PANORAMA POLÍTICO
Por la libertad de expresión
Quizás por la ecuanimidad y por no querer armar un escándalo que hubiese presentado el caso como un asunto de estado, los cuatro periodistas que denunciaron recientemente acoso y amenazas de muerte debido a los criterios sobre el tema domínico-haitiano, mucho tardaron. Las amenazas de muerte que denunciaron el martes de la semana pasada Juan Bolívar Díaz, Huchi Lora, Amelia Deschamps y Roberto Cavada, vienen desde hace tiempo debido a la posición que mantienen sobre la desnacionalización de dominicanos de origen haitiano. El tema surgió desde temprano antes de se pusieran en vigor las leyes que regulan la permanencia de extranjeros en el país y tras la campaña nacional e internacional que denunció lo que se define como apatridia de cientos de dominicanos descendientes de haitianos nacidos aquí. Las denuncias y lo que se llama “inuendo” en la legislación norteamericana llovieron contra los comunicadores, especialmente contra Díaz y Lora, a quienes acusan de traidores y eran señalados en un volante que nunca se divulgó, con el llamado de “darle muerte a los traidores”. El caso de Juan Bolívar Díaz quizás sea el más relevante de los ataques a los comunicadores, que no solamente son esos cuatro sino muchos otros. A Díaz Santana se le acusa de traidor a la patria un acumulo que trata de embarrar también a su familia honorable y decente. Lo paradójico es que Díaz Santana estaba entre el puñadito de dominicanos que acompañó a Francisco Caamaño Deñó cuando se juramentó como presidente en el Altar de la Patria, en 1965. También en la entrega del poder por Caamaño en la Fortaleza Ozama. Años después, ya como periodista activo tuvo encontronazos con el régimen del doctor Balaguer, su carro fue dinamitado en la puerta de su casa en San Carlos y, forzados por las circunstancias, los amigos le aconsejaron exiliarse en México, cosa que hizo con desgano. Los ataques y las amenazas contra Díaz Santana y contra Lora son relativamente recientes pero los dos fueron de las víctimas de los ataques en el régimen del doctor Balaguer. Lora pasó tiempo encarcelado en La Victoria junto a otro comunicador, Silvio Herasme Peña. Ni Díaz Santana ni Lora han tenido la mala suerte de Goyito García Castro y Orlando Martínez, víctimas de lo que la historia ha llamado “crímenes de Estado”, ocurridos en los momentos más turbulentos de la historia contemporánea del país. Ahora, diferente a esos años de 1970, el régimen prevaleciente ha expresado en todas formas su respeto a la libertad de prensa, a la expresión del pensamiento y ha evitado reprimir con la ley 6132, de Expresión y Difusión del Pensamiento los atentados contra el honor y la fama. Crímenes de estadoLas muertes de García Castro y Martínez, dos críticos de la situación que prevalecía en el país bajo el doctor Balaguer, pese a que al primero se le tuvo siempre como amigo del mandatario, fueron encartados como “crímenes de Estado”, ordenados y ejecutados por gente del poder. El doctor Balaguer conoció y trató bien a García Castro desde la época final como presidente antes y después de la muerte de Trujillo. A Martínez lo saludó personalmente por primera vez durante un cóctel que ofreció a los delegados de GEPLACEA, en el Palacio Nacional. GEPLACEA era el Grupo de Países Latinoamericanos y del Caribe Exportadores de Azúcar, fundado en Cozumel, Quintana Roo, México en 1974. Al doctor Balaguer se le informó que a quien saludaba era a Orlando Martínez. Le dijo “siempre leo sus artículos con mucho interés”. El periodista no solía ir al Palacio Nacional. Esa vez lo hizo animado por los colegas que cubrieron la reunión de GEPLACEA, en Puerto Plata, donde fue anfitrión el licenciado Fernando Alvarez Bogaert, director del CEA. El coronel Joaquín Pou, acusado luego de asesinato por el caso de Martínez, fue el jefe de seguridad de la reunión, en la cual estaba una misión ministerial de Cuba. El doctor Balaguer estaba mortificado por los escritos de Martínez, sobre todo por los informes de inteligencia. Un día mientras visitaba por la tarde a su hermana Carmen, quien vivía en la avenida Pedro Henríquez Ureña, cerca de la Tiradentes, surgió el tema de Martínez. Doña Carmen era muy directa y le dijo: “Elito, Martínez es tu enemigo”. Mientras todavía se hablaba del comunicador, apareció en la reunión familiar R. A. Font Bernard, quien tras seguir el curso del tema le dijo a Balaguer: “Presidente, Orlando Martínez no existe, es un seudónimo”, quizás queriendo salvarle la vida. García Castro, de balaguerista, evolucionó a ser un crítico del régimen. A raíz de la muerte del coronel Caamaño Deñó, un alto militar que tenía sede en el Palacio Nacional, le dijo al reportero de Última Hora: “dile a Goyito que se deje de estar publicando pendejadas”. Caso del doctor DíazEl caso del doctor Luis Díaz, un cirujano general que era tenido como buen médico y buen ciudadano, se tomó la demanda contra los cuatro periodistas a quienes acusó de traidores y sostuvo que todos merecen la muerte. El viernes, Díaz fue interrogado por la Fiscalía de Santiago. Del doctor Díaz se sabe que es un militante comunista, ateo y librepensador, quizás una persona ansiosa de repercusión nacional ya que su fama deviene de las operaciones gratuitas de labio leporino y paladar hendido a niños y gente pobre de la ciudad de Moca, junto a otros médicos de trabajo igualmente honorífico. El doctor Díaz asumió como suyo el ataque de los ultranacionalistas, en una coincidencia no fácil de explicar porque mientras los teóricos del antihaitianismo son cristianos convencidos de que la patria está en peligro, él (Díaz) es iconoclasta de toda la vida. Las amenazas contra los cuatro periodistas que denunciaron también acoso en sitios públicos donde desconocidos los insultaron causó alarma en el régimen del presidente Medina, quien ordenó una investigación exhaustiva al jefe de la Policía, general Castro Castillo. Hay quienes pudieran creer que son signos de los tiempos en que prevalecen ideas descabelladas, alucinaciones vinculadas a la religión y a la pureza de la raza, lo que no será dable comprender en el caso del doctor Díaz, que además de ateo es un hombre de color.