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¡Mírame a la cara!

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Grisbel Medina R.Santo Domingo

Durante un año, Adalgisa Polanco, la madre de Emely, ha sido paciente. Camina al tribunal constantemente, escucha por horas, aguanta hambre, calor... la asaltan preguntas duras de responder. En el proceso ha soportado intrigas, la separación del esposo, la calumnia de que “vendió” la lucha por su hija, en fin. Mucho para un solo cuerpo, para un solo corazón.

El miércoles pasado, su voz hizo temblar la audiencia. Le pidió a Marlin Martínez, madre de Marlon, que la mirara a la cara. Le reprochó que por qué no le dijo que su hija estaba muerta. “Mírenme a la cara, porque merezco que me miren a la cara, después que me le arrancaron la vida a mi hija. Le tiraron la dignidad por el suelo, no me la dejaron besar y abrazar”, fueron sus palabras.

Mirarle la cara a Adalgisa es duro. Mujer de campo, de aquellas que trabajan desde que Dios amanece. De las mujeres que no distinguen color ni bolsillo para amar. De las dueñas de fogones donde nadie pasa hambre. Adalgisa es una mujer de vergüenza, sumida en una tristeza honda, imposible de medir.

Mirarle la cara a Adalgisa es fuerte. Es la madre que cada día llorará la muerte de Emely, la muchachita cuya imagen se mantiene fresca camino a San Francisco de Macorís. A golpe de llanto lo reconoció Marlin Martínez, la madre de Marlon, el verdugo de la adolescente. “No puedo mirarle a la cara, no tuve el valor de mirarle a la cara y decirle que su hija no tenía vida. Yo fallé”, aseguró Marlin.

Nadie quisiera estar en los zapatos de Adalgisa. Tampoco en los de Marlin. Ambas son madres y se trataban como familia. Emely está enterrada y Marlon junto a su madre al borde de una condena. La decisión está en manos de María de los Ángeles Concepción, Víctor Inoa y Arelys Camacho, del Segundo Tribunal Colegiado de San Francisco de Macorís. El 7 de noviembre sabremos.

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