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FOTÓGRAFO

Reproducción de la columna “La vida por unas fotos” sobre trayectoria de Pérez Terrero

ESTA COLUMNA FUE ESCRITA POR ALICIA ESTÉVEZ EN ABRIL DEL 2008

”Cuando los norteamericanos entraron a la Zona Colonial, caminaban un chin y se paraban, caminaban un chin y se paraban”; doña Nelly de Pérez, esposa del fotógrafo de abril, Juan Pérez Terrero, se oye clara y segura en el teléfono. Detrás escucho los comentarios de don Juan, el pequeño, delgado y amable fotorreportero, que cuando tenía escasos 30 años, decidió arriesgar su vida para preservar la historia gráfica de la Guerra de Abril de 1965, que ayer cumplió 43 años.

Don Juan trabajaba en el periódico El Caribe, situado entonces junto a la Fortaleza Ozama, cuyo asalto marcó el inicio de la guerra. Allí había armas y pertrechos militares. “Tomé fotos del asalto y de cuando se rindieron los cascos blancos. También de personas que iban por las calles con armas en las manos. El único fotógrafo que estaba era yo”.

Doña Nelly, que vivía en la calle Hostos esquina El Conde, en plena zona constitucionalista, recuerda a la primera persona que vio morir: “Fue a un raso tiroteado en El Conde. No sabíamos que era una guerra. Esa noche Juan pasó a buscar a mi hermano, que también es fotógrafo, y se quedaron atrapados en El Caribe debido a los enfrentamientos.

Durmieron allí”. Todos los periódicos cerraron y los fotógrafos se marcharon a sus casas, pero don Juan permaneció en la zona del conflicto armado con su cámara.

La Providencia lo premió; le tenía guardada la foto de su vida, seleccionada entre las cien mejores del siglo XX. “Cuando llegaron los norteamericanos acostumbraban a obligar a los ciudadanos que iban por las calles a recoger la basura que los manifestantes esparcían.

Ese muchacho bajaba por la Duarte cuando el marine lo llamó para que recogiera basura. El joven dijo que no, y comenzó la discusión. Yo tomé tres fotos, podían ser seis, pero me retiré porque unos marines boricuas dijeron en español ‘mira a ese comunista tomando fotos’ y tuve que salir corriendo con la cámara. Si me hubiesen alcanzado, me quitan el rollo, como acostumbraban a hacer”.

Dice que se salvó porque tenía un lente que le permitió captar la imagen sin acercarse mucho. Lo que la gente no vio en la serie de tres fotos publicadas después, que mostraban un hombre desafiante ante un soldado armado, fue a los marines golpeando un indefenso peatón con las culatas de sus armas. “Algunos creen que él tenía piedras en las manos pero eran sus puños cerrados”.

Don Juan ha repetido este relato en cientos de ocasiones, muchos tienen que haberlo leído alguna vez. Pero, como cuando éramos compañeros de trabajo aquí en el Listín y le decía “Cuénteme de la guerra”, él vuelve a relatarlo todo con entusiasmo y paciencia. Le pregunté si valió la pena arriesgar la vida por unas fotos. “Sí”, respondió sin dudar.

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