El agente topo

El cine chileno sueña despierto. Ahora le toca el turno a Maité Alberdi. Ella retorna por la puerta grande, directa a los premios Oscar. Es una figura exitosa, pero de bajo perfil, con estudios de Producción Audiovisual en la Universidad Católica de Chile. Su Ópera Prima lo fue “El salvavidas”. Luego le siguió “La Once” merecedora de 12 premios internacionales, y nominada al Goya 2016 como Mejor Película Iberoamericana. Ese mismo año estrenó el corto “Yo no soy de aquí” nominado a los European Films Award, así como el largometraje “Los niños”, selección oficial para los Premios Platino.

En su película “El agente topo”, no solo dirige a una pléyade de ancianas confinadas en una estancia a causa de la indiferencia familiar, sino que ha escrito un guion inolvidable. Su cámara, como espía y periodista, penetra en un asilo para hablar en alta voz. No estamos ante la mirada incisiva de un anciano detective aficionado en busca de culpables.

Estamos frente a confesiones personales conmovedoras, ante estados de ánimo irreversibles, ante la terrible soledad de un grupo de mujeres abandonadas por los suyos, necesitadas de pellizcarse la piel. La directora retrata los terribles rasgos de la muerte en vida. Las señoras, convertidas en actrices, saben mirar a donde deben y repiten los bocadillos del guion como palabras propias; denotan disciplina. En su piel encarnan a las recluidas en sitios similares a lo largo y ancho del planeta.

Alberdi aporta las influencias neorrealistas de aquellos italianos ilustres, como Rosellini, Fellini, De Sica, Visconti y Pasolini: une dos géneros en apariencia desiguales: el documental y la ficción. Y lo hace bien. Demasiado bien. No sabemos cuándo comienza la ficción, ni el ultimátum documentalista. Pero sí hay cine serio, manejado con eficacia tecnológica y contentivo de un guion que no nos permite pestañar.

Ficha técnica País: Chile. Año: 2020. Duración: 90 minutos. Dirección y guion: Maité Alberdi. Reparto: Sergio Chamy, Rómulo Aitken. Sinopsis: Un investigador privado, recibe de una clienta el encargo de investigar sobre su madre, quien vive interna en un asilo. Para esa misión contrata a Sergio, un viudo de 83 años, quien nunca ha trabajado como detective, para infiltrarse en el asilo como un agente topo.