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DESDE LA ÚLTIMA BUTACA

Real Fiction

Frente al auge del cine comercial, los directores menos aficionados al dinero, bautizaron sus productos culturales con un nombre de guerra: “Cine independiente”. Era algo así como una definición que unía escuelas técnicas y motivos renovadores que pretendieron apartar a la gente sedienta de cultura de los guiones baladíes y de la risa pasajera.

El nombre, como tal, fue un pretexto. Lo importante era el concepto. El motivo para revivir aquella aureola de los hermanos Lumiere que no estuvieron dedicadas a captar imágenes de ficción. La entrada de un grupo de obreros a su lugar de trabajo introdujo el carácter experimental de aquel invento que más que una historia sensiblera, mostró al mundo la posibilidad de fijar en un celuloide, con carácter permanente, un grupo de imágenes en movimiento.

Aquella fórmula todavía a estas alturas sigue siendo conocida con el nombre de “cine independiente”. A lo largo del siglo XX, valiosos artistas creyeron en la filosofía cultural por encima de la mercantil: no obtener jugosas ganancias por aferrarse a un tipo de producciones que resaltan los valores técnicos del oficio de cineasta por encima de los beneficios de taquilla. O viceversa, es decir directores que, cuando el presupuesto no alcanza, prefieren tratar con crudeza el relato cinematográfico, descuidando algunos valores técnicos.

El cine coreano tiene al maestro Kim Ki-duk (sobre todo en su primera etapa) como un gran propulsor del cine independiente. A esa primera etapa pertenece la cinta experimental “Real Fiction” en la que desarrolla la venganza del humillado y el odio contra el torturador.

En esta historia, Kim ki-duk se pregunta por qué existen los torturadores por naturaleza, esos matones que por donde pasan tienen que atormentar a los más débiles. Y aquí aparecen más explícitos, más sangrientos y menos poéticos.

“Real Fiction” tiene muchos planos-secuencia y combina el cine con tomas de videocámara para confundir al espectador y situarle entre sueño y realidad; a veces no se sabe si el guion refleja ficción, vida o teatro.

El color y las tomas, las locaciones y la ruptura de los convencionalismos fue su plato fuerte para suplantar el pobre presupuesto con que tuvo que filmar.

Venganza, locura, ira, celos, temas recurrentes en su cine aquí son tocados con una arriesgado virtuosismo literario, casi alternativo.

La escena del teatro es fundamental para entender la evolución del protagonista hacia rumbos más trágicos. El hecho de emprender el camino de la violencia para castigar a quienes humillan le otorga al filme un mensaje unívoco, abierto, de múltiples lecturas.

“Real Fiction” incluye los hallazgos narrativos que impactaron a Occidente ante la tragedia del hombre común en una sociedad en pleno desarrollo como la coreana. Y no obstante su carga experimental (cercana al cine de Lars Von Trier) el ‘leitmotiv’ parece heredado del terror: el seguimiento a un personaje que solo persigue la venganza.

Es una cinta que ha sido filmada en una única toma con diferentes cámaras y formatos, llena de riesgos cinematográficos. Sus grandes valores se hallan en el fondo, no en la forma. Es un experimento que, sin llegar a ser una gran obra, consigue un resultado cultural.

Ficha técnica País: Corea del Sur. Año: 2001. Duración: 81 muinutos. Dirección y guion: Kim Ki-duk. Fotografía: Hwang Cheol-hyeon. Reparto: Ju Jin-Mo, Jin-ah Kim, Min-seok Son, Je-rak Lee, Ki-yeon Kim, Sun-mi Myeong, Jang Hyun-Sung. Sinopsis: Un joven artista fracasado e inestable, al que todo el mundo humilla, se venga violentamente de las personas que le han hecho mal.

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