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Elena Anaya: “Solo espero que Roman Polanski nunca me llame a trabajar con él”

La actriz toma el relevo de Penélope Cruz y se convierte en la segunda actriz española en trabajar con Woody Allen en ‘Rifkin’s Festival’, que inaugura el Festival de San Sebastián

La actriz española Elena Anaya sale en defensa de Woody Allen.

La actriz española Elena Anaya sale en defensa de Woody Allen.

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LUIS MARTÍNEZSan Sebastián, ESpaña

Suyo es el privilegio y la condena. De un lado, el sueño de todo actor o actriz de reencontrar­se con un director con el que ha crecido, se ha formado y ha aprendido a todo, incluso a amar. Del otro, el doliente trabajo de convertirse en daño colateral de la polémica que persigue a ese mis­mo director. Elena Anaya (Palen­cia, 1975) es la nueva estrella del Festival de San Sebastián. Y lo es por ser la heredera del testigo de Penélope Cruz después de ‘Vic­ky Cristina Barcelona’. Su papel en ‘Rifkin’s Festival’ es la de una doctora que sufre tanto al pesa­do del protagonista como de mal de amores. Fuera de la pantalla, sigue sufriendo la penitencia de aclarar una y otra vez los motivos que le han llevado a aceptar un trabajo que rechazarían (y, de he­cho, han rechazado) buena parte de sus compañeros. Recuérdese, después de que Ronan, el hijo de Allen, desenterrara la acusación de abusos a su hermana Dylan, el propio Allen publicó este mismo año la biografía ‘A propósito de nada’ en la que ofrece su versión detallada de lo ocurrido.

¿Qué significa estar en una película de Woody Allen para alguien que se dedica profesionalmente al cine? Woody Allen forma parte de la vida de cualquiera que tenga el más mínimo interés por el cine. Trabajar con él ha sido un sueño muy lejano que, de repente, se ha hecho realidad. Y por sorpre­sa. Cuando me llamó y me ofre­ció la película, lo primero que sentí es la pena por no haber po­dido contar a mis padres algo así. Se sentirían muy orgullosos.

¿Algún momento de la larga filmografía de Allen es especialmente relevante para usted? Siento no ser original. Sin duda, cada instante de ‘Annie Hall’ es pa­ra mí casi sagrado. Luego, ya más recientemente, el trabajo de Cate Blanchett en ‘Blue Jasmine’ me re­sulta casi milagroso. Se sale de la pantalla con ese personaje tan cer­ca de Blanche DuBois de ‘Un tranvía llamado deseo’; un personaje deses­perado, neurótico, fuera de sí...

Javier Bardem hablaba de que trabajar con Woody Allen es co­mo hacerlo con un señor que pasa por ahí, que desconcierta que nun­ca diga nada ni dé ninguna orden a los actores...

Mi caso es justo el contrario. A mí me lo decía todo. Son siempre ano­taciones extremadamente brillantes, aunque no siempre muy amables. Hay que encajarlas. No puedes hun­dirte. Cuando quiere es muy bestia y si te caes, puede que no te levantes en el resto de tu carrera. Es muy directo. Eso sí, todo lo dice de manera educa­da y aclarando muy bien el motivo de lo que quiere y por dónde tienes que ir. A veces, le gustaba dar el visto bueno a una toma y acto seguido te pedía que hicieras exactamente lo contrario. Po­día cambiar de opinión en mitad del rodaje. Ya no quería lo que él había planeado en el guión.

¿Ha leído su autobiografía ‘A propósito de nada’?

Estoy en ello. Me gustaría que los días tuvieran cinco días dentro para acabármela cuanto antes. Pe­ro no me da la vida para más. Lo que llevo leído es absolutamen­te brillante y deja muy claro cómo es. Es una perfecta introducción para quien no le conozca.

¿Qué opina de los capítulos más duros? ¿Le convence su versión de los hechos sobre el abuso de su hija y su relación con Mia Farrow? ¿Ha cambiado su opinión de él tras leer algo tan duro? Aún no he llegado a ello. Estoy en la parte que habla de su niñez. Lle­vo sólo 50 páginas. Por lo demás, yo siempre he creído en la Justicia. Se ha estudiado dos veces su caso y se ha desestimado. ¿Qué más ten­go yo que pensar al respecto?

¿Qué le parece la reacción de algunos de sus colegas como Timothée Chalamet que incluso devolvió el sueldo por su trabajo en ‘Día de lluvia en Nueva York’ o Natalie Portman que le repudió públicamente? Con el corazón en la mano, no ten­go redes sociales y no me informo mucho de los cotilleos. No sé ni lo que hizo Chalamet ni Natalie Portman, a la que admiro profundamente. Res­peto la opinión de cada compañero y que cada uno haga público su pare­cer... Pero no entiendo esa obsesión por contarlo todo a todas horas. Ójala estos medios sirviesen para hacer algo de verdad útil por el clima, por ejem­plo. Donald Trump acaba de decir que los incendios no tienen nada que ver con el cambio climático... Todos tendríamos que ser más constructivos en vez de destruir tanto.

¿No tuvo dudas cuando le llamaron y el ofrecieron el trabajo con Woody Allen pese a la tormenta en los medios? Me llamaron mis agentes ameri­canos y me preguntaron: “¿Trabaja­rías con Woody Allen?”. Y, la verdad, no entendía la pregunta. Y luego, ya con más reflexión, creo que lo único que se puede decir al respecto es que yo no voy a ponerme delante de la Justicia... Eso sí, exigí leer el guión.

¿Si la propuesta viniera de Roman Polanski aceptaría igual? Sólo espero que nunca me lla­me Roman Polanski para trabajar con él. ¡Me daría tal susto!

¿Entonces? Vuelvo a lo mismo. Polanski sí ha sido juzgado y está en busca y cap­tura. Pues no, no quiero ni tomar­me un café con una persona que está en su situación. Pero tampo­co conozco tan bien su caso. No me da la vida para tanto. ¡Si voy por la página 50 de la biografía de Allen!

¿Le parece bien la última decisión de la Academia de Hollywood de condicionar las candidaturas a los Oscar al cumplimiento de una serie de requerimientos para combatir la discriminación? Me refiero a eso que se llama de forma despectiva “política de cuotas”. La pregunta me pone contra la espada y la pared. Honestamen­te, creo que el arte no debe tener género ni color de piel. Pero es­toy convencida de que tiene que haber más presencia de mujeres cineastas. Tenemos que dar más visibilidad a la gente discrimina­da. No puede ser que cada vez que aparece un negro sea el malo. Y eso mismo pasa mucho con las mujeres. Todos debemos de es­tar ahí apoyándonos y luchando por la igualdad, pero sin cuotas. Pero es complicado. En cualquier caso, yo estoy implicada, estoy en tres academias y quiero estar para poner mi granito de arena y para que haya más multicultura­lismo. Hay que pensar en grande.

Fotograma de la película Lucía y el sexo.

Elena Anaya y Gina Gershon.

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