VIDA DE FE
Monseñor Arnaiz es más que un pensador religioso
EL OBISPO MANIFIESTA SU PREOCUPACIÓN Y VISIÓN DE LA SOCIEDAD DOMINICANA
El obispo de la diócesis de Santo Domingo y sacerdote jesuita monseñor Francisco José Arnaiz, ha sabido ejercer una vida religiosa en una tierra que la ha convertido como suya. Sagaz y con una sensible conciencia política y social del entorno, hoy goza de la admiración de un pueblo que ha saboreado las virtudes de su vocación. Monseñor Arnaiz no solo ha destacado por la misión educativa que ha llevado a cuestas a través de sindicatos, escuelas y universidades, sino además por la contribución que ha tenido su pensamiento sobre la vida sociopolítica del país. Con una misión orientadora de la sociedad civil, Arnaiz ha elevado sus críticas dentro de un marco de discusión y tesitura. Sin ejercer como juez, el obispo es un ente que durante largos años en el país ha coadyuvado con el esclarecimiento de sucesos que afectan el entorno social y político, convirtiéndose en una vela irradiadora de luz. Su visión del liderazgo Además de sus escritos de pensamiento y vida, monseñor Arnaiz ha dedicado una parte de su ejercicio como escritor a la creación de tres artículos sobre el liderazgo político moderno. Considera que “el líder es aquel que es capaz de tener un proyecto científico y sociológico, y entusiasmar con ese proyecto a un grupo amplio de personas”. Comenta que el líder moderno es muy distinto de lo que era antiguamente. “Ahora andan diciendo que Leonel se parece a Balaguer, pero Balaguer ya murió; no tiene sustituto. Este era un hombre mítico, un hombre legendario. Decía Fernando Álvarez Bogaert que si un día se le ocurría en el paseo de los indios venir a pasear desnudo, antes de un cuarto de hora lo metían preso, pero que si lo hacía Balaguer, toda la república diría: “¿Qué querrá decir Balaguer con eso?” Con la lucidez de sus pensamientos, y sin rodeos ni tecnicismos, Arnaiz propone una visión fundamentada en la formación de los partidos políticos, a fi n de evitar el surgimiento de grupos ambiciosos. Sugiere que los partidos se conviertan en forjadores de equipos de trabajo con una alta preparación en las distintas áreas de dirección. En miras de consolidar una visión que contribuya al beneficio de la sociedad civil, Arnaiz plantea con gran criterio un marco de reflexión a nivel interno de los partidos políticos y sostiene que “los partidos tienen que abocarse a reflexionar sobre qué es el partido. Uno se maravilla al ver al pueblo japonés frente a su tragedia respetando al otro. En este rebú no ha habido un asalto a un supermercado; se ha orientado a la población a tomar poco de todo para que alcance”. Con ingeniosa sabiduría, Arnaiz explica con claridad el concepto del partido, refi - riéndose a este como algo que se divide, que se parte. Con voz sentenciosa dice que “el que divide enfrenta, no mira al otro como a sí mismo, sino como un enemigo a batir y a derrocar”. Señala que los partidos, en lugar de unir al pueblo dominicano, lo que han hecho es dividirlo. Arnaiz propone además, la creación de un proyecto de nación en cada partido, pues estos, “como no tienen un proyecto, cuando suben al poder no saben qué hacer. Las campañas electorales son una prolongación de carnavales y no estamos para carnavales. El político debe saber que si ha hecho una promesa se ha comprometido a cumplirla y que las promesas no cumplidas producen en los pueblos grandes frustraciones”. El rol de la sociedad Para Arnaiz, la sociedad política está llamada a resolver los problemas que se crean en la sociedad civil y se mantiene firme en una premisa: “cada rico no está obligado a solucionar todos los problemas de los pobres, pero todos los ricos dirigidos y consensuados por el gobierno sí lo pueden hacer”. “La sociedad política es la llamada a resolver los problemas que se crean en la sociedad civil. Si no es capaz de resolverlos, que se retire. Debe haber una jerarquización de los problemas que se detectan. Una necesidad es una vivienda digna del ser humano, y para ello hay que tener un empleo digno”, refiere el monseñor con seguridad. Arnaiz narra la salida de su ciudad natal, Bilbao, en España. Recuerda que después de la Guerra Civil y el éxodo del campo a la ciudad, surgió el chabolismo (tipos de construcción de viviendas marginales). Al cabo de tres años regresó y ya no existía una chabola, porque, según dice, hubo una solución viable: el gobierno, los empresarios y los sindicatos aportaban una cantidad determinada del pago de la vivienda, por lo que el individuo pagaba una cifra mínima y así podía vivir dignamente. Según Arnaiz, se trataba de una construcción de todos. “A mí nunca me gusta personalizar cuando critico, sino subir a la tesis. La gran preocupación del poder público tiene que ser los que están más lejos y los que están más abajo, porque los que estamos más arriba nos defendemos nosotros mismos. El pobre no tiene con qué defenderse y uno tiene que acudir al necesitado”, sostiene el obispo. Respecto al clima político actual en el país, a juicio de Arnaiz “la política se ha ido serenando, hicimos una transición con sobresaltos y hemos logrado una democracia progresiva, no tan rápida como hubiésemos querido, pero hoy las campañas electorales se han ido apaciguando un poco”. El obispo refiere que, “como dicen los italianos, Roma no se hizo en un día. Aquí todos queremos hacerlo en un día. Hay que ser grandes en las pausas, y no tan acelerados en la prisa”. (+)OTRA FACETA DE MONSEÑORA poco tiempo de su llegada al país, monseñor Arnaiz inicia su labor educativa a favor de los obreros a través de sindicatos y ligas agrarias campesinas como la Confederación Autónoma de Sindicatos Cristianos (CASC), donde fungía como asesor social. Su función orientadora se extendió, convirtiéndose en lo adelante en Fundador y Director del Centro de Información y Acción Social (CIAS) de Santo Domingo, Fundador del Centro de Formación y Acción Agraria (CEFASA) y Asesor de la Federación de Ligas Agrarias Cristianas (FEDELAC). Arnaiz narra el momento en que percibió cómo los obreros comenzaron a agitarse gracias a la educación que recibían. A partir de este cambio, monseñor decidió hablar con los empresarios una vez a la semana para abrirles un poco la mirada hacia los derechos ajenos y dar paso, de este modo, a lo que se consideraría como una conciliación entre dichos sectores. Respecto a la religión, “En el país, los políticos quieren estar bien con la Iglesia”, afirma el monseñor luego de referirse a una encuesta realizada por la universidad de Harvard, cuyos datos sugieren que cerca del 87 por ciento de los dominicanos se confiesa católica. Las conclusiones constructivas del obispo jesuita se mantienen bajo criterios firmes que salen a flote en ciertas circunstancias para cumplir con su misión de iluminar las mentes dominicanas. La sabiduría de monseñor Francisco José Arnaiz traspasa la educación religiosa, logrando filtrarse a través de su exquisita literatura, su pensamiento sociopolítico, además de sus artículos que ocupan las páginas sabatinas del Listín Diario. El país se enorgullece de su gran preocupación y entrega por la sociedad civil, los cuales demuestran sus grandes dotes como obispo y colaborador misionero que excede las fronteras. (( Figura de bien Apegado al compromiso La pacífica y conciliadora personalidad de Arnaiz es loable. Ver cómo su trayectoria misionera se ha mantenido a lo largo de tanto tiempo en una tierra que no le vio nacer y cómo se ha sensibilizado con los temas que afectan a la sociedad, es digno de admiración y tributo. Su gran preocupación hacia el prójimo recuerdan que aún existe el compromiso con la humanidad.