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FRONTERA DOMINICO-HAITIANA

Se intensifica el éxodo "voluntario" de decenas de haitianos a su país

ESTIMAN QUE ENTRE 35 Y 50 FAMILIAS HAN REGRESADO AL VECINO HAITÍ

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Juan Eduardo ThomasJimaní, Independencia

Marcel lleva tatuados en su vida los jueves calendario. Hace 22 años le pagó a un “buscón” 15,000 pesos para llegar sin documentos a Santo Domingo. Y el pasado jueves 18 tomó junto a su esposa la decisión más difícil de sus vidas: regresar al amanecer a Haití de forma voluntaria, a dos décadas de vida en República Dominicana.

Marcel Marcy y su esposa se acogieron al Plan Nacional de Regularización para residir en legalidad, pero las amenazas de que sus ajuares, esos que ayer atestaron en un camión, serían robados y repartidos entre “los tigueres” del barrio les vencieron.

Cuando a Leslie, su esposa, se le pregunta si habló con los seis hijos que deja en la capital para despedirse no responde… hasta que suspira. Se pierde y comienza a quebrarse desde dentro, en escalada, y sus ojos se van a rojo, y parpadean con insistencia. Y estallan.

“Es muy difícil para mí”, dice Marcel. “Yo tengo dos días después de esa vaina (cierre del Plan Regularización) que no puedo dormir, cuidando mi vida porque los ´tigueres´ dizque se van a meter en la casa”.

Cada día después del miércoles 17 de junio, entre 4 y 8 mudanzas voluntarias han pasado el puesto fronterizo de Jimaní, y entre 10 y 15 el de Comendador, en Elías Piña, cuentan los inspectores de Migración de ambas zonas.

Los datos del Servicio de Jesuitas para Refugiados son mayores: entre 35 y 50 familias han cruzado en regreso voluntario a su país por cada punto fronterizo, alguna de ellas incluso lograron inscribirse en el Plan Nacional de Regularización, la medida migratoria de República Dominicana que cerró sus registros el pasado miércoles, despertando todas las alarmas de masivas deportaciones.

Quienes se acogieron a ese Plan fueron 288,466 migrantes, la mayoría de nacionalidad haitiana, según el ministerio de Interior y Policía, entidad que regentea el proceso migratorio dominicano.

Uno de esos tantos inscritos fue Marcel, de 35 años, que terminó en Neyba cuando su “buscón” le timó y le dijo que el dinero no era suficiente para llevarle a la capital, la tierra prometida. Vivía de la venta de limones y guineos que previamente adquiría en la frontera, la misma que hoy cruza para asegurar su vida, la de su esposa y su hijo más pequeño, que se va con ellos.

Detrás se quedan Ana (17) y Martha (15), dos jovencitas alojadas en casa de conocidos en Santo Domingo Este, cedidas para coadyuvar en casas diferentes en el cuidado de otros niños y para la limpieza y cuidado de sus nuevos hogares a cambio de techo, comida y educación.

También Estefany, la mayor de las hijas con 21 años, que vive en Neyba con los otros hijos de 13, 11 y 9.

El temor de los migrantes, comenta Pedro Cano, encargado del Servicio de Jesuitas en Jimaní, es ser detenidos, procesados y repatriados y perder todos sus enseres, los que, buenos o malos, muchos o pocos, han adquirido a puro trabajo, con el agrio de los limones y el sabor de los guineos, por ejemplo.

En Elías Piña vivió “José Perdomo”, como le gusta que le llamen, por quince años. Trabajaba construcción y no pudo inscribirse en el plan migratorio porque cuando intentaba movilizarse hasta San Juan de la Maguana los puestos de control del Ejército le detenían y le obligaban a regresar.

Ahora parte con sus hijos de 9, 6 y 1 año y medio, y su esposa, con el dinero justo para pagarle 40 gourdes, unos 1,000 pesos, al acarreo que le llevará desde la puerta fronteriza al poblado de sus padres, ubicado a cinco kilómetros de la frontera.

“Yo oí que van a recoger a la gente y yo no quiero que me recojan”, cuenta.

A José tendríamos que descontarlo de los 524,632 migrantes reconocidos por la primera Encuesta Nacional de Inmigración, fechada en 2012, y que cuenta al 87.3% de ese total provenientes de Haití.

Los pasos fronterizos de Elías Piña y de Jimaní ya tienen listos centros de acogida de los indocumentados que en los próximos días comenzarán a ser deportados, ambos espacios ubicados en las fortalezas del Ejército.

Iguales centros han sido habilitados en Pedernales y Dajabón, que completan las cuatro provincias de mayor flujo fronterizo en República Dominicana y Haití, las dos naciones que comparten la isla Hispaniola. Las autoridades aún no confirman el comienzo de las deportaciones.

Orlando Díaz, el chofer, el amigo que llevó desde Neyba a Leslie y Marcel, cuenta que en su comunidad hay mucha gente que ha luchado por tener los documentos requeridos para aplicar al Plan de Regularización y no los han obtenido. “Ellos se van por el problema que ven se les está aproximando. Tienen miedo a que los agarren de pronto y perder lo que tienen. Yo tengo 3 o 4 años conociéndolos, él es serio y muy trabajador”, dice.

Cuando la pareja cerró el trato con el chofer que les llevaría hasta Haití, tuvieron que incluir en el negocio la lavadora de ropas, una manera de aligerar la carga que llevaban quién sabe a dónde, y de ahorrarse unos pesos, o gourdes en este caso, que les servirán de soporte en los primeros días de su nueva travesía.

Revisión. Un haitiano es chequeado cuando cruzaba el paso fronterizo en Jimaní, Elías Piña.

El documento del que ahora reniegan Marcell y su esposa Leslie

El celador y la mirada impasible.

Enorme carga para la carretilla... y quien la lleve

Esta es la verdadera frontera entre Haiti´ y Repu´blica Dominicana

La mirada diaria. Cientos de personas cruzan por los ojos de los agentes del Cesfront, el cuerpo dominicano de seguridad fronteriza

La mudanza que espera a sus hijos.

Leslie, la esposa de Marcel.

Marcell Marcy al explicar las travesi´as de su vida.

Marcell, Leslie y su hijo junto a toda su vida material

Padre, madre e hijo cuando amontonaban sus trastos en una camioneta

Pedro Cano, del servicio de Jesuitas

Tras una reja esta mujer espera la verificacio´n de su pasaporte para ingresar a suelo dominicano

Una mudanza de migrantes vista en la carretera que comunica a Neyba, Bahoruco, con Jimani´, en la provincia Independencia

Vigilancia cerca del paso fronterizo en Jimani´ y Malpaso

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