DÍAS DE CINE

‘IDA’: el arte de la sencillez

“Ida” es cine del mejor desde que se inicia hasta que termina. Es en blanco y negro; en escenarios naturales del invierno polaco.

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Armando Almánzar R.Santo Domingo

Pawel Pawlikowski, nombre hasta esta semana desconocido para nosotros, es el autor de este filme que vimos el jueves: “Ida”. Y gracias a ese nombrecito de una película grande, consideramos que tendrá que ser tomado muy en cuenta de ahora en adelante. “Ida” es una producción sencilla, una obra que, aunque desconocemos su costo real, no nos parece puede haber costado en euros o dólares lo que cuestan algunas cintas dominicanas que no osamos calificar de cine. Pero “Ida” es cine del mejor desde que se inicia hasta que termina. En blanco y negro, en escenarios naturales del invierno polaco, en un par de habitaciones de hotel y el salón de fiestas de ese mismo local, junto a otro par de escenarios sencillos en un convento, se destaca esta obra por la certidumbre con que acomete el director los encuadres, gran parte de ellos enfocados buscando el desequilibrio, quebrando el principio de encuadre formal con lo esencial en el centro de la acción; se une a ello la ruptura de la continuidad narrativa dentro de la secuencia con cortes secos y bruscos que pasan, en ocasiones, de la soledad contemplativa y el silencio a la acción bulliciosa de grupos. Pero lo esencial, aparte de este estilo narrativo que rompe con lo formal, es la creación, el guión, obra del mismo Pawlikowski y Rebecca Lenkiewicz, que se desarrolla en 1962, de dos formidables personajes: Anna, cuyo nombre real conocemos luego, Ida, jovencita que es novicia en el convento y a punto de tomar los hábitos como monja, y su tía en la ciudad cercana, Wanda. La madre superiora instruye a Ana para que conozca a la tía y con ella su propia historia, algo que hace la chica. Y Wanda, que en principio la recibe huraña, sin el menor afecto, de buenas a primeras se convierte en su guía para develar el pasado tanto de Ana como de ella misma, un pasado oscuro, duro de aceptar, que se remonta a los días aciagos de la Segunda Guerra Mundial y con los nazis imperando en Polonia con lo que ello implica en lo que se refiere al horror de los dominados. Sin exageraciones, sin melodramatismos insulsos, la actuación de esta pareja de actrices, perfectamente desconocidas en nuestro medio, es poco menos que impresionante. El resto, actores de reparto, excelente, pero a leguas de Agata Kuleszxa, Wanda, y de Agata Trzebuchowska, la jovencita Ida, que descubre las sensaciones de la vida normal propias de su tía, que las vivía con fruición huyendo de ese sombrío pasado, para luego... para que luego vean este estupendo film, para que no se lo pierdan porque con perfecta justicia resultó ganador del Oscar a la mejor película de habla no inglesa.

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