SONAJERO
Hacer las paces
Esta semana tuve el privilegio de hablar ante 80 mujeres de una institución pública. Mi compa Amalfi Eguren me compartió una melodía de meditación y la utilicé para invitarlas a cerrar los ojos y desanudar juntas el perdón.
Caminé entre mujeres de distintas edades, roles, con sueños, caminos pendientes, desilusiones, trofeos, progresos, dolores. Y nos perdonamos por circunstancias inconcebibles: una broma pesada, un comentario discriminatorio, por torpedear un proyecto, por acunar un “no me cae bien”.
Y lo más importante, nos perdonamos a nosotras por ser tan ingratas con el cuerpo, por exigirnos tanto, por asumirnos mujer maravilla y querer, como dice Irene Morillo “hasta fumar debajo del agua”, resultando “una mujer agotada, dividida entre lo que quisiera ser y lo que demanda la sociedad”.
A partir de ahí, sentimos los hombros más livianos. Nos quitamos el peso de la mochila mental y real que nos reta a llevar capa, a salvar y cuidar de todos, a ser para los demás y para nosotras… nada.
Entonces hicimos las paces con nosotras, con la compañera, con la madre, con la supervisora. Comprobamos que, aunque somos diferentes en color, estatura y criterio, las mujeres compartimos los mismos retos y padecemos los mismos desprecios. Ante las mujeres que labran diariamente en Coraasan me nutrí de una energía especial. Llevé algo para compartir y salí colmada de brío, confianza, compromiso. Y recordé a Gianny Liranzo cuando me dijo: “las mujeres debemos perder el miedo a compartir experiencias reales y conocimiento. Esto es como la metáfora de la vela: su luz no se hace más pequeña porque se use su fuego para encender otras”.
Mujeres: abatir la rivalidad culturalmente impuesta es la meta, si queremos superar el lastre de la inequidad.