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CINE BERLÍN

Geraldine Chaplin planta cara a la vejez, "horrible" y que hace enloquecer Elena Garuz

Imagen de archivo

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La actriz Geraldine Chaplin, en la Berlinale con la película "La fiera y la fiesta", de Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas, le declara la guerra a la "tiranía del cuerpo", y cree que "hacerse viejo es horrible para cualquiera" y "una locura".

"Os lo aseguro, eres viejo y te vuelves loco", bromea la actriz, nacida en 1944, en una entrevista con varios medios extranjeros, entre ellos Efe.

Es una especie de "Alicia en el país de la maravillas", porque "no sabes dónde estás, es un país donde no hay calles, no hay mapas, lo único fiable que tienes es tu pasaporte, y cuando le echas un vistazo dices 'ah, sí, claro' y entonces te miras en el espejo y eso no es lo que hay en el pasaporte", dice.

"Y entonces tus recuerdos probablemente no son tus recuerdos y es desconcertante y entonces probablemente acabas loca", agrega.

Hacerse viejo es horrible seguramente para los hombres también, pero en el caso de las mujeres está "toda esa cosa con el espejo" -"porque el espejo es una cosa horrible, la terrible tiranía del cuerpo", lo llama- "y el paso a la locura, porque es una locura, yo misma lo noto", afirma.

Hacerse la cirugía estética como muchas colegas de profesión no se le pasaría nunca por la cabeza, básicamente porque le tiene miedo a los hospitales, pero también porque trabaja "gracias a sus arrugas".

"Os lo aseguro, si mis arrugas desaparecen, me lo opero todo", promete.

Y a aquellos que dicen que cuanto más viejo, más sabio, nada más lejos, y en lo que a ella respecta, en todo caso, se ha vuelto más tonta, asegura.

"No puedo decir nada bueno de la vejez", zanja.

Precisamente a la vejez se enfrenta Vera, la mujer que interpreta en "La fiera y la fiesta", una envejecida diva punk que llega a la República Dominicana para asumir la dirección de un proyecto inacabado de su amado amigo Jean-Louis Jorge, el cineasta dominicano, un rodaje que no estará exento de conflictos y en el que la muerte hace acto de presencia.

En este filme, subraya, "la única persona real es la que está muerta y el resto quizás están vivos, quizás no, quizás existan, quizás existieron, quizás no están en República Dominicana, quizás nadie está allí, quizás son sólo recuerdos, quizás es lo que pudo haber sido, y al final (Vera) se vuelve loca".

En el cine, a su edad, dice, lo normal es que en algún momento empieces a hacer de abuela -"he sido muchas abuelas", desde la amable hasta la horrible- y entonces finalmente llegan las películas de terror -la "evolución obvia"-, gracias a "El orfanato", de Juan Antonio Bayona, agrega.

Para el dúo de directores formado por la dominicana Guzmán y el mexicano Cárdenas no tiene más que buenas palabras.

"Les quiero, y amo la otra película que hicimos juntos -'Dólares de arena' (2014)-, y lo haría todo por ellos, no necesito leer el guión", asegura.

En aquella primera ocasión rodaron en Samaná, en condiciones muy duras, nada que ver con Santo Domingo y sus clubes de golf, "un contraste horrible", explica.

"Eso es Santo Domingo, eso es República Dominicana, los clubes de golf, la clase alta, la gente que habla diferentes idiomas. Es un contraste tan esnob, horrible y revulsivo, y yo odio la injusticia", más aun cuando se ve y es tangible, dice.

Su pasión en la vida y en el trabajo son los directores, afirma, y no los presupuestos o quién más pueda participar en un filme.

Además de Guzmán, con la que sencillamente ama trabajar, y Cárdenas, Chaplin cita a Robert Altman (1925-2006) y Alan Rudolph (1943) como sus directores predilectos.

"Y Carlos Saura, naturalmente", al que además tenía en casa, bromea, y un montón de directores sudamericanos, afirma, sin decir nombres, porque hay "tanto talento allí", agrega.

Con quien le gustaría trabajar es con Atom Egoyan (1960), dice, pero desde que hizo un comentario al respecto y llegó a oídos del cineasta, ambos se evitan, cuenta entre risas.