Suicidio

Silencio. Un profesional joven de la odontología, Andrés Darío Guzmán Taveras, hijo de padres sin preocupaciones económicas, se suicidó en su casa. Se amarró el cuello hasta borrar para siempre la sonrisa que su familia nunca olvidará.

Con mucho pesar, un padre también joven me llamó para contarme que Andrés Darío ®era un muchacho nuestro, de por aquí®. El silencio, la impotencia ante un suicidio, revuelve la vecindad. Y recuerda que cuando se tiene un hijo, el sentimiento compartido nos hace ser padres y madres de todos.

El profesor y comunicador Fausto Lantigua se lanzó del puente Hermanos Patiño, cuando arreciaba el sol de la tarde y los carros públicos cesaban el paro por el alza de los combustibles.

Ambos casos registrados en Santiago con horas de diferencia. Las preguntas pesan tanto como la impotencia. Y el silencio vuelve a enmudecer los corazones.

En el país, el suicidio es la segunda causa de muerte en adolescentes. El ahorcamiento es el método más común entre quienes deciden quitarse la vida. Suelen suicidarse también aquellos hombres que primero roban cruelmente la vida de las mujeres por aquello de que ®si no es mía no es de nadie®.

Estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) refieren que cada año se suicidan aproximadamente 800 mil personas. En nuestro lar, datos del Observatorio de Seguridad Ciudadana confirmó que solo en el año 2016 se registraron 840 suicidios.

El terrible desenlace es achacado a la depresión, a la esquizofrenia, a las adicciones, al estrés, a problemas económicos. Sean cuales sean las causas, es preciso abrir los ojos, levantar la cabeza y olvidarse del WhatsApp para percibir cuando una vida ronda el laberinto de la desesperación. Mantengamos los sentidos abiertos porque una palabra y una acción pueden hacer la diferencia frente a los demonios del suicidio.