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HISTORIA

Salvatore Giuliano: El bandolero que ofreció a Truman la anexión a los Estados Unidos

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Mónica ArrizabalgaSanto Domingo, RD

“Estimado presidente Truman, si no lo molesto y si mi mensaje no lo encuentra mal dispuesto, acepte el humilde llamamiento de un joven que está muy lejos de Estados Unidos, por muy conocido que sea, y le pide ayuda para hacer realidad un sueño que hasta hasta la fecha no se ha logrado. Permítame presentarme. Me llamo Salvatore Giuliano». Así comenzaba la carta que este italiano escribió en la primavera de 1947 al presidente norteamericano Harry S. Truman suplicándole que anexionara Sicilia a los Estados Unidos ante «la invasión comunista de Italia».

El propio bandido suponía que el mandatario estadounidense no tendría una idea clara de quién era porque los periodistas o bien lo describían como «un héroe legendario», o como «un criminal común». Por eso, en esta misiva que se le atribuye, pasaba a relatarle su vida desde que en 1943, a los 21 años, mató a un policía y se convirtió en forajido. Giuliano había luchado a su modo en el bando de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial y se había unido al Movimiento de Independencia de Sicilia.

Una vez concluida la guerra, Giuliano creía que Italia sería «víctima de los extranjeros, especialmente los rusos» y en un alarde de superioridad, le escribió a Truman en nombre de los «cientos de miles de hombres» que esperaban en Sicilia «ser liberados» del comunismo.

El periodista Gilbert Graziani lo explicaba así en un extenso reportaje sobre la mafia que publicó en «Blanco y Negro» en 1968: «Después de la guerra, la Mafia favorece durante cierto tiempo el movimiento separatista siciliano. Salvatore Giuliano, que había asesinado a su primer carabinero en 1943 por no entregarle un quintal de trigo, fue ascendido a jefe de Ejército. Él se envalentonó hasta el punto de llegar a ofrecerle Sicilia al presidente Truman para que formase un nuevo Estado norteamericano».

En las montañas sicilianas de Montelepre, Giuliano y su banda pusieron en jaque a la Policía italiana durante una década. Con su gallardo aspecto, que se parecía más al de estudiante o un señorito de buena familia que al de un malhechor, con sus cartas a los periódicos, los carteles que sus secuaces fijaban de noche en las paredes de las poblaciones, burlando la vigilancia de la Policía, y las entrevistas que concedió en sus escondites, Giuliano supo granjearse una fama de bandido generoso y romántico, obligado a vivir al margen de la ley por ABCuna injusticia. Un defensor de los oprimidos y un ardiente partidario de la independencia siciliana. Sin embargo, en su haber contaba con alrededor de trescientas muertes y no todas causadas durante las refriegas en los montes. Muchas de sus víctimas fueron sentenciadas y ejecutadas con la mayor sangre fría, según relató ABC.

En el sangriento historial de este célebre bandido destaca un trágico suceso ocurrido a las afueras de Palermo el 1 de mayo de 1947, apenas diez días después de que la izquierda lograra una mayoría relativa en las elecciones regionales. Con motivo de la Fiesta del Trabajo, unas 2.000 personas se habían reunido esa mañana en un descampado conocido como Portella della Ginestra. De pronto, unos desconocidos comenzaron a disparar con ametralladoras sobre la multitud durante unos interminables diez minutos. Eran Giuliano y sus hombres. Once personas murieron asesinadas y treinta resultaron heridas.

«Turiddu», como se conocía popularmente a Giuliano, aún continuó con sus secuestros, asesinatos y extorsiones durante casi tres años más, ante los inútiles esfuerzos de la Policía italiana por capturarlo. ABC fue dando cuenta en sus páginas de esta larga cacería humana, que finalizó en 1950.

«Salvatore Giuliano fue muerto en una emboscada por los “carabinieri” cerca de Marsala», tituló el periódico el 6 de julio. Según los primeros informes oficiales, el bandido, de 28 años, había sido sorprendido en la región de Castelvetrano, a más de 80 kilómetros de Palermo, lo que hacía pensar que pretendía huir de la isla. «Fue acorralado cuando estaba agachado contra una tosca valla de madera. Una ráfaga de fusil ametrallador segó su vida antes de que pudiera utilizar el arma, de la misma clase, que empuñaba él. Vestía pantalón de soldado norteamericano, camiseta blanca y calzaba unas sandalias nuevas. En el dedo corazón de la mano derecha lucía un enorme diamante», informaban las agencias.

Los periódicos ensalzaron la figura del vencedor de Giuliano, el coronel Luca, jefe de las fuerzas italianas de represión del bandolerismo, que fue ascendido a general tras aquella operación. El expediente que tenía Giuliano en las oficinas de Policía constaba de 3,074 folios.

Días más tarde se conocía, sin embargo, una nueva versión de la muerte del bandido, muy distinta a la oficial y a los rumores que corrían por Sicilia. «Nada de cuanto se ha dicho sobre la muerte de Giuliano -el más famoso bandido del siglo- ha respondido, a la escueta verdad de los hechos. Ni ha caído por los disparos de los “carabinieri”, ni ha sido seducido por el reclamo vanidoso de un automóvil de operadores cinematográficos, ni ha tenido que utilizar, el revólver o la pistola ametralladora para su defensa, ni le han sorprendido en la calle a altas horas, de la madrugada, ni el lugar donde se encontraba el cadáver era propiamente donde había dejado de existir. Todo lo que se ha dicho y escrito y mucho más es falso por entero. Y la versión de la Policía, una fantasía, hasta cierto punto justificada», afirmaba Julián Cortes Cavanillas.

El temido bandolero había sido traicionado por su primo y lugarteniente Gaspar Pisciotta, según el relato del corresponsal de ABC. «El bandido ha muerto mientras dormía, sin quizá darse cuenta de nada. Como todos los que se habitúan a dormir al sereno, se cubría la cabeza con los brazos. Pisciotta, que se acostaba en la estancia vecina, cuando tuvo la certeza de que su primo dormía profundamente, le apuntó con la pistola en la nuca, pero con mal pulso, le dio en la espalda el primer golpe y el segundo bajo la axila. Son las dos heridas que, según el examen microscópico, no pudieron ser producidas por disparos a distancia».

Pisciotta llevó el cadáver de Giuliano al patio donde apareció «oficialmente» y los carabinieri dispararon sobre él una ráfaga de ametralladora. Según una última versión de la muerte de «Turiddu», el plan de la Policía italiana era abatir a Pisciotta cuando les entregara el cadáver de Giuliano, pero éste les apuntó con una ametralladora que llevaba escondida y huyó en un coche oficial, tras amenazar de muerte al conductor.

Aunque en el juicio, Pisciotta declaró haber matado a su primo por orden del ministro del Interior, pronto las sospechas recayeron en la Mafia. «Terminó por encontrarlo demasiado molesto», contaba Graziani. Así que «le hizo asesinar por su lugarteniente y avisó a la Policía. La epopeya de Giuliano, “Robín de los Bosques” ingenuo y sangriento, asesino de sindicalistas, comunistas, campesinos y carabineros, había terminado».

Giuseppe Cucinella, que durante mucho tiempo fue su mano derecha y estaba siendo procesado en Viterbo por la matanza del 1 de mayo, recibió la noticia de la muerte de Giuliano con pasmosa calma. «No me interesa -dijo-, pero déjenme fumar un cigarrillo en su memoria» .

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