ENFOQUE

Oscar De la Renta: Aroma del Glamour

Avatar del Listín Diario
Maritza Didiez de DalmauSanto Domingo

El 26 de agosto de 1968, en la ciudad de Santo Domingo, a los treinta y seis años de edad, el joven diseñador dominicano Oscar De la Renta hace realidad su amado sueño de instalar en su país “su primera tienda de modas”; con anterioridad, en 1965 había creado en Nueva York su compañía, lanzando al público su propia marca con una celebrada línea de ropa donde deslumbraban sus soberbios diseños.

La esencia de ese sueño era ofrecer a su pueblo un estímulo para expandir el gusto por la Alta Costura y así provocar cambios beneficiosos en la sociedad. Oscar sabía que esto sería una espléndida motivación para el surgimiento de nuevos talentos para el diseño. Asimismo, en sus planes futuros contemplaba la idea de impulsar la construcción de una prestigiosa “escuela internacional de arte y diseño de Alta Costura”, esa escuela sería enriquecida con un museo dedicado a los textiles y a la evolución de la moda. Lamentablemente las condiciones económicas, políticas y sociales que existían en nuestro país hace cuarenta y siete años impidieron la concretización de esas hermosas aspiraciones.

Sabemos que Oscar poseía un talento extraordinario, esta condición unida al amor por su tierra, al magnetism de su personalidad, al don de su fuerza de voluntad para realizar sus propósitos y su capacidad excepcional para saber extraer y absorber de las circunstancias de la vida cualquier aspecto positivo, contribuyeron para hacer realidad el proyecto de establecer su primera tienda de modas en Santo Domingo. Sin embargo, esas cualidades no eran suficientes para que Oscar pudiera cristalizar ese sueño. El apoyo, el compromiso y el entusiasmo de dos magníficas amigas y aliadas, dos valerosas e inolvidables mujeres dominicanas: Alma Lluberes de Vicini y Virginia Alonso de Dalmau, fue el perfecto fundamento para materializar esta importante obra en la historia de la moda en la República Dominicana y en América Latina.

La elegante tienda de Alta Costura de Oscar De la Renta estaba ubicada en la avenida Pasteur número 13, del sector Gascue en Santo Domingo. El diseño del edificio fue obra del arquitecto Manuel Baquero Ricart y su admirable decoración, toda en azul y blanco, estuvo confiada al artista Fernando Peña Defilló.

El día de la inauguración, entre enjambres de corolas, desfilaron famosas modelos de Europa y de Estados Unidos. Participaron notables invitados, entre ellos, el Presidente de la República, Dr. Joaquín Balaguer y célebres figuras mundiales. Fue relevante la presencia de des- tacados periodistas del New York Times, Life, Time, Vanity Fair, Paris Match, France Soir y Vogue. Esa tarde del lunes, 26 de agosto de 1968, su primera esposa y editora de Vogue, Françoise De Anglade (1921-1983) se sintió tan deslumbrada que cuando fue entrevistada por la prensa nacional e internacional dijo emocionada: “La califico como la tienda más linda del mundo” (Listín Diario, martes, 27 de agosto de 1968).

Françoise De Anglade tenía razón, esa primera casa de modas de Oscar era un templo del glamour, un brillante despliegue de sentimientos caribeños llenos de color, fuerza, exuberancia y grandeza que hacían resplandecer al espíritu creador de esos diseños: Oscar De la Renta. Seda, organza, lino, algodón, gasas, bordados, pliegues, volantes, abalorios, metales, pedrerías, joyas, pieles, perfumes… Blanco y negro y todas las tonalidades del azul, del rojo, del verde y del amarillo en los lienzos de los modelos convertían al fantástico escenario de ese lugar en una excitante sinfonía cromática, donde el detalle más insignificante era seducción, fantasía de ensueño, alucinación, para hacer suspirar a todos los admiradores de la Alta Costura.

El glamour es la soberanía de la fantasía, el reino de lo inesperado, de lo imprevisible, donde el arte se hace visible cuando es guiado con talento y sensibilidad. La creatividad artística de Oscar siempre buscaba arrancarle al glamour su aristocracia y a la vez su atrayente sensualidad. Ese equilibrio perfecto entre la suavidad y la fuerza, entre lo sobrio y lo atrevido, entre la sencillez y la exuberancia, entre la ternura y la impetuosidad. Por eso, detrás de los reflejos poéticos de sus diseños cargados de insinuación y de elegancia está la huella de su “yo”, donde se hace transparente a sí mismo.

Oscar fue sabio y dichoso en las dos ocasiones en que decidió elegir una compañera en su vida. Françoise De Anglade y Annette Engelhard fueron las musas consejeras que se unieron amorosamente a él para conducirlo a la cima de la fama, y en el astro de la Alta Costura de todo el continente americano.

Se cumple un año del fallecimiento de Oscar De la Renta, quiero, por eso, rendirle un tributo con esta ofrenda. Toda la fuerza del tiempo se concentra en el instante. Su presencia trasciende la realidad del instante, sólo lo revivimos y sentimos a través de su obra y de su recuerdo. Ahora es infinitamente inefable, inefablemente infinito, y en su morada luminosa está como un tallo nuevo en una hermosa plantación de estrellas.

Por el camino del sol vienen manando las aguas alegres de todos los ríos, Ozama, Chavón, Yuna, Yaque, Camú… Que suenen, suenen los atabales.

Que zumben, zumben los zumbadores. Que hilen, hilen las hilanderas, porque han venido a celebrarte los vivos naranjos de Monte Plata, palmeras y mangles del norte y del sur, penachos de azúcar de caña del este, cajuiles y mangos de Azua y Baní y una ópera de hortensias entre espigas de pachulí de los campos perfumados de Bonao y Macorís.

Oscar, ¿qué ángel llevaste oculto en tu pañuelo? ¿Qué misterio de tu ser te hizo aroma del glamour? Te susurro un secreto que no te había dicho antes: Regálame tu pañuelo perfumado de sueños, perfumado de alegrías, perfumado de nostalgias. Ese pañuelo que colocabas junto a tu pecho y marcaba tu elegancia. Regálame ese pañuelo para desplegarlo en las aguas celestes y en la arena blanca de tu amada Punta Cana y que vuele y vuele por cumbres soleadas para izarlo como bandera en la montaña más alta de los dominicanos.

Tags relacionados