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“Timing” y percepción en la política

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Ricardo Pérez fernández | ECONOMISTA Y POLITÓLOGOSanto Domingo

En el marco de la política, es difícil identificar situaciones, acciones o decisiones que puedan valorarse categóricamente como buenas o malas; como convenientes o inconvenientes, o como inteligentes o estúpidas. En realidad, la categorización dentro de los extremos que delimitan estos espectros, solo puede darse cuando se toma en consideración el contexto dentro del cual se toma una decisión determinada, una acción concreta, o ocurre una situación específica. Ese contexto, a su vez, es una especie de fotografía momentánea que captura una serie de variables que condicionan e inciden sobre cuál de las distintas alternativas que siempre se tienen, es la que ese elegirá.

Esto anterior, la conjunción entre variables y momento a la hora de estudiar situaciones y de tomar acciones, no es más que lo que conocemos como el “timing”. Cuando se toman decisiones con un sentido agudo y depurado de las variables que condicionan ese momento específico del tiempo, por lo general, se habrá tomado una decisión favorable, lo que demostraría buen “timing” de quien haya tomado la decisión o emprendido la acción en cuestión. Si por el contrario, se ha hecho una lectura equivocada del contexto definido por el momento, y se toma una decisión que terminara siendo perjudicial, se habrá desacertado en utilizar el “timing”” como mecanismo de impulsión a favor de nuestros intereses.

Los contextos, sin embargo, no son estáticos. Toda actividad, como la política, que comprenda la interrelación de personas con intereses distintos siempre será dinámica, y de ahí, que el “timing” de una decisión tenga que ser evaluado dentro del contexto y el momento específico en la que se toma, y no en ningún otro. Y ese mismo dinamismo que comportan los panoramas políticos eternamente cambiantes, es lo que hace que el siguiente aserto, en política, sea absolutamente posible: eso que ayer era acertado y conveniente, mañana resulta desacertado e inconveniente.

La percepción, es una categoría de la verdad tan o más poderosa que la verdad observada. Nuestro convencimiento de que tal o cual cosa es de una manera determinada, nos llevaría a tomar la misma decisión que tomaríamos si supiéramos a ciencia cierta lo que suponemos, porque así funcionamos sicológicamente. A la hora de decidir, por ejemplo, a favor de quien emitir un voto, es más importante mi apreciación o percepción de un candidato, que lo que un análisis lógico y racional de la realidad y la trayectoria de ese candidato me demuestren, y por eso, en estas dimensiones distintas de la verdad ---la observada y la imaginada--- se cumple la siguiente sentencia: mi idea de la verdad es tan o más importante que la verdad misma.

El “Timing” y percepción son dos fenómenos que gravitan de manera determinante sobre la política, y por ende, resulta interesante evaluar a través de ambos un acontecimiento de singular trascendencia política: el último giro en las negociaciones sobre la modalidad de primarias partidarias a ser aplicadas, en el marco del esfuerzo en lograr una nueva Ley de Partidos.

Las Primarias y el PRM La facción del PLD que lidera el presidente Danilo Medina, ha persistido en que se aprueben las primarias abiertas y simultáneas para todos los partidos. La carta enviada por el mandatario hace unas semanas, en la que pedía se buscara el consenso para poder lograr una Ley de Partidos, resultó ser una estrategia de dilación para darse más tiempo a negociar algo que aparentemente ha logrado, al menos al momento en que está siendo sometido este escrito: un entendimiento con el PRM.

El partido político supuestamente líder del bloque opositor, ha aceptado la última propuesta hecha por el sector del presidente Medina, a través del secretario general del PLD Reinaldo Pared Pérez. Esta contempla que los partidos que hayan obtenido sobre el 5% de los votos en las elecciones previas---caso del PLD y PRM--- tengan que ir a procesos de primarias internas donde cada uno elija la modalidad que quiera entre primarias abiertas ---ahora tratadas a través de un eufemismo como “primarias con el padrón de la JCE”--- y cerradas, pero que esa decisión ---ojo con esto--- sería tomada por los órganos superiores de cada partido.

Por el momento, Luis Abinader ha aceptado la primera parte de esta propuesta, ---que le hace desdecirse de su postura original---, la de que las primarias sean obligatorias y simultáneas para los partidos grandes, y se apresta a introducir dicha modificación, en el marco de la Comisión Ejecutiva Nacional de su partido, a la propuesta del Bloque Opositor conocida como “el librito”. Pero en cuanto a la modalidad y su método de escogencia, se encuentra entrampado. En la última reunión del Bloque Opositor, el PRM prometió que solo modificaría lo que ya dijimos anteriormente, y consecuentemente, de esto se dedujo que no se incluiría en dicha modificación, aquello de que los órganos superiores de los partidos serían los llamados a escoger el tipo de primaria ---cerrada o abierta--- a celebrarse. Su problema ---el de Abinader--- es que, según fuentes de incuestionable crédito, al día de hoy, esa parte también está pactada y aceptada, y ahora este no sabe cómo admitirlo frente a la alianza opositora, sin que esto genere una explosión que los fragmente irreparablemente.

¿Por qué habría decidido Abinader contradecirse y recular --- o flexibilizar, como se ha querido explicar--- en cuanto a su postura con relación a las primarias? Deducimos que la razón es que, ante el último informe de la Unidad de Inteligencia de The Economist y ante lo que reflejan las últimas encuestas, este ha entendido que el objetivo a vencer, desde ahora, es Leonel Fernández, y no la posibilidad de una segunda reelección, o que mediante primarias abiertas, una facción del PLD pueda conformar toda la boleta electoral presidencial del año 2020, incluyendo la del propio PRM.

Luis Abinader tal vez razona que pactando esto, primero, continuaría a salvo su candidatura presidencial en el PRM, por controlar este ---al menos hoy--- los órganos superiores de esa organización, y segundo, devolvería el problema al seno del PLD, agitando así aún más las discrepancias internas de esa organización. Pero ese razonamiento, si bien puede ser parcialmente cierto, implica otras cosas que en el tiempo podrían resultarles perjudiciales.

Si se formalizara un pacto entre el PRM de Abinader y la facción del PLD que representa el presidente Medina, se concretaría la percepción de que, en buen dominicano, este se vendió al gobierno, lo que quebrantaría un bloque opositor del cual él era líder, y afectaría su credibilidad y la firmeza ---o falta de esta--- percibida en su carácter, lo cual, en resumidas cuentas, pondría en tela de juicio su estampa e impronta como opción de poder.

Mientras que el “timing” de aquella rueda de prensa, donde dijo textualmente, en referencia al deseo de la mayoría de la sociedad dominicana de que las primarias partidarias fueran cerradas, que “esa es también la firme posición del PRM y la mía personal” fue impecable, por haberlo sentenciado en el momento álgido de rechazo a la pretensión de imponer las primarias abiertas por encima del deseo y la voluntad de una mayoría, el “timing” ahora, de admitir la flexibilización que lo llevarían a coincidir con la postura oficialista, resulta devastador. ¿Por qué planteamos lo anterior? Porque desde que el presidente Medina enviara la carta que procuraba un consenso, sin que al mismo tiempo se detuvieran los esfuerzos frenéticos de lograr los votos necesarios, se sabía que algún tipo de negociación se estaba gestando. Ahora sabemos que dicha negociación no era con ningún partido afín, ni con la facción peledeísta que se opone a las primarias abiertas, sino con, nada más y nada menos, el partido líder del bloque opositor. En términos de percepción, no hay manera de que esto no se interprete como otro acto transaccional más de los que priman en la política dominicana, con la diferencia de que esta vez sería protagonizado por quien insiste en que el PLD debe salir del poder, para dar paso a una nueva forma de hacer política.

“Timinig” y percepción: dos fenómenos capaces de entronizar o de sepultar cualquier proyecto político. A veces, perdiendo la batalla hoy, se gana la guerra mañana, pero sí y solo sí, el buen “timing” y la percepción de los espectadores así lo decidieran.

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