LO QUE NO SE VE
Una estrategia errada o inexistente

Ponemos en pausa, momentáneamente, la serie de análisis acerca de las elecciones norteamericanas, para satisfacer una petición formulada por un admirado y dilecto amigo perteneciente a las filas del PRM. Él, cuestionando un juicio que escuchó a este autor emitir, solicitó que se le expusiera detalladamente la significación de la opinión proferida. El suscrito aseveró, que aparentemente, el PRM no entendía cual era la esencia de las elecciones de 2016, ni al electorado que las protagonizará, y que por ende, la conclusión natural derivada era que, de cara a este torneo electoral, la estrategia política de este partido ha sido errada, cuando no inexistente. Explicamos.
La estrategia Las justas electorales se ganan con estrategia. El azar podrá desenlazar eventos insospechados con potencial devastador para unos, y potencial reivindicador para otros, pero, si no existe una estrategia integral y multidimensional previamente concebida, ni los primeros podrían salir del atolladero, ni los segundos sabrían cómo aprovechar las oportunidades ante sí. Y esto anterior solo con relación a lo fortuito, porque el resto del tiempo, las campañas electorales deben marchar el compás y por los caminos que la mencionada estrategia haya determinado. Ahora bien, ¿cómo se construye una estrategia como a la que hemos aludido, que permita sortear lo fortuito e imponer el ritmo y los matices de la marcha de la campaña electoral?
Se construye, a partir del resultado de una incisiva investigación sociopolítica. No solo se requerirá de instrumentos de medición cuantitativa, y de sondeos y auscultación cualitativa, sino que se requerirá de la lectura política del momento histórico por parte de sociólogos, economistas, politólogos e historiadores. Una vez se haya construido de manera holística el panorama que servirá de escenario a una contienda electoral, entonces emerge la estrategia, de la cual se desprenden los elementos más memorables de las campañas, como son los eslóganes y el mensaje central, y a partir de la cual también se identifican las tácticas de ejecución que permitan alcanzar el objetivo. Aquí encontramos la primera equivocación del PRM.
¿El cambio? El PRM ha interpretado que esta, es una elección donde priman los deseos de que haya un cambio en la conducción de la administración pública. Pero, ¿cómo llegaron a esa conclusión? ¿Cómo puede decirse que existe un clamor de cambio, en un escenario donde el partido de gobierno, el PLD, cuenta con una intención de voto muy superior al 50%, y donde al menos un 57% de la población, según varias encuestas, lo evalúa como un partido bueno o muy bueno? ¿Cómo puede asumirse que los vientos estén impulsando velas de cambio, cuando el presidente Danilo Medina, desde el primer día y hasta este momento, ha sido un mandatario extraordinariamente popular y bien valorado, aún cuando se toma en cuenta el desgaste natural que acusa el PLD y este intento a la reelección?
Lo único que podría estarles sugiriendo que esta es una elección de cambio, son algunos indicadores que, por ejemplo, establecen que una mayoría importante del país entiende que la economía va mal, y que en sentido general las cosas no marchan muy bien. Pero se equivocan, porque en el marco de una contienda electoral, siempre importará más cuál opción partidaria genera más confianza y expectativas en torno a lo que podría traer el porvenir, y aquí también, el PLD está mucho mejor posicionado que el PRM.
Consecuentemente, los manuales de estrategia política, la evidencia empírica y hasta el sentido común indican, que esta no es una elección cuya fuerza motriz la constituya el deseo del cambio, sino, por el contrario, una donde las mayorías aspiran a algún tipo de continuidad. Pero, ¿puede un partido en la oposición política, de cualquier lugar del mundo, tener oportunidad de triunfar en unas elecciones donde se aspira a la continuidad? Sí, y de lo que se trata es de articular estrategias que conduzcan a convencer y persuadir al electorado de que, a pesar de que los que están les resulten buenos gestores, los que aspiran a sustituirles podrían ser mejores. Empero, para esto habría que haber articulado una oposición pertinente y con sentido de oportunidad, no a seis meses de las elecciones, sino desde el primer día. Una, que paulatinamente, les permitiera desplazar a electores de apoyo fluctuante que en los últimos procesos electorales han sufragado al PLD, hacia el estadio de la indecisión, para desde ahí atraerles a un proyecto político que ofrezca con credibilidad mejorar lo que existe.
Evite las disonancias cognitivas Lo anterior, sin embargo, no se logra generando lo que el profesor de Harvard, Cass Sunstein, denominó como disonancias cognitivas, que no es más que el conflicto interno que provoca el pretender sustituir en un individuo bloques de información que yacen en él con firme arraigo. Por ejemplo, tenemos todas nuestras vidas convencidos de que el cielo es azul; nadie creería a alguien que mañana, de golpe y porrazo, pretenda persuadirnos de que el cielo realmente es verde. Pero, si dicha labor se hiciera de manera gradual, primero apelando a lo científico, después a la razón y luego a lo intuitivo-pasional, seguro muchos quedarían seducidos por la idea de que el cielo, realmente, es de un grácil verde con matices azulados.
Aplicando la analogía anterior al escenario electoral actual, podemos decir que el PRM ha sembrado en el debate político la disonancia cognitiva, y para ilustrarlo, recurro a un solo ejemplo: las visitas sorpresas.
Indistintamente de cual sea su opinión personal acerca de ellas, las visitas sorpresas que hace el presidente Medina todos los domingos han sido, junto con la otorgación del 4% para la educación, las dos acciones gubernamentales mejor evaluadas por el electorado dominicano. Cuando descomponemos ese electorado dominicano por clasificación socioeconómica, según el MEPYD, tenemos que solo el 29% de nuestra población es de clase media, con un 1% perteneciendo a la clase alta, y el restante 70% encontrándose en pobreza o en estado de vulnerabilidad, que no es más que un eufemismo para describir un estado menos acuciante de pobreza. ¿Qué nos dice esto? Que quienes serían naturalmente críticos a una política como la de las visitas sorpresas difícilmente exceda un 30%, mientras que por razones que van desde nuestra idiosincrasia, y que pasan por las características clientelares de algunas instancias de nuestro modelo político-partidario, al menos un 70% tenderá a apoyar una iniciativa de estas características, y esto lo confirman todas las encuestas. ¿Sugiero que se colija a partir de lo anterior, que entonces el PRM no podría sacar provecho electoral criticando las visitas sorpresas? No. La pudo haber sacado, si dichas críticas hubiesen sido constantes en el tiempo, basadas siempre sobre la propuesta de una alternativa mejor, y comprendiendo la incompatibilidad que existe entre la necesidad y el pensamiento depurado. Pero ya se les hizo tarde, y embistiendo destructivamente, sin componente constructivo, lo que ha sido el programa más popular de este gobierno, no creemos que les genere nuevos adeptos; a lo sumo, afianzará a los suyos y radicalizará a los contrarios, y en estas elecciones, los contrarios son más... muchos más.
(+) CORRUPCIÓN COMO PUNTA DE LANZA Resulta evidente que la estrategia del PRM ha identificado la denuncia de la corrupción como uno de sus ejes fundamentales.
Pero, por más de acuerdo que estemos en lo pernicioso y obstaculizador que resulta la corrupción para nuestro desarrollo cómo sociedad y país, la denuncia de la existencia de esta, nunca ha conducido a un triunfo electoral, y eso, tiene una clara explicación.
Por razones sociológicas que no desarrollaremos aquí, la única clase socioeconómica con vocación real de vindicar el rechazo y castigo a la corrupción ha sido la clase media, y esto así, porque es ella la única clase que tiene las herramientas intelectuales, la inestabilidad en ingresos proyectados y la estrechez de bolsillo precisa, para procesar de manera racional, los costos reales de la corrupción sobre sus vidas diarias. Por ende serán ellas, siempre, las que llevarán la voz cantante en contra de este flagelo. Véase el caso de Brasil.
Sin embargo, y lamentablemente para aquellos políticos que pretenden construir opciones de poder sobre la base de la denuncia de la corrupción, la clase media dominicana, como hemos señalado antes, solo representa el 29% de nuestra población, y para colmo, en procesos electorales, es este el cohorte poblacional que exhibe mayores niveles de abstención; o sea que no solo son minoría, sino que además, una minoría que vota menos que el 70% que, simplemente, no se moviliza o desmoviliza por el tema de la corrupción. Sin haber sido exhaustivo, apreciado amigo, a todo lo anterior es a lo que este autor se refería cuando expresó que la estrategia política del PRM ha sido errada, cuando no inexistente.
EL AUTOR ES ECONOMISTA Y POLITÓLOGO