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DESDE LA ÚLTIMA BUTACA

La isla

Tal vez sea esta la película más representativa de la primera etapa del cine de Kim Ki-duk. Y tal vez la más extraña. El tema de la prostitución es relegado para dar paso a la relación entre un hombre y una mujer que se atraen pero no pueden amarse aunque el deseo los delata.

A la conocida economía de recursos de este cineasta que le impide aportar toda la riqueza técnica que él quiere y puede, se suma un nivel de creatividad poco común para un tipo de cine que el maestro coreano prefiere: el lado oscuro de dos personajes desheredados de la suerte que en determinado momento de sus vidas convergen, aunque rechazan el sentimiento de amor que comienza a surgir entre ellos.

A la construcción de la profundidad sicológica de estos dos protagonistas dedica Kim Ki-duk una buena parte de su discurso. Se apoya en una magnífica locación, un paisaje ejemplarmente misterioso: un lago con varias balsas flotantes que recuerda una de sus cintas más emblemáticas: “Primavera, verano, otoño, inviernoÖ y otra vez primera”. Esta locación no es solo el único punto de contacto con aquel filme, sino que la enriquece con la presencia de prostitutas, proxenetas, pescadores de todo tipo y policías que pretenden encarcelar al ahora asesino. Pero a diferencia del anciano oriental que en “Primavera...” obligó al joven a asumir su responsabilidad frente a la justicia, aquí es la mujer quien protege y oculta al asesino de las autoridades que llegan a su balsa para detenerlo y procesarlo por el crimen cometido.

“La isla” lleva intrínseca una fuerte carga emotiva, junto a una extraña sensación de culpabilidad de ambos personajes. Ella se frustra al ser rechazada por el joven criminal, mientras él no se atreve a iniciar una nueva relación a pesar de estar identificado con ella. Ambos arrastran cargos de conciencia demasiado inexpugnables que el director sabe entrecruzar por diversos senderos. Los une y los separa. Los desata y los prueba, los recrea y los destruye.

“La isla” es una película dura en toda la dimensión que este adjetivo puede significar. En la misma, al igual que en todo el cine de Kim Ki-duk, no existe el final feliz. Es como si el maestro nos alerta de que la vida puede provocar sentimientos encontrados en seres que se cruzan. Sin embargo, siempre la distancia se impone por la manera peculiar de cada ser al mirar el mundo desde su propia cosmovisión, sin sentimentalismos ni motivos valederos para romper con el pasado recién dejado atrás.

Kim Ki-duk sabe que el mundo no es de un solo color, ni caldo para románticos. Hace un cine incómodo. Y sabe pegar con ese tipo de propuesta.

Ficha técnica: País: Corea del Sur. Año: 2000. Duración: 86 minutos. Dirección y guion: Kim Ki-duk. Reparto: Jung Suh, Yoo-Seok Kim, Sung-Hee Park, Hahng-Sun Jang, Jea-Hyun Cho. Premios: Festival de Venecia: Mención Especial del Jurado. Sinopsis: La propietaria de un negocio dedicado a la pesca, se dedica durante el día a alquilar plataformas flotantes para pescar y vender comida a los pescadores. Durante la noche, les vende su cuerpo. Un día llega al lago un ex-policía llamado que acaba de matar a su amante y está dispuesto a suicidarse. La propietaria lo impide y una extraña relación nace entre ambos.

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