DESDE LA ÚLTIMA BUTACA

Cervantes en el cine 6

Las teleseries y documentales han tratado con un poco más de respeto la impronta cervantina. La televisión española trabajó la figura de Miguel de Cervantes añadiéndole a la ficción, trazos de realidad.

En 1981 se estrenó la miniserie “Cervantes” (540 minutos), producida por Alfonso Ungría, con guión de Daniel Sueiro, Isaac Montero, Manuel Matji, Eugenio Martín. En esta ocasión, la responsabilidad de encarnar al escritor recayó en el actor Julián Mateos.

El resto del reparto estuvo integrado por Paco Rabal, Marisa Paredes, Carmen Maura, Imanol Arias, José María Muñoz, Julieta Serrano, María Luisa Ponte, Manuel Aleixandre, Manuel Zarzo y José María Pou. La musicalización estuvo a cargo de Antonio García Abril, y la puesta en escena contó con el asesoramiento del Premio Nobel de Literatura Camilo José Cela. La sinopsis (año 1616) retrata a Miguel de Cervantes languidece enfermo, en su casa de Madrid, al cuidado de su sobrina Constanza. Un admirador de su obra, emprende la tarea de elaborar para el Rey un escrito donde se narren los hechos y méritos de su vida, a fin de conseguir algún honor que aliente los últimos días del escritor.

La miniserie, dividida en nueve episodios, logra una adecuada escenografía y una reconstrucción de la época bastante acertada, no sólo en escenarios, vestuario, maquillaje y utilería, sino también en ideas, diálogos, y costumbres.

Éste fue el último trabajo protagónico (al menos, en el campo del cine y la televisión) de Julián Mateos. Es evidente que este actor era demasiado mayor para encarnar al Cervantes joven, y demasiado joven para interpretar al Cervantes viejo, pero, pese a esas dificultades, consigue una caracterización aceptable.

Alfonso Ungría saca provecho de todos los medios a su disposición -localizaciones, elenco, fotografía, diseño de producción-.

La cámara no puede obviar un estilo barroco que por momentos diseña planos excesivamente protagónicos que le restan fuerza a la historia.

El escaso presupuesto con que fue realizada esta miniserie dio lugar a soluciones curiosas y originales, como pueden ser la narración de la Batalla de Lepanto por un archivero y su ayudante. De esta película se desprende la tristeza de un escritor inmortal quien, en vida, solo recibió ataques, chanzas y menosprecio, pero que la posteridad le deparó el sitial más alto del idioma español.

Esa tristeza inicia y termina la miniserie. El final, trágico, termina con el plano de la destrucción de la lápida de Cervantes, dando así a entender la pérdida de sus restos. Algo que desearon todos sus enemigos, tanto literarios como políticos y clericales. No sabían ellos que sus restos quedaban esparcidos en la memoria de la humanidad mientras vida exista.

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