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LUCHA ANTITRUJILLISTA

Relata la entrega de los guerrilleros

El 16 de junio los militares montaron a Papín Abud en un helicóptero y este señaló el lugar exacto donde estaba el grupo de Enrique Jimenes Moya, que fue bombardeado con Napalm, pero sin sufrir bajas, y por el contrario mataron a varios soldados.

Al día siguiente, según relata Daniel Ariza Cabral, se produjo otro bombardeo que dispersó al grupo de Jimenes Moya, quedando él al oeste de la carretera Jarabacoa-Constanza, y el de Nené López al este.

El 17 Jimenes Moya quedó solo con José Arismendi Patiño (Chepito), quienes asediados por el hambre, llegaron a una casa de campesinos donde al comenzar a comer, fueron amarrados con sogas, entregados a un soldado que estaba embriagado y acto inmediato Jimenes Moya fue asesinado.

La gran huida del grupo de Gómez Ochoa

El Ejército se concentró en liquidar al grupo de Nené López, pues en cada combate le hizo bajas al gobierno y una vez logrado ese objetivo, marchó sobre el de Gómez Ochoa, que al principio era muy temido porque se pensaba que con ese comandante al frente, habría que pelear de a duro.

“Después de haber eliminado al grupo de Jimenes Moya y de Nené López, el Ejército se dio cuenta que el de Gómez Ochoa no peleaba. Entonces, el 30 de junio le hicieron un cerco, el comandante estaba en una hamaca, descalzo, después de cuatro o cinco días en el mismo sitio, permiten que el Ejército se le acerque, le abre fuego con ametralladoras y de los 20 guerrilleros, nueve murieron ahí y los otros huyeron”, explica Ariza Cabral.

Tras ese desastre, el puertorriqueño David Chervony le advierte a Gómez Ochoa que él no iba a seguir corriendo, sino que se iba a parar a pelear, por lo que se enfrentó con el Ejército y murió.

Vinieron 53 y a él lo mandaron Ariza cita que Gómez Ochoa admite que visitó a Fidel para que pusiera a otro a comandar el grupo en su lugar, incluso le sugirió que enviara a Lalo Sardiñas, pero el líder cubano mantuvo su decisión de enviarlo a él. “De manera que Gómez Ochoa no vino como voluntario a combatir, sino que fue enviado”, concluye Ariza Cabral.

Desesperados por el hambre, como cuenta Poncio Pou Saleta, el 7 de julio los guerrilleros acudieron a buscar comida a una pulpería que habían visto, pero fueron esperados por el Ejército, que le abrió fuego y redujo al grupo a solo seis hombres, pero al día siguiente los soldados mataron a Reinaldo Sintjago Pou.

Con solo cinco hombres: Gómez Ochoa, Frank López, Pablito Mirabal, Merardo y Pou Saleta.

El día 9 de julio, según el relato de Pou Saleta en su libro “En busca de la libertad”, los guerrilleros hicieron contacto con tres campesinos quienes le informaron que ya no había más hombres en el monte, todos estaban presos en Constanza y le daban buen trato.

“Reflexionando sobre lo dicho por los campesinos -dice Pou Saleta en la página 171 de su libro- Gómez Ochoa contestó que nosotros no estábamos dispuestos a derramar más sangre siempre y cuando viniera una persona para mediar nuestra entrega a las autoridades”.

Lo que siguió fue que Pou Saleta y Medardo Germán lograron reunirse con el sacerdote español Fernando Gavino mientras Gómez Ochoa, Frank López y Pablito Mirabal esperaban. Cuando los dos dominicanos regresaron hacia donde estaban los otros tres, no los encontraron, por lo que volvieron hacia el sacerdote y se entregaron, siendo recibidos por el general Mélido Marte, sustituto de Juan Tomás Díaz, quien les dio un trato respetuoso. Ante la desastrosa situación del grupo, Mayobanex Vargas tomó la determinación de acercarse a la finca de su padre y luego fue entregado a las autoridades en Bonao.

Gonzalo Almonte Pacheco, que quedó solo en una de las escaramuzas de la primera semana de julio, después de días errante y desarmado, llegó a la casa de un campesino que lo alimentó, pero finalmente lo entregó al Ejército, siendo apresado.

La entrega de Gómez Ochoa Según relata Ariza Cabral, cuando Gómez Ochoa queda solo junto a Frank López y Pablito Mirabal, no tenía ninguna intención de pelear, sino de entregarse.

“Gómez Ochoa dio en reiteradas ocasiones órdenes de no disparar, pero nunca dio órdenes de atacar, ni de hacer emboscadas. No hay un solo caso en que él ordenara ataque”, expresa Ariza Cabral.

La oportunidad de la entrega se presentó cuando dos oficiales, amigos de Ariza Cabral, pasaban muy cerca de los tres guerrilleros que estaban ocultos. Eran el capitán Joaquín Abraham Méndez Lara, y el segundo teniente Héctor García Tejada.

Según le relataron ambos oficiales a Ariza Cabral, Gómez Ochoa gritó: “Yo quiero entregarme”. A lo que le contestaron que si ese era su deseo, que avanzara con el arma en alto.

Lo que siguió después fue un breve intercambio entre Gómez Ochoa y los dos oficiales porque el guerrillero quería garantías de que no lo asesinaran, las que les fueron dadas.

Acto seguido, Gómez Ochoa entregó el arma y dijo: “Revise ese fusil. Ese fusil no ha disparado un solo tiro”, cuenta Ariza Cabral.

Luego Gómez Ochoa llamó a Frank y a Pablito y también se entregaron a los oficiales, no a Juan Tomás Díaz, que había sido trasladado de la zona tres semanas atrás.

Méndez Lara y García Tejada, relataron a Ariza Cabral los pormenores de la entrega cuando la operación había sido concluida.

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