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SÉPTIMO ARTE

Otros maestros y maestras del cine español

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Javier FernándezMadrid, España

Icíar Bollaín ha retratado los problemas de las mujeres con una sensibilidad que, hasta su debut en 1995 con Hola, ¿estás sola?, ningún otro director había tenido hasta entonces. Sus historias han puesto sobre la mesa temas como la soledad, la amistad femenina, la inmigración o la violencia machista. Esta última cuestión fue el centro del argumento de Te doy mis ojos (2003), su título más aclamado hasta el momento, que obtuvo siete Goyas, entre los que se incluían mejor dirección y mejor guion original.

Con este drama protagonizado por Laia Marull y Lluis Tosar, Bollaín pretendía acercar esta lacra social al espectador sin estridencias ni victimismos, de un modo diferente al que acostumbra a ver en los informativos de televisión. “Me gustaría que se entendiese el problema. Que no es todo blanco o negro. Hay gente con la idea reduccionista de que ellas son tontas por aguantar”, declaró en rueda de prensa durante el rodaje. En la última década, Bollaín ha sumado a su relato cinematográfico la preocupación por el medio ambiente a través de títulos como También la lluvia o El olivo, ambas escritas por Paul Laverty, guionista habitual del director del realismo social británico Ken Loach.

El perro del hortelano El perro del hortelano trataba un tema insólito en el siglo XVII. Su directora, Pilar Miró, lo resumía así: “Una mujer dueña y señora de voluntades lucha por el hombre que le gusta y utiliza su ingenio y su posición para conseguir lo que quiere y como quiere”. Y con este argumento empoderado, la realizadora madrileña conseguiría también algo insólito en el siglo XX: ser la primera mujer en ganar un Goya a la mejor dirección. Un camino aún muy poco transitado en el que solo figuran, además de Miró, Icíar Bollaín e Isabel Coixet (en dos ocasiones).

Pilar Miró también fue recompensada en aquella gala por su adaptación de la comedia homónima de Lope de Vega. La película en total se llevó siete Goyas, incluyendo a sus dos protagonistas: Carmelo Gómez y Emma Suárez, y supondría el colofón de la pletórica carrera profesional de Pilar Miró, que se truncaría con su fallecimiento al año siguiente.

Antes de su última etapa cinematográfica, la directora había pasado de los platós de cine y televisión a los despachos. Pilar Miró fue directora general de Cinematografía y de RTVE, sillones desde donde intentó apoyar a las producciones españolas y dinamizar la promoción del cine español en festivales internacionales. Escribió y dirigió nueve películas, entre las que se cuentan títulos tan dispares como la impactante El crimen de Cuenca (1979), inspirada en un error judicial de principios del siglo XX que hizo que el Ejército la secuestrase por la imagen que ofrecía de la Guardia Civil, o la personal e intimista Gary Cooper que estás en los cielos (1980), un homenaje al jinete con el que se escapaba en sueños para huir del miedo que le producían su “padre, las monjas y las amígdalas”.

La musicalización exquisita Nadie como el compositor donostiarra Alberto Iglesias ha subido tantas veces al escenario a recoger un premio Goya. Sus 11 estatuillas solo están a tiro de las 10 de Pedro Almodóvar, el director, por otra parte, con el que ha mantenido una estrecha y fructífera relación profesional hasta el punto de que seis de los 11 galardones son recompensa a partituras creadas para el director manchego. En total, la sinfonía de laureles de Iglesias abarca 17 nominaciones, lo que significa que su nombre ha estado presente entre los mejores en la mitad de las galas que celebra el cine español desde 1987.

El rumbo de la vida de Iglesias cambió cuando conoció a unos amigos de su hermano que coqueteaban con el mundo del cine. Se llamaban Montxo Armendáriz e Imanol Uribe. Su primera composición, con 23 años, fue para el cortometraje Paisaje (1978) de Armendáriz. Uribe terminó de ponerle en el camino con La muerte de Mikel (1984) y otro cineasta de San Sebastián, Julio Medem, le llevó a la alfombra roja con Vacas (1992) y con La ardilla roja(1993), que le reportaron su primera nominación y su primer Goya, respectivamente.

Con su inseparable Medem estrenó en 2001 Lucía y el sexo, que fue recibida con entusiasmo: permaneció 35 semanas en la cartelera, llevó a las salas a casi millón y medio de espectadores y logró 11 nominaciones a los Goya, de los que obtuvo los de mejor actriz para Paz Vega, y mejor música para Alberto Iglesias. De ella, Ángel Fernández-Santos comentó en este periódico que se trataba de un “filme misterioso, alquímico, enrevesado, ambicioso y con brotes de una rara originalidad plástica”. Así también es su música, ambiental y enigmática, aunque su tema más popular, Me voy a morir de cárceltanto amor,que fue utilizado años más tarde en un capítulo de la tercera temporada de la serie estadounidense de culto Mad Men, sea luminoso y nostálgico.

Un actor consagrado El actor malagueño Antonio de la Torre se puso en el radar del público y la crítica en 2006. Ese año realizó un papel secundario en Volver de Pedro Almodóvar y en Azul oscuro casi negro, el debut del madrileño Daniel Sánchez Arévalo, un drama con toques de comedia, cuyo papel de convicto fue premiado con el Goya a mejor actor de reparto. Era la primera vez que optaba al galardón, aunque llevaba una década apareciendo en pequeños papeles en una veintena de películas. Sánchez Arévalo, que consiguió por su parte el Goya al mejor director novel, ya no dejaría a De la Torre. Le gustaba su actitud de “alguien normal, un tío de aspecto corriente que podría ser tu vecino, el español medio”. Y por eso está en los cuatro largometrajes de su filmografía.

A aquel primer reconocimiento le han seguido 13 nominaciones más, lo que convierte a Antonio de la Torre en el actor que más veces ha optado a los galardones. Su talento y su poderosa personalidad en la gran pantalla han hecho que su presencia sea habitual en todas las ediciones de los premios. Pudo ganar por sus interpretaciones en Gordos (2009), la segunda cinta de Sánchez Arévalo para la que engordó 33 kilos; Balada triste de trompeta(2010), de Álex de la Iglesia, o Grupo 7 (2012), junto a Mario Casas, entre otras. Pero no logró su segundo Goya hasta 2019, con el papel de político corrupto en el thriller de Rodrigo Sorogoyen, El reino, que se alzó con siete Goyas.

Victoria Abril: Una chica Almodóvar Tras una década escribiendo para otros, Agustín Díaz Yanes decidió con 45 años que él sería el director de sus propias historias. La decisión acarreó una tormenta de premios. Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muertologró ocho estatuillas de las diez a las que optaba, y el director madrileño vio reconocida su doble labor: como guionista y como debutante. Victoria Abril, la protagonista del filme, ganó un Goya por primera vez, tras siete intentonas. También fue el primero para la ya veterana Pilar Bardem, con la que Abril formaba el tándem nuera-suegra en la aclamada cinta, considerada por la crítica “una de las películas más duras, negras y emocionantes del cine español”.

La carrera de Victoria Abril se encontraba en la cumbre. Tras 20 años en la profesión —en cuyos inicios compaginó el cine con la televisión, donde fue azafata del Un, dos, tres…—, se había convertido en imprescindible en las películas de Vicente Aranda y había vivido un idilio profesional con Pedro Almodóvar. Además, alternaba su trabajo en España con papeles en Francia. Tras el reconocimiento en los Goya, volvería a estar nominada por Sin noticias de Dios, otra película junto a Díaz Yanes, y por El séptimo día, de Carlos Saura. Su último gran reconocimiento ha llegado este año con el premio de honor en la última edición de los Premios Feroz, otorgados por la Asociación de Informadores Cinematográficos de España, que celebran sus más de 80 películas en sus 40 años de carrera.

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Todos a la cárceltanto

Luis García Berlanga (Valencia, 1921-Madrid, 2010) ganó los Goyas a la mejor película y la mejor dirección con Todos a la cárcel, el corrosivo filme que rodó con 72 años en la última etapa de su carrera. Berlanga había alumbrado ya algunos de los títulos más importantes del cine español: Plácido (1961), la segunda película española nominada al Oscar —tras La venganza de Juan Antonio Bardem, con quien dirigió su primera película Esa pareja feliz (1953)— o El verdugo (1963), esa comedia negra sobre la escalofriante dualidad de una España sumergida en el oscuro alquitrán de la dictadura, con la pena de muerte como uno de sus peores símbolos, que intenta sacar un brazo hacia la modernidad y una pieza clave del cine patrio. Este año se cumple un siglo de su nacimiento, por lo que recibirá un homenaje en la gala de los Premios Goya.

En todos sus títulos, más de 15, Berlanga ofreció un estilo y una voz tan personales que han acabado encontrando cabida en el Diccionario bajo el adjetivo berlanguiano. Fue cronista de las miserias y las alegrías de un país embarrado por los traumas de la guerra; sorteó la censura con mordaces comedias costumbristas que arrancan una sonrisa triste, casi siempre en tándem con el prolífico guionista Rafael Azcona. La democracia quitó el freno a la sátira en títulos como La vaquilla (1985) o Todos a la cárcel, su penúltimo delirio de enredos en la que satirizaba la corrupción política, coescrita junto a su hijo, el periodista y escritor Jorge Berlanga, quien redactó la última berlanguianada al describir las últimas horas de su padre: “Cenó una tortilla de patata, vio un partido del Valencia y amaneció muerto”.

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