Dominicanos en las Ligas Negras (I)

El día 16 de diciembre del pa­sado año, el Comisionado Rob Manfred informó que los 7 circuitos de jugado­res negros que operaron en­tre 1920 y 1948 habían sido oficialmen­te reconocidos con el mismo nivel de las ac­tuales Ligas Mayores. Esa decisión otorgó carácter de pelotero de Grandes Ligas a un grupo de dominicanos que vio acción en las llamadas ligas de color. La historia reconoce al lanzador montecristeño Pedro Alejando San como el primer crio­llo en jugar en las ligas negras. De acuer­do con la Enciclopedia Biográfica de las Ligas Negras de Béisbol, San fue un pit­cher derecho que tiraba por debajo del brazo, con buen control. Lanzó para los Cubans Stars (East) durante los últimos 3 años de la Eastern Colored League y su mejor temporada fue en 1927, cuando tuvo récord de 12-9 y bateó .227. Des­pués siguió Tetelo Vargas, de quien dice la referida obra, un buen jugador en to­dos los sentidos, este fajador jardinero central de los New York Cubans, podía batear para promedio y con poder. So­bresalió en la defensiva, tenía un buen brazo y era un gran robador de bases, que tenía un paso de velocista y podía “correr como un ciervo”, especialmente cuando avanzaba de primera a tercera base con un hit. Fue estrella de los Cu­bans a principios de la década de 1940, bateando en el corazón del orden de ba­teo e hizo apariciones consecutivas en el Juego de Estrellas en 1942 y 1943. Co­menzó su carrera en las Ligas Negras co­mo campo corto reservista con las Es­trellas Cubanas de Alejandro Pompez en 1927 y ya en 1931 se había ganado la posición de campocorto titular y era el primer bate del equipo. En 1939 se tras­ladó a los jardines y fue la estrella de los New York Cubans, de Pompez. El terce­ro en la lista es Rafael -Sijo- Gómez, de quien señala la enciclopedia que fue un jugador que se desempeñó en 1929 co­mo lanzador y receptor con los Cubans Stars (East), de la Liga Negra America­na. En pocos partidos, Gómez, quien ti­raba a la derecha, tuvo récord de 2-3 desde el montículo y registró un minús­culo promedio de bateo de .059, en sus escasas oportunidades de juego. Seguiré la próxima semana con otros dominica­nos que jugaron en las ligas negras.