DÍAS DE CINE

Elena: Imagen hecha excelencia

Formidable labor fotográfica de Mikhail Krichman, elegante, mesurada pero precisa en su movimiento, teniendo en cuenta que prácticamente toda la acción se desarrolla en interiores

Avatar del Listín Diario
Armando Almánzar R.Santo Domingo

La película “Elena”, del ruso Andrey Zvyagintsev, es, podría decirse si deseáramos llevar el asunto a una reducción al absurdo, un simple drama familiar. Pero “Elena”, como cine, no puede reducirse a algo tan escueto, sencillo, rutinario. Porque es cine en su mejor acepción, porque alcanza a ser lo que pocas producciones estruendosas alcanzan: Arte Cinematográfico. Se inicia la película con una prolongada toma: las ramas desnudas de un arbusto, a través de las cuales se alcanza a ver las ventanas del hogar del matrimonio de Elena y Vladimir. Pasan los segundos y vemos un pajarillo que se posa sobre una de las ramas del arbusto. Alguien podría imaginar que se ha congelado la imagen pero otro pajarito aparece. Y, se dirán: ¿para qué esa imagen prolongada? Lo sabrán, si piensan y saben algo de la lógica de lo que es un estupendo guión, cuando el filme termina y la última imagen es esa misma, la inicial. Y es que en ese hogar de ellos todo es normal y feliz, todo lo feliz que puede ser la relación de un par de jubilados con años de casados, Vladimir con una hija liberal, díscola, nada atada a las convenciones sociales, Elena con un hijo casado que huye del trabajo, con un hijo adolescente que es un bestia y un pequeño de meses. La hija quién sabe dónde vive. El hijo vive con esposa e hijos en un pequeño apartamento. El nudo del problema surge cuando Elena pide a Vladimir ayuda para el hijo y éste no está muy dispuesto a darla. Considera que es un imbécil y un vago. Las imágenes confirman la idea de Vladimir, así como la de que el nieto adolescente es aún peor. Pero no hemos de dañar la historia a ustedes, que esperamos la vean. Lo que sí podemos decir es que esa imagen final que se repite nos remite a ese hogar donde se vive la rutina de la felicidad familiar: todo es normal, nada enturbia esa tranquilidad de la vida rutinaria, todo seguirá siendo lo mismo a pesar de lo que ha sucedido en el ínterin. Zvyagintsev y Oleg Negin escribieron el guión de este filme y demuestran de manera más que fehaciente su experiencia en lo que a psicología de la familia se refiere, a lo que son (pueden ser) las reacciones psicológicas de estos seres humanos. En esta historia en puras y perfectas imágenes no encontrarán escándalos, brutalidades, enfrentamientos, ni siquiera odio o resentimiento. Las relaciones entre Vladimir y su hija son ríspidas en principio porque tienen ideas muy diferentes sobre la vida y el comportamiento. Las relaciones de Elena y su hijo son por completo diferentes: ella es consentidora a carta cabal y, precisamente, ese detalle es lo que desata los acontecimientos. Formidable labor fotográfica de Mikhail Krichman, elegante, mesurada, pero precisa en su movimiento, sobre todo teniendo en cuenta que prácticamente toda la acción se desarrolla en interiores, precisa, subjetiva la partitura del norteamericano Philip Glass, todo un maestro en su oficio. Y Nadezhda Markina, esa robusta señora de algo más de 60 años, un verdadero monumento histriónico, exquisita en sus reacciones emotivas casi imperceptibles. Los demás, aunque muy buenos, palidecen ante ella. Un filme tan rotundamente excelente como éste no debió costar ni un par de millones de dólares. Todo es cuestión de saber expresarse en un guión, crear la psicología de los personajes, saber llevarlo a las imágenes, y encontrar los intérpretes adecuados.

Tags relacionados