‘Primicia fatal’
Gilroy… ¡sorprendente!
Este film representa el debut como director de Dan Gilroy, y el resultado, como ya señalamos antes, es sorprendente.
La vida, como dijera Rubén Blades, está llena de sorpresas, y el mundo del cine lo mismo. Baste saber que este film, “Nightcrawler”, representa el debut como director de ese Dan Gilroy que, hasta el sol de hoy, conocíamos como guionista y no de muchas películas, ninguna de ellas de mucha altura. Pero, se hace evidente, el señor Gilroy sentía esa comezón por hacer cine, y decidió entonces escribir otra historia, pero pensada para hacerla él mismo, o sea, para ponerse él tras las cámaras. Y el resultado, como ya señalamos antes, es sorprendente. Cuando usted busca esta película en IMDB, observará que, de entrada, la colocan genéricamente como “crimen, drama, “thriller”. Y en efecto, usted encontrará de todo eso en esta historia. Pero lo que sucede con Louis Bloom va mucho más allá de tales simplismos. Porque, por el lado del personaje, encontramos a un ser que seduce a cualquiera con una labia envolvente, con un poder de convencimiento capaz de derretir el rechazo de cualquier persona sin que importe su condición o su posición frente al seductor. Pero Bloom va más allá: une a ese poder de convencimiento una sangre fría y un cinismo fuera de lo común: a él sólo le importa algo en este mundo: él mismo, y para triunfar, para sentirse elevado en el trono del poder, no habrá de importarle aplastar lo que se presente en su camino. Pero, desde otro punto de vista, “Nightcrawler”, término que podríamos traducir como “merodeador nocturno” (y, como tal, si implicamos que la gran ciudad, en el presente caso, Los Ángeles, es una selva, ese merodeador podría ser comparado no a un león, a un leopardo o a un tigre, sino a una hiena), la historia que nos propone Gilroy es un embate frontal contra la prensa inmediatista, amarilla y desprovista de sentido moral en la TV. Sí Bloom es el brazo ejecutor, quienes aceptan su carroña son aún peores que él, porque de ellos son todas las argucias creadas para impedir que lo exhibido sea prohibido o enjuiciado por la ley. Todo se reduce a presentar más rápido la más abyecta suciedad para lograr mayor rating frente a sus competidores. Ese personaje de Louis Bloom es toda una creación como tal, y Gilroy lo perfila de manera extraordinaria gracias al formidable trabajo fotográfico de Robert Elswit, a un trabajo de edición que nos hace olvidar que estamos ante una narración que roza las dos horas, que nos mantiene sacudidos de principio a fin porque nos monta en ese siniestro tobogán que monta el cínico personaje, porque sabemos que no habrá de detenerse, que para él no hay obstáculos que no se puedan vencer con tal de alcanzar la cima, y esperamos, ansiosos, para disfrutar de su próximo paso, y hasta casi adivinamos aunque nos resulte repulsivo porque, en efecto, él, Louis Bloom, se supera a sí mismo como creador de la más pestilente carroña. Y, para completar este cuadro exquisito, Jake Gyllenhaal, en una caracterización de esas que tendrán que ser recordadas por años. No es el buen mozo, no es el seductor enamorado, es el seductor del mal y su rostro lo exuda segundo a segundo tras esa sonrisa que, comprendemos pronto, es una máscara que oculta la repugnancia de un ser inimitablemente malvado.
