ANÁLISIS NOTICIOSO
División del PLD parece inevitable

Leonel Fernández y Danilo Medina, figuras principales del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), están empate. O “en pa”, como dirían en Villa Majega o Sabana Alta, donde algunos se toman el tiempo para leer mis digresiones.
Leonel decepcionó a Danilo cuando contrariando el principio antirreeleccionista de Juan Bosch y del PLD hasta ese momento, buscó la reelección presidencial y la logró tras haberlo aplastado en las primarias internas celebradas el 6 de mayo de 2007. El entonces perdedor (Danilo) afirmó: “Reconozcamos que numéricamente el Estado (Leonel era el Presidente) ganó y que la reelección tiene un espacio dentro del Partido de la Liberación Dominicana”.
Como no se atrevió a intentar modificar la Constitución para habilitar la reelección antes de las elecciones de 2012 como se lo proponían Freddy Pérez y Félix Bautista, convertidos en “ingenieros constitucionalistas”, Leonel se decantó -persuadiendo de paso a Margarita de que dejara sus aspiraciones- y terminó apoyando a Danilo para que ganara las elecciones frente a Hipólito Mejía, que le llevaba una ventaja de más de 20% y que él mismo se encargó de regalar el poder por su memez.
Pero desde el poder Danilo sorprendió a Leonel en la primavera de 2015 cuando usó su mayoría en el Comité Político -no fue necesario acudir al Comité Central donde obtendría el mismo resultado- para aprobar la decisión de instruir al bloque parlamentario del PLD para que impulsara la reforma constitucional enfocada en habilitar nuevamente la reelección presidencial consecutiva, que estaba prohibida en forma expresa por la Constitución de 2010.
Pese a la resistencia discursiva de Leonel, la Constitución fue modificada, la posibilidad de la reelección entronizada con el “dos períodos y nunca más” -mientras tanto- y Danilo retuvo el poder en mayo de 2016.
Leonel yacía taciturno dando viajes al exterior y refugiado en su “bunker” de la calle Capitán Eugenio de Marchena: la Fundación Global, Democracia y Desarrollo (Funglode), que convertida en universidad, es mucho más que un pasatiempo para leer y esperar.
De ahí en adelante, la desconfianza ha sido y será mutua porque Danilo entendió que Leonel le cerró los pasillos del Palacio Nacional en 2008 y Leonel vivió la realidad de que Danilo le impidió volver a postularse en 2016 como era su anhelo, y creyó merecer.
Con ese antecedente tan explícito, cualquier aficionado de la política dominicana debía concluir en que para las elecciones de 2020, un acuerdo político o una convivencia respetable entre Danilo y Leonel, no tienen posibilidad porque la confianza está perdida.
Cuando un político de academia como Leonel lee o le comentan inferencias como estas que yo escribo, casi seguro responde -y lo hizo públicamente en el aniversario 44 de la fundación del PLD- diciendo que “quienes apuestan a la división del PLD”, no lograrán su propósito porque esa organización retendrá el poder en 2020.
Pero resulta que ningún opositor del PLD y menos un periodista que quiere aprender a analizar la realidad política y observar el futuro, lo ha puesto a pelear con Danilo. ¡Ha sido la lucha por el poder, y ahí no batallan ingenuos, sino dirigentes interesados en controlarlo todo en el país!
Actualmente Leonel y Danilo están -sin quizás, como diría Manuel Reyes- en un pulso con objetivos bien definidos aunque no sean del todo comprendidos por sus seguidores: Danilo, con aplastante mayoría en los organismos dirigentes del PLD, en el Congreso Nacional y control absoluto del Presupuesto, quiere congelar o aplazar por el mayor tiempo posible cualquier conflicto de ruptura con Leonel mientras sigue inaugurando obras, iniciando otras y prometiendo aun más, a la vez que “marea” a Leonel para hacerle creer que se va a enfrentar a Gonzalo Castillo o a Andrés Navarro (ministros muy leales a Danilo) para disputarse la candidatura presidencial del 2020.
Leonel parece decidido a confrontar a Danilo en el PLD y si cae derrotado, entonces levantaría sus “dos millones de firmas” -que no equivalen a dos millones de votos y mucho menos a 400,000 personas marchando contra la reelección- para sustentar su candidatura por fuera de esa organización política.
Esa sería la división más dramática del PLD desde su fundación en diciembre de 1973. Aun más, sería una fractura política interna estando en el control de todos los poderes del Estado.
¿Con cuál de esos poderes se quedaría Leonel? ¡Con ninguno, ni siquiera con la palabra irrefrenable o la denuncia implacable como la usó en 2003 contra Hipólito Mejía y su gobierno!
Ese escenario sería más o menos una reedición de lo que pasó en el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en 2003, que lo sacó del poder Ejecutivo, luego perdió mayoría en el Congreso Nacional y en los cabildos, para no recuperarlos jamás y en cambio reventarse nuevamente en 2014 y quedar en la insignificancia política (histórica y real) de hoy.
Los opositores no aprovechan Que nadie caiga en el simplismo de pensar que una ruptura del PLD sería una ganancia neta de sus opositores. ¡No! Si Leonel se confronta con Danilo y cae vencido internamente en el PLD y asume la bravura de desafiar las aspiraciones reeleccionistas -que Danilo no ha dicho, pero que creo firmemente que tiene y buscará- la oposición también terminará fraccionada como bloque e incluso, algunos partidos.
Para hacer una aclaradora analogía, pienso que si un gran barco naufraga (Leonel en el PLD), provoca un movimiento cinético capaz de hundir las yolas (partidos del Bloque Opositor) que están próximas porque son incapaces de soportar el vaivén de ese gigante. Al final se unen o se hunden.
Una salida de Leonel del PLD por renuncia o expulsión (sé que él no piensa en ninguna de estas probabilidades y debía hacerlo, si es realista) puede significar la ruptura casi automática del ahora llamado Bloque Opositor, porque actualmente esa formación es una pequeña trinchera para asediar tenuemente la próxima reelección, pero hay partidos ahí que consideran a Leonel una fortaleza inexpugnable en la que quisieran estar para volver a chupar de las mieles del poder.
Otros de ese mismo Bloque Opositor -menos pragmáticos por conservar “principios” que ignoraron cuando eran empleados de Leonel en el gobierno- no lo aceptarán (a Leonel) como aliado circunstancial porque lo prefieren como enjuiciado y condenado por corrupción (¡por las cortes que aprobó el PLD!).
Hago un esfuerzo reflexivo enorme por ver un puente de advenimiento entre Danilo y Leonel, pero no me aparece en pantalla. Si hay alguien que pueda pintar un cuadro de entendimiento, le imploro que lo exponga para yo poder dormir en estas noches frescas del invierno caribeño, porque de esa confrontación depende el Presidente del país en 2020.
En el PLD no hay salida armoniosa, tío Bo, salvo que Leonel se vuelva a rendir ante Danilo. Y me dicen algunos de sus seguidores que él no está en eso y que va a “pelear” hasta el final.
Si es así -yo no le conozco esas credenciales combativas a Leonel (paz a los restos de mi venerado amigo, Ramón Tapia Espinal) ni al PLD frente al poder- hay que prepararse para la división de esa organización política, y la generación actual verá nuevamente la reedición de la disputa entre “bolos y coludos” de los años iniciales del siglo veinte que crearon las condiciones para el advenimiento de la satrapía de Trujillo, que ahora tiene un nieto aspirando a la Presidencia de la República.
