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PREMIO

El cine que no es

Everything, every where at once no encaja ni como cine, ni como metaverso, es una saga de clichés y recursos obsoletos e impresionistas que deslumbran pero no convencen.

El metaverso simula la máquina del tiempo. Entraña una nueva aplicación tecnológica abierta al sueño que altera la realidad. Y es cierta. Sin moverse de su sitio, el hombre puede transportarse a su pasado, su futuro o aventuras actuales.

El cine masificó al metaverso como arte. A veces lo denominaba como “Ciencia Ficción” o “Fantasía”, por su aureola creativa. Siempre lo tuvo presente bajo nombres distintos y realidades cambiantes.

Hoy llega sin disfraces ni sobrenombres en el filme“Everything Everywhere All At Once”, donde su protagonista, Michelle Yeoh, debe involucrarse en una serie de eventos para impedir que su hija la rechace por oponerse a su forma de vida.

Es un filme donde la aventura sabe respirar y se utiliza para el rescate social de dos personalidades que ven el mundo desde el complejo status del emigrante asiático en los Estados Unidos: el llamado país de las oportunidades que no siempre alcanzan quienes más las merecen.

En su escape aventurezco, los directores Kwan y Scheinert aplican diversos recursos tecnológicos para demostrar lo que no necesitan demostrar: que el metaverso es una realidad científica preparada para que el ser humano escape de sí mismo en busca de lo que anhela o en descubrir ocultamientos.

Su protagonista intenta convencer a una oficial de la Oficina Federal de Impuestos de los Estados Unidos y a su séquito de guardianes de seguridad y compañeros de labor.

Dividida en tres partes, la primera y más extensa transcurre dentro de un escenario preparado para una demostración casi fantasmal de artes marciales, recurso insoportable por su uso y abuso indiscriminados. Las otras dos partes intentan menos acción, pero ya el mal está hecho. Al espectador se le acaba la película mucho antes. “Everytrhing Everywhere All At Once”, carece de la frescura coreográfica que Tarantino le imprimió a su dupla de Kil Bill, o al legendario personaje oriental de Bruce Lee con sus cintas de Kung-fu.

El premio La propaganda internacional promovió como nunca este filme para apuntalarlo como el favorito de los premios Oscar. Pero no nos confundamos. Fue un galardón inmerecido que llamó la atención por la vasija que lo adorna: el metaverso.

Lejos de crear espectativa o emoción por la capacidad de la nueva tecnología que transporta al humano a lugares distintos al mismo tiempo, el filme se apoya en una saga de clichés y recursos obsoletos e impresionistas que deslumbran pero no convencen.

En los últimos años, el premio Oscar ha intentado captar nuevas audiencias distinguiendo obras que no lo merecen o que están por debajo de muchas otras. En Everything, Every Where at once hay un ejemplo de ese despropósito. Todos los galardones recibidos en la reciente versión de los Oscar están muy por debajo de la media frente a las lecciones de arte de otros filmes y actores. Pero el cine no solo es entretenimiento, sino política. Y en esta ocasión el galardón encaja dentro de ese contexto: Emigrantes de una potencia que ha desafiado a los Estados Unidos debían aplastar a quienes hacen cultura. Pero no nos dejemos engañar. Everything, Every Where at once es un filme aburrido, vacío, desproporcionado, sobreactuado y absurdo, de esas cintas pertenencientes al bando de los esfuerzos perdidos. A Hollywood le da igual. Siempre le ha dado igual cuando se trata de premiar por cumplir oportunidades en su insasiable búsqueda de protagonismo político. De quedar bien con el status quo.

A la quinta patadita de Kung-fu ya el espectador sabe que no está en presencia de una obra de arte, sino de un bodrio. Al igual que ciertas obscenidades que rozan la pornografía barata. Unos gags que solo provocan muecas en vez de risas sirven de plato de segunda mesa. Los chistes de los Reyes del Humor son más digeribles que estos. Ese no es el metaverso verdadero, que me perdonen los sabios y dioses académicos. Eso es improvisación, recurrencias mediocres que caen en las arcas del terreno baldío. Le falta altura y clase. Mucha altura, la que nos han enseñado maestros como Steven Spielgberg, Baz Luhnmann, Guillermo del Toro, James Cameron y Martin Mc- Donagh, entre muchos otros.

Pertenezco a otra generación. Pero venero todo tipo de cine cuando cumple su doble significado: entretenimiento y hacer pensar. También soy fans del metaverso, de ese recurso que nos transforma en nosotros mismos y nos exporta a contextos diferentes. De lo que sí estoy en contra es de la chapucería, de lo mal hecho, de que un jurado de sabios me trate de engañar como si fuera un niño al que le sacan una menta de la boca.

Nada más, y nada menos. Es algo así como un equipo de béisbol obligado a perder frente a enemigos débiles. El premio está dado, pero la mancha nadie podrá borrarla de la historia de Hollywood. Otra más.

FICHA TÉCNICA:

País: Estados Unidos. Duración: 139 minutos. Año: 2022. Dirección y guion: Dan Kwan, Daniel Scheinert. Reparto: Michelle Yeoh, Ke Hoy Quan, Jamie Lee Curtis, Stephanie Hsu, James Hong y Tallie Medel. Sinopsis: Cuando una ruptura interdimensional altera la realidad, Evelyn (Michelle Yeoh), una inmigrante china en los Estados Unidos, se ve envuelta en una aventura en la que solo ella puede salvar el mundo (Filmaffinity).

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