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CINE

Como animales de presa: El fantasma de la ingrata hipocresía

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Rienzi Pared PérezSanto Domingo, RD

Imaginémonos en poner en una sala a un grupo de aristó­cratas, aprendices de intelectuales, co­nocedores de la educación más fina y elegantemente bien vestidos, y que por al­guna fuerza extraña no pue­den salir de la sala en que se encuentran. Donde el agua y los alimentos escasean.

Qué nosotros entendemos pudiera pasar después de horas en cautiverio?. Esto fue lo que ese gran director español Luis Buñuel quiso plasmar en esta joya de pelí­cula cargada de surrealismo y de simbología convirtién­dose en una obra maestra: “El ángel Exterminador”.

La trama de esta pelícu­la es la siguiente: Un grupo de amigos de la llamada cla­se alta se reúne a cenar des­pués de asistir de disfrutar una ópera. Justo antes de que todos lleguen a la casa, la servidumbre se marcha del lugar sin ninguna justifi­cación, con la excepción del mayordomo que permane­ce fiel a su patrón y hacién­dose cargo de todo el servi­cio de la cena.

Luego, todos acuden al salón contiguo donde una de las invitadas toca el pia­no. Todo transcurre sin nin­guna novedad, hasta que uno de ellos anuncia que se retira, y es aquí donde comienza la odisea. Por al­guna circunstancia no pue­den salir del salón y todos se quedan dormidos hasta que amanece. A la mañana siguiente, es cuando se dan cuenta que nadie puede abandonar el lugar sin que pueda existir una razón ló­gica para ello.

La elegancia de los invita­dos poco a poco va desapa­reciendo cuando escasean los alimentos y las bebi­das. El hacinamiento se ha­ce presente y todos caen en una desesperación por que­rer escapar del encierro. Al­gunos caen enfermos por la carencia de medicamentos; otros son capaces de matar si es necesario para sobre­vivir.

Es lo que realmente Luis Buñuel quiso mostrarnos de hasta dónde es capaz la especie humana que lleva­da a situación extrema, de asumir un comportamiento bestial y de actuar de mane­ra egoísta con tal de sobre­vivir a una situación des­esperante. No importa la clase; el ser entes intelec­tuales o de pertenecer a una burguesía fina y educada, eso realmente no importa. Lo necesario es sobrevivir a toda costa aunque perda­mos todo rasgo de huma­nidad y nos despreciemos unos a otros.

Buñuel era un rebelde o mejor dicho un hacedor de cosas para poner a pensar a cualquier mortal. Es como si estuviéramos en uno de los cuentos negros de Ed­gar Allan Poe. Buñuel se ha lanzado directamente a los campos del misterio, de lo inexplicable.

“El Angel Exterminador” es un muestreo de la vida enfrentada a sí misma. To­dos actúan de acuerdo a su Yo interior y se desprenden los odios, los celos, la avari­cia, la envidia y esas mise­rias humanas reprimidas y expuestas a flor de piel has­ta llegar a lo más oscuro de cada quien.

Es importante destacar la repeticiones que se dan en algunos planos dando a pensar que hay un error en el montaje; pero no. El di­rector quiso hacerlo así pa­ra reflejar las constantes repeticiones cotidianas co­mo forma de una rutina convencional. Como en to­da obra de Buñuel siempre saldrán a relucir elementos surrealistas como forma de expresión de su arte carac­terístico.

“El Angel Exterminador”, historia sacada del libro del Apocalipsis, nos lleva a au­toevaluarnos como seres humanos aunque será di­fícil poder explicarnos an­te situaciones extremas.... o sí?.

CURIOSIDADES

Esta cinta ocupa el lugar decimosexto en la lista de las 100 mejores pe­lículas del cine mexica­no, según la opinión de veinticinco críticos y es­pecialistas en México, publicada por la revis­ta “Somos” en julio de 1994. Además, se haya listada entre las mil me­jores películas de todos los tiempos por el New York Times.

Luis Buñuel declaró que le hubiera gustado ha­ber ambientado la pelí­cula en París o Londres, donde se reflejaba muy bien la burguesía...pero no pudo ser y fue rodada en México.

Recibió el “Premio Fi­presci” de la crítica in­ternacional y premio de la “Sociedad de Escrito­res del Cine” en Cannes, en 1962.

Tras el éxito en Cannes de “Viridiana”, a Buñuel se le permitió volver a ro­dar con entera libertad, aunque no con todos los medios económicos que hubiera deseado.

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