VISITA HISTÓRICA
“No soy ni quiero ser un marginado de la literatura”
EL ESCRITOR FALLECIÓ EL PASADO VIERNES 18 DEJANDO UN IMPORTANTE LEGADO A LAS LETRAS MUNDIALES
Visitó el Listín Diario durante su estancia de dos días en la República Dominicana. Vino como parte de una gira promocional patrocinada por Alfaguara, su casa editora, para presentar su más reciente novela “La caverna”. Saramago llegó al Listín Diario a las nueve en punto de la mañana del martes 20 de febrero de 2001 acompañado por las representantes de Alfaguara en México y República Dominicana, Laura Lara y Ruth Herrera, respectivamente. Se veía inmenso Saramago, a pesar de su espléndida humildad como ser humano. Con reputada educación saludó a quienes se hallaban a su paso, desde guardianes hasta periodistas, y en breves instantes, llegó al salón Carlos Alberto Ricart, donde lo aguardaba la mayoría de los invitados al desayuno. Sus pequeños ojos negros recorrían el lugar como tratando de descubrir su historia. Le habían dicho que éste era el mayor y más importante periódico de la República Dominicana y él -periodista en su juventud-, pretendía desentrañarnos. Quería saber del nombre y otras cosas y su deseo fue cumplido. La primera pregunta después de las presentaciones de rigor, fue suya, y Miguel Franjul fue su interlocutor. Después, fue interrogado por más de una hora por un grupo de escritores y periodistas que dejaron de lado sus individualidades para sacar de su alma el misterio pretendido. Sin dejar de mirarlo, sacaban sus respuestas Fabio Cabral, Enrique Mota, Vivian Jiménez, José Rafael Lantigua, Zaida Corniel, Aralís Rodríguez, Chiqui Vicioso y quien esto escribe, junto a los ya mencionados. Saramago es un acontecimiento donde quiera que pasa, porque es un hombre con una rectilínea actitud vital que lo convierte en uno de los humanistas más notables del mundo de hoy con independencia en sus ideas políticas. Saramago es respetado en todos los círculos tanto por su ortodoxia marxista como por su conducta de intelectual, comprometido con las grandes mayorías. El escritor portugués no ha vacilado, incluso, en sancionar al poder -rojo, claro- cuando desviaba el curso de su labor mesiánica y otros de manera oportunista le daban la vuelta al mundo envueltos en cantos de sirena. Saramago hoy es la certeza, una esperanza en favor del pensamiento y la reflexión; es un homenaje al poder de la palabra y a la capacidad del hombre de salir adelante, tal y como es aún en las peores circunstancias. Complejo, profundo, analítico, solidario, afable, polémico, pero sobre todo honesto consigo mismo, Saramago no ha dejado de ser Saramago en medio de la más intensa crisis existencial que ha sufrido la humanidad después de la caída del muro de Berlín. No se ha dado por vencido y, hoy por hoy, es uno de los más respetuosos, respetables y prestigiosos intelectuales que conoce la especie humana. Dice las verdades frente a frente. Y lo que es mejor: mira a los ojos de su interlocutor cuando habla. Sobre todo, cuando polemiza, algo poco común en quienes no aman a los fantasmas. Durante casi dos horas, Saramago habló de su vida, de su oficio y de los cambios -humanos y técnicos- en el mundo de hoy. El tiempo fue avanzando casi sin darnos cuenta, y al final del desayuno, todavía quedamos prendidos de la magia de su palabra. Antes de partir, no pudo resistir la tentación del tributo a las viejas máquinas con que se imprimía el Listín a finales del siglo XIX. El propio director del periódico lo puso al corriente de otros detalles técnicos de la época que para él resultaban muy familiares. En la imprenta donde trabajaba había maquinarias parecidas a éstas. Salió Saramago del Listín y el mundo volvió a su vorágine infinita, sólo que a quienes nos reunimos con él, no pudo devorarnos. Aquí transcribimos parte de la conversación, gracias a su entendible y educada pronunciación del idioma español. Con José Saramago, siempre estaremos en deuda. Las preguntas “El computador le cambia el estilo a quien no lo tiene” Miguel Franjul: ¿Cómo ve usted el periodismo de hoy a la luz de los nuevos avances tecnológicos donde, a veces, esas máquinas intentan sustituir la mente del hombre? José Saramago: Yo diferencio del periodismo la calidad humana y la calidad tecnológica. El periodista tiene su responsabilidad con el tiempo que le ha tocado vivir y la sociedad donde vive. A mí me importa más el ser humano que la tecnología. En el mundo de hoy la categoría de periódico está desapareciendo para dar lugar a otra que se denomina empresas propietarias de los medios de comunicación. No lo digo por bien o por mal, sino porque las cosas han cambiado tanto que el criterio de periódico como tal ha ido evolucionando desde el punto de vista comercial. En Europa, por ejemplo, los periódicos han dejado a un lado la importancia de la calidad humana para deslumbrar con la tecnología, y lo que se publica en esos periódicos está en función de esa calidad tecnológica. La veracidad de la información, la reflexión del periodista es lo que menos importa. Hay una mezcla de todos estos géneros que no se sabe cuándo hay y cuándo no hay una opinión. Al final no se dice nada: ni se informa ni se opina. Yo tengo una anécdota del periodismo de hoy que dice mucho de su estado. Cuando el presidente Ricardo Lagos de Chile me invitó a su toma de posesión, al llegar al país, en una rueda de prensa me preguntaron qué creía sobre el retorno a Chile de Pinochet. Yo les dije que me había quedado asombrado de lo milagrosa que era la tierra chilena porque Pinochet había llegado inválido, en una silla de ruedas, pero al pisar el aeropuerto, se levantó y echó a andar. Y ya que la tierra chilena podía hacer milagros, era justo que yo pidiera que ese milagro se diera también en los asesinados que están enterrados por toda la tierra chilena, que se levantaran a exigir justicia. Yo sé que mi respuesta era un poco fuerte, pero era mi punto de vista sobre una pregunta. Al otro día, ningún periódico chileno hizo referencia de la noticia. Por el contrario, cuando reseñaron qué se me preguntó sobre el general Pinochet, dijeron: “Ha dado las respuestas obvias en el tono esperado”, y punto. Si mañana alguien se pregunta qué estuvo haciendo Saramago en Santiago de Chile cuando se le preguntó sobre Pinochet, evidentemente, la única referencia que tiene es esa. Eso es terrible. UN DÍA EN LA VIDA DE UN PREMIO NOBEL “Me levanto todos los días como a las ocho y treinta de la mañana. Preparo mi desayuno que consiste en tostadas andaluzas con aceite y azúcar, jugo de naranja y yogurt. Después tomo café. Yo no soy de mucho comer. Después, bajo al jardín con mis tres perros.
Ellos siempre van conmigo y me acompañan tanto dentro como fuera de la casa. Son dos perros y una perrita que es de mi esposa. Están para defender a su amo de todo lo que signifique peligro.
La perrita se encierra en el cuarto con mi esposa y cuando voy a dormir y abro la puerta ella gruñe y ladra y amenaza con morderme. Pero cuando me ve no me hace nada, pero se pone a morder con fuerza el borde de la puerta. Afortunadamente, nunca me ha mordido.
Después del jardín subo a mi despacho, en la segunda planta de la casa, a través de una escalera de caracol.
Lo primero que hago después de encender el ordenador es revisar mi correo, contestar las cartas y corregir lo que escribí el día anterior.
En esos trajines paso la mañana. Después de almorzar, leo los periódicos y mientras leo me quedo dormido. Esa hora siempre la dedico a dormir una siesta, sobre todo, porque los periódicos hoy son un somnífero, en especial sus páginas políticas.
Sobre la cinco de la tarde subo de nuevo a mi despacho y me pongo a escribir hasta las ocho o las nueve de la noche.
En estas horas van mis páginas de creación. Al terminar ceno y me voy a dormir. Generalmente me acuesto temprano en la noche.
Yo soy un escritor atípico.
No me gusta el whisky, no me gusta el ruido, no soy ni quiero ser un marginado de la literatura. Yo soy un ser social. Soy una especie de animal doméstico.
Necesito para vivir mi casa, con mis libros, las rosas, mis perros, mi cama, la calle.
Sólo puedo escribir en mi casa. Necesito tener las cosas que amo a mi alrededor, en mi sitio.
Llevo una vida muy simple, nada espectacular. Como lector leo todo tipo de literatura, sobre todo contemporánea, no tengo preferencias”.