ANÁLISIS

La destitución presidencial en América

En América Latina, la tradición para destituir gobiernos fue el golpe militar. Antes estuvo el exilio puro y simple, como se aplicó a Duarte, que ni siquiera era jefe de Estado.

La tercera ola de democratización iniciada en 1978 en el continente impuso pronto una moda: el derribo de gobiernos por métodos constitucionales, propio de los regímenes parlamentarios europeos. De esa forma, cuando el Presidente de la República, elegido a término, pierde las mayorías congresuales y se ve en dificultades, corrientemente por acusaciones de corrupción, es destituido, usualmente por el congreso.

Esa moda se llevó de paro a 17 presidentes desde que se inició en 1992 en Brasil, con Collor de Melo: Serrano (1993 Guatemala), Carlos Andrés Pérez ( Venezuela), Abdala Bucaram (1997 Ecuador), Raúl Cubas (1999 Paraguay), Jamil Mauad (2000 Ecuador), Fujimori (2000 Perú), De la Rúa (2001 Argentina), Gonzalo Lozada (2003 Bolivia), Aristide (2004 Haití), Carlos Mesa ((2005 Bolivia) Lucio Gutiérrez (2005 Ecuador), Manuel Zelaya (2009 Honduras), Fernando Lugo (2012 Paraguay) Ö.Otto Pérez (2015 Guatemala)., entre otros y ahora amenaza a Dilma Rousseff.

Algunos de los destituidos han enfrentado juicios penales, como fue el caso de Carlos Andrés Pérez, y otros, han ido al exilio permanente como Bucaram, depuesto por “supuesta insanidad mental”; algún otro ha regresado para ser enjuiciado, como Fujimori, o retornado a la vida política, como Aristide. Algunos han sido destituidos por simple mal ejercicio o por haber perdido toda base política, como De la Rúa.

El caso de Dilma confirma esta nueva tradición política de las democracias presidenciales americanas y, si bien se origina en las denuncias de corrupción del gobierno suyo y de su antecesor, Lula, quien salió con una aprobación del 80%, contiene dos elementos: la corrupción como un mal endémico, como una tara del sistema en el hemisferio por falta de controles previos, y el efecto de la perdida de base política y de aliados.

En su caso, es todavía pérdida de base política, puesto que en los hechos investigados su nombre aun no figura en forma principal, empero, las investigaciones que encuentran huellas profundas en su partido y en el gobierno que le antecedió, del cual ella fue parte, parecen firmes y eso le ha restado a dos grandes aliados, las segunda y cuarta mayorías, con votos suficientes entre los diputados, para enjuiciarla políticamente y deponerla.

A veces las denuncias de corrupción no maduran en el curso de una campaña política, reeleccionista; sin embargo, si los métodos no cambian y se somete a control, puede dar lugar a la destitución de quien fue elegido en el curso de un proceso de denuncias de corrupción que no maduraron: Depende sólo de las circunstancias políticas que son siempre impredecibles.

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