tribuna abierta
Béisbol: Inside y outside
Después de más de cuarenta años de relación cercana con el béisbol, puedo afirmar que hay una diferencia profunda entre lo que se percibe desde fuera y lo que realmente ocurre dentro. Para los fanáticos, el béisbol es un espectáculo vibrante: un juego que emociona, que deleita los sentidos, que se vive en cada jugada y en cada victoria. Desde las gradas o frente a una pantalla, todo parece fluir con una belleza simple y un orden natural.
Sin embargo, quienes hemos conocido las entrañas del béisbol —el lado administrativo, las decisiones internas, los intereses ocultos— sabemos que su dinámica es mucho más compleja. A veces, la mejor manera de preservar el amor al juego es no adentrarse demasiado en ciertos aspectos que, de saberse, podrían ensombrecer la pasión que nos une a este deporte.
Esta diferencia entre apariencia y realidad conecta con un fenómeno humano universal: la percepción. No siempre vemos las cosas como son en verdad. Factores como la cultura, el aprendizaje y las emociones moldean la forma en que interpretamos lo que nos rodea. De ahí que dos personas puedan presenciar el mismo juego y llevarse impresiones completamente distintas: para unos, una epopeya deportiva; para otros, un escenario donde también pesan intereses y presiones invisibles.
Incluso nuestro cerebro, a nivel sensorial, no siempre actúa como un observador objetivo. Las investigaciones sobre percepción han demostrado que tendemos a ver el mundo como queremos que sea. Buscamos hechos que confirmen nuestras creencias (el llamado sesgo de confirmación), y hasta nuestras percepciones físicas pueden estar influenciadas por expectativas, deseos o prejuicios.
Así sucede también en el béisbol. El fanático quiere ver pasión, entrega y gloria. Quienes están detrás del telón muchas veces deben lidiar con negociaciones, conflictos y decisiones que difícilmente encajan en la narrativa ideal. La realidad, desde dentro, es más áspera, más difícil de explicar sin romper el encanto.
Por eso, a veces, resulta mejor quedarse en la magia del juego. Porque si bien el inside revela verdades necesarias, el outside guarda intacta la pureza que nos hizo amar el béisbol desde el principio.