Santo Domingo 30°C/30°C few clouds

Suscribete

LETRAS

Jacinto Gimbernard: Sus treinta relatos sinfónicos

Pie de foto Al momento de su nuerte, Gimbernard era Director Ejecutivo de la Fundación Corripio Inc. Fuente externa.

Pie de foto Al momento de su nuerte, Gimbernard era Director Ejecutivo de la Fundación Corripio Inc. Fuente externa.

La prosa de Jacinto Gimbernard la encontré por primera vez en las páginas de Isla Abierta, donde ambos coincidimos como colaboradores en cierta etapa, gracias a la generocidad del lamentablemente fallecido Manuel Rueda.

Eran sabias, bien escritas y aleccionadoras aquellas páginas que semanalmente Gimbernard regalaba a los lectores. Por ellas salían sus conocimientos de música, literatura, arte, filosofía, historia, sociología y demás ramas del saber.

Rueda lo distinguía como profesional de la música, y por su talla de escritor.

Treinta relatos sinfónicos.

Décadas atrás, Jacinto Gimbernard sorprendió al mundo editorial con sus “Treinta relatos sinfónicos”, una colección de historias que abarcan la historia de la Orquesta Sinfónica Nacional en sus diversas etapas, así como la de algunos de sus músicos más sobresalientes.

Entre anécdotas, descubrimientos y rescates históricos transcurren estas leyendas que no sólo tienen la virtud de la perfecta escritura, sino de la mejor corrección y edición, eficiencias poco comunes en nuestros libros de hoy.

Gimbernard ha recorrido el tiempo no solo con su experiencia como músico, sino con la magia del literato.

Este es uno de esos libros que quedan para siempre, que marcan momentos de importancia, que suben una y otra vez la autoestima del lector junto al valor de la inteligencia, y no nos abandonan porque están escritos con la lucidez de los que nada tienen que perder.

Jacinto Gimbernard conoció como pocos la historia de esa “gran tragedia cultural” llamada Orquesta Sinfónica Nacional, no sólo por vivirla como uno de sus protagonistas más cercanos, sino por sangrarla a lo largo de los años. Su gran sensibilidad como artista y su solidaridad con sus compañeros de profesión en un medio social que atendía a no considerarlos en su real valía, lo llevó a escribir estas prosas.

Este es un libro ejemplar. Leerlo nos va a acercar, tal vez como no exista otro documento en nuestra historia literaria, al mismo corazón de la OSN porque contiene, junto a “la emoción emergente del músico de atril que debe tocar obras de todas las épocas y pasar por los más variados estados de ánimo” (Julio de Windt) hasta la maestría del director de orquesta.

Estas páginas paganas contienen, además relatos antológicos. Como “Pierino Gamba y el portero trombonista” o el último del libro “Zorrilla o la simplicidad infantil” donde se define el drama del artista:

“Una mañana sale presuroso de su residencia en la avenida Máximo Gómez, el estuche negro de su viola bajo un brazo y un portafoilio lleno de música en la mano. Va a hacer señal a un carro público para que se detenga cuando se da cuenta que le faltan diez centavos para el pasaje. Cerca de allí, estaba un limosnero a quien él acostumbraba a dar diez centavos todos los días. Se le acerca agitado por la prisa y la gordura y le pide que le preste diez centavos y que le dará veinticinco al día siguiente. El limosnero lo mira huraño y le dice tajantemente: -Usted se equivocó, yo no soy prestamista, lo mío ni lo presto ni lo doy... busque por otro lado”.

VALORES

“Relatos”...

La mayor lección que Gimbernard aportó con sus “Treinta relatos sinfónicos” fue la sorpresa inusitada por la cual transcurre todo “el caudal humano, pintoresco e histórico” lleno de humor y belleza sobre estos héroes de la cultura dominicana que sabían hacer soñar.

Tags relacionados