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ENFOQUE

República Dominicana entre las patas de un caballo llamado Haití

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Carlos Rafael Altuna TezanosSanto Domingo

El pasado 23 de junio, los ingleses celebraron un referéndum que definió su salida de la Unión Europea tras permanecer en la misma por 43 años (1973). Esta consulta manifestó la firme voluntad del pueblo británico de poner fin a la alianza, porque prefería la opción de “controlar sus fronteras” para frenar el movimiento migratorio hacia su territorio, sin importarle el aspecto económico que representa esta alianza, que como una de sus consecuencia implica renunciar al potencial mercado de unos 500 millones de personas de 27 países de Europa.

Aquí es importante resaltar que el hilo conector para la integración europea -con diversidad cultural de idiomas e idiosincrasias- simplemente lo fue el factor económico.

Pero si los británicos continuaban bajo esta alianza, implicaba seguir supeditados a las normativas de la UE, hecho que, según el parecer de la mayoría, transgredía su soberanía en cuanto al control sobre sus fronteras y la libertad de poder limitar la cantidad de inmigrantes extranjeros, tanto europeos como de otras nacionalidades que llegaban a su territorio.

Con esta decisión, los habitantes de esta nación isleña igual que la nuestra, han demostrado tener un nacionalismo a toda prueba, a diferencia de nosotros, que como país penosamente pereceríamos estar “enredados entre las patas de un caballo llamado Haití”, y sin darnos cuenta, sacrificamos aspectos de soberanía -control migratorio- sobre la base hipotética de un mercado de 20 millones de seres que cohabitan esta isla indefinida por intereses malsanos.

En nuestro caso particular, los dominicanos vimos como el pasado 5 de julio, miles de inmigrantes haitianos se arremolinaban frente a su embajada acreditada ante el país, reclamando vehementemente la entrega de sus documentos -actas de nacimientos, cédulas y pasaportes- que ellos habían pagado desde el año 2014.

La diáspora haitiana presionaba a sus autoridades, porque el 17 de julio vencía el “carnet” otorgado por el gobierno dominicano a todos los extranjeros que se acogieron al “Plan Nacional de Regularización”, en el que tuvieron una gracia de (2) años para completar las documentaciones requeridas por dicho proceso.

En tal sentido, William Charpantier, presidente de la “Mesa Nacional para las Migraciones y Refugiados”, afirmó que más del 90% de los 60 mil haitianos que se registraron y pagaron por sus documentos, aún no lo han recibido.

Ante las protestas suscitadas, su embajador Idalbert Pierre Jean junto a la ministra consejera Miosemine Célestin, explicaron que han tenido problemas por la escasez de libretas para la confección de pasaportes, y que el gobierno haitiano proyecta instalar una unidad de producción de pasaportes en República Dominicana, para facilitar a sus nacionales la obtención de éstos y otros documentos que regularmente necesitan.

Con la desfachatez que siempre ha caracterizado a las autoridades haitianas, quienes al parecer no les interesa resolver la situación migratoria de miles de sus ciudadanos que viven ilegalmente en el país. Es a mi entender, un contexto que representaría una gran oportunidad para cualquier Estado, lo que aprovecharía como “válvula de alivio” para solventar la presión de una desbordante demografía, como la tiene Haití.

Aunque ambos funcionarios reconocieron el retraso en la entrega de documentos, los mismos garantizaron que darán respuesta a sus nacionales, pero que no tenían fecha para el inicio de esta operación, desnudando claramente sus intenciones de no hacer nada al respeto como siempre ha sido su costumbre.

El 13 de julio, como crónica de una muerte anunciada, el gobierno dominicano comunicó la extensión por un año más, la validez de los carnets de 143 mil extranjeros que se acogieron al plan de regularización, para que los mismos puedan completar sus documentaciones.

La medida asumida por el gobierno dominicano de prorrogar el permiso a los extranjeros que se acogieron al proceso y, que directamente beneficia a los ciudadanos haitianos, que aún no han podido completar sus documentos, fue una decisión asumida por razones humanitarias.

Debo señalar, que desde el inicio de la ejecución del “Plan Nacional de Regularización de Extranjeros” no se han observado los “plazos” acordados. Primero se modificó el plazo de los (90) días fijado en la Ley 169-14 sobre Naturalización, para que los hijos de extranjeros en condición migratoria irregular que nacieron en el país pudieran regularizarse, requiriéndole al Congreso la aprobación de una extensión de (90) días más, para luego dar otra prórroga ahora.

Pero como dice el refrán: “pasada la tempestad, viene la calma”, vemos como tras pasar unas semanas de las protestas de miles de haitianos ante su sede diplomática, la misma luce hoy desolada, sin la concurrencia de estos ciudadanos que reclamaban sus documentos.

Son los mismos extranjeros que no obtemperaron a la gracia otorgada por el gobierno dominicano, y que cuando se cumpla nuevamente el plazo concedido, volverán hacer lo mismo. ¡Cosas veredes! Lo que no pudieron realizar en (2) años, dudo que puedan hacerlo en un año.

El 30 de junio pasado, sin ser sorpresa para los dominicanos, el gobierno haitiano dispuso nuevos requisitos para la importación hacia su país de productos alimenticios dominicanos de consumo masivo, como son la harina de trigo y preparaciones en forma de cubo, tabletas y otras variantes de sopas y caldos.

Mientras que, en la otra cara de la moneda contemplamos como se invierte el 30% del presupuesto para la atención hospitalaria en ciudadanos extranjeros, lo que representa unos 5 mil millones de pesos del presupuesto hospitalario usados en los migrantes haitianos que acuden a nuestros hospitales públicos.

Sin embargo, frente a situaciones similares observamos que otras naciones fortalecen sus leyes y disposiciones migratorias, al extremo de obviar el peso del aspecto económico en base a recuperar su control migratorio y seguridad fronteriza, como hizo Inglaterra con la Unión Europea.

También vemos como gobiernos locales -Baviera-Alemania- por ejemplo, ha prometido hacer “todo lo humanamente posible” para incrementar la seguridad tras los atentados que han sacudido el Estado, protagonizados por refugiados, exigiéndole a su canciller Angela Merkel, endurecer la política de asilo, porque “el terrorismo islamista ha llegado a Alemania”. Que no es nuestro caso gracias a Dios, pero que no estamos exentos ante las vulnerabilidades de Haití, por ser un Estado fallido.

Situación que al parecer ocurre de manera contraria en nuestro país, donde algunos pretenden descalificar las “voces de alerta” sobre la pérdida de soberanía ante las maniobras de grupos de intereses, nacionales y foráneos, que pretenden borrar literalmente la frontera con Haití bajo un supuesto mercado abierto para unos 20 millones de personas.

El pretender que todo haitiano diga que aquí nació, y que de hecho se les quiera otorgar automáticamente la nacionalidad dominicana, es una solución inalcanzable e inaceptable por el pueblo dominicano, y más aún pretender que República Dominicana sea la solución a la crisis social-política-económica haitiana, es una respuesta equivocada y peligrosa que asume la comunidad internacional.

De manera que, aunque se pretenda mantenernos debajo de las patas de un desbocado caballo llamado Haití, en base a imposiciones chantajistas, solo le pido a Dios, que ilumine nuestras autoridades en el proceso de toma de decisiones, aplicando las leyes y disposiciones migratorias con sentido humanitario y respeto a la dignidad humana, pero jamás condicionada, ni por encima de nuestra soberanía y del innegociable interés nacional.

El autor es miembro fundador del Círculo Delta

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