostener la vigencia de la libertad de expresión y la existencia de un estado de respeto a todos los derechos ciudadanos.
¡Muchas gracias!
Palabras pronunciadas por Miguel Franjul en la celebración de sus 50 años en el periodismo.
31 de octubre de 2018