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TELESERIE

¿Es real la familia real inglesa?

Es difícil deslindar el juicio sobre una obra literaria del asunto que trata. Incluso he visto a algunos autores explicar por los personajes que inventan, como si fueran reflejos de su propia vida y eso los incriminara ante esta sociedad boba

La familia real británica ha protestado por la falta de verdad de algunas escenas de la serie The Crown. La protesta fue un traspié del departamento de prensa que sirvió para promocionar aún más el producto. Una dramatización acepta recreaciones y ciertas invenciones que no desbaraten los hechos representados, es una evidencia. La Casa Real exigía que un cartel explicara a los espectadores de la serie que se encontraban ante una ficción. Pero los espectadores ya lo saben, y la sensación que produjo el comunicado es algo parecido a la estupefacción con la que hubiéramos recibido que Julio César protestara porque ciertos fragmentos de la obra de Shakespeare no reproducen la verdad fielmente. La narración basada en personajes reales es una moda que dura milenios, no es de ahora. De hecho, los lectores más inteligentes también saben que las autobiografías suelen responder a ese mismo ejercicio de reordenación, estructuración y añadidos ficticios. A estas alturas, cuando uno lee el cartel inicial de que una ficción está basada en hechos reales, ya no le provoca la mínima impresión. Todo está basado en hechos reales, desde Hamlet hasta Qué gozada de divorcio.

En cierta ocasión, un heredero de un noble chino muerto mil años atrás reclamó a un novelista por daños y perjuicios porque no le gustó el retrato que hizo de su predecesor. Por supuesto, ganó la demanda. Pero me temo que esas cosas ya solo pasan en China. Imaginen que los herederos de Felipe el Hermoso tuvieran ganas de pleitear. Nos hemos acostumbrado a que las personas con relevancia tengan que soportar el retrato que los narradores perpetúan de ellos. Nadie ha hecho caso a Toni Morrison, la novelista americana que reclamaba derechos de autor para quien padeciera una novelización de su vida. Lo que sucede con The Crown tiene que ver con la calidad de su escritura y lo formidable de algunas de sus interpretaciones. Más allá de parodias, cotilleos morbosos y retratos algo desfigurados, continúa una línea de explotación muy antigua. Es más que evidente que los hechos están novelizados, pues en la alcoba de la reina no ha estado nunca el guionista ni tampoco se acodó al pie de la cama del príncipe Carlos y Camila para anotar lo que comentaban tras gozar, ellos sí, del amor carnal. La ficción ha buscado siempre mil estratagemas para presentarse como algo real, la más sencilla de todas es usar escenarios, personajes y momentos históricos que hayan sucedido en el pasado. Es la forma más simple de hacer pasar la mentira por verdad.

Para que se acepte esa condición de personaje de dominio público, la persona retratada tiene que responder a unos parámetros de relevancia y, sobre todo, haber trascendido con sus actos la parcela de lo íntimo. Si su peripecia ha sido retratada por los medios, la reinterpretación y el uso de su biografía para formar parte de obras de creación son aceptables. Las demandas de protección cubrirían al resto de las personas o aquellos que se han registrado como marca comercial, que cada día hay más. La polémica podría servir, si acaso, para pinchar un poco esta burbuja del biopic, algo exagerada y empobrecedora. Esta trifulca entre los creadores de la serie y la Casa Real británica podría hacer mejores espectadores y lectores. Serían aquellos que cuando se enfrentan a una obra histórica, a un relato con personajes reales, a un fresco de relevancia, tuvieran la visión distanciada para entender que todo aquello responde a una interpretación particular. Nos encontramos en un momento de enorme infantilismo. Cada vez es más difícil deslindar el juicio sobre una obra literaria del asunto que trata. Incluso he visto a algunos autores tener que dar explicaciones por los personajes que inventan, como si fueran reflejos de su propia vida y eso los incriminara ante esta sociedad boba. Los lectores han de madurar en la capacidad receptiva, como hicieron cuando cayeron en la cuenta de que el lobo que amenazaba a Caperucita nunca fue un lobo concreto de un bosque vecino. A eso se lo llama crecer. La familia real británica haría bien en preguntarse si no llevan ellos mismos ofreciendo al pueblo una versión bastante poco real de su verdadera circunstancia y en el fondo compiten con la mentira de la cadena a ver quién impone su versión.

SEPA MÁS

• “The Crown” es una serie web de drama histórico sobre el reinado de la reina Isabel II, creada y escrita principalmente por Peter Morgan.

• A medida que pasan las décadas, se revelan intrigas personales, romances y rivalidades políticas.

• El gobierno británico pidió a Netflix que aclare que “The Crown” es una obra de ficción.

• La temporada 4 de la teleserie, para muchos la más absorverte. es una titánica lucha entre Margaret Tatcher, Lay Di e Isabel II.

• El ‘establishment’ británico se vuelca en vindicar a la esposa de Carlos de Inglaterra, frente al relato considerado injusto de ‘The Crown’.

• La controversia entre Netflix y el Gobierno británico revela el complejo escenario jurídico en el que se mueven estas producciones

El personaje real y su doble en la ficción .

Tres rostros y tres estupendas caracterizaciones: Lady Di (Emma Corrin). Isabel II (Olivia Colman) y Margaret Tatcher (Gillian Andrson).

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